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Enhebrando el futuro

Mil costureros tradicionales de la Costa Caribe están dispuestos a salir del anonimato y convertirse en un elemento clave en el sector de las confecciones del departamento del Atlántico.

10 de abril de 2005

Durante cinco años Álvaro Estrada sólo recibió portazos pero nunca se rindió. Volvía sobre sus pasos y tocaba otras puertas buscando que alguien le prestara atención a un grupo de costureros que trabajan en Galapa, en el corazón del departamento del Atlántico, una población en la que a ciertas horas el único sonido que se escucha por las calles de esta población es el zumbido de cientos de máquinas de coser. Ellos han tenido durante años este negocio informal. Trabajan en sus patios y garajes, a la sombra de los almendros, y sin pecar de presumidos, mandan la parada de la moda en municipios aledaños. Muchos aprendieron el oficio porque era la única opción para ganarse la vida dignamente: sentarse al frente de una máquina de coser.

Como Alicia, una matrona que ha vivido durante décadas en el caluroso pueblo de Juan de Acosta, donde funciona uno de los 2.500 talleres informales que existen en el departamento. Año tras año en el patio de su casa con la ayuda de su esposo, hijos y vecinos confecciona en promedio unas 100 prendas semanales, que exporta a Venezuela a través de intermediarios, y tiene un pequeño nicho de mercado en poblaciones como Cartagena, Santa Marta y algunos vendedores callejeros en el centro de Barranquilla. En la temporada de fin de año doblan su producción. Y a veces no alcanza a cubrir todos los pedidos de su clientela. "Lo que nos hace falta es capital porque en el pueblo cuando se necesita todos trabajan", dice. A pesar que las máquinas son viejas, controlan la calidad de tal manera que "nunca nos han devuelto una prenda", asegura Alicia.

El año pasado la Gobernación del Atlántico fue la primera institución que se dio cuenta del potencial de estos confeccionistas, pues con su actividad generan 5.330 empleos. Entonces le abrió la puerta a Alvaro Estrada y con él a cientos de familias con las que se inició un programa que pretende volver a mil confeccionistas, de ocho municipios del departamento y Barranquilla, en pequeños empresarios de este sector. El programa se financia con recursos del sector público y privado de Barranquilla. "La variedad y calidad de las confecciones que estos artesanos realizan son ventajas competitivas que hacen atractiva la inversión", dice Virginia Gómez, vicepresidenta de la Cámara de Comercio de Barranquilla. Por eso hoy en día los recursos se canalizan para capacitar a los costureros en diseño de modas y ayudarles a modernizar sus equipos.

Uno de los puntos clave para arrancar con el proyecto de los artesanos fue Marca 8. Un convenio entre la Gobernación, el Centro de Productividad y Competitividad del Caribe y la Universidad Autónoma que permitió lanzar a un grupo de jóvenes diseñadores de sexto semestre que participaron con gran éxito en Colombiamoda el año pasado. De la mano con Marca 8 se descubrió que se podía conformar una cadena productiva en la que se trabajará en llave con los diseñadores y los talleres informales que operan en el departamento del Atlántico, con un valor agregado que no se podía desperdiciar, la creatividad.

Gracias a esta experiencia se empezó a estructurar un proyecto en el que intervienen cuatro universidades, la Gobernación del Atlántico, la Cámara de Comercio de Barranquilla, el SENA, diseñadoras y varias empresas de confecciones de la ciudad que asesoran y ayudan a mil confeccionistas en transferencia de tecnología, capacitación, comercialización, producción y en el desarrollo empresarial de sus negocios. Además se les ayuda para mejorar las condiciones en las que trabajan. "No solo trabajan con las uñas sino que también lo hacen en condiciones muy precarias", explica Paola Amar, subsecretaria de Desarrollo del departamento.

Comenzaron con cosas tan simples como mejorar la calidad de la luz en los talleres para que los cortadores no forcen la vista, explica Paola Amar, subsecretaria de Desarrollo del departamento. Ella asegura que la clave de este proyecto no está en capacitar y darles capital semilla a los confeccionistas para que se vuelvan operarios de las maquiladoras, sino que se conviertan en empresarios con todas las condiciones para ser uno más en este sector productivo.

Barranquilla durante décadas ha sido el epicentro de la moda y el diseño a nivel nacional, con talentosas diseñadoras como Amalín de Hazbún, Silvia Tcherassi, Judy Hazbún, Beatriz Camacho y otros que hoy descollan en el mundo de la alta costura a quienes les tocaba emigrar hacia centros industrializados como Medellín y Bogotá porque en la región no había empresas que respaldaran la industria creativa. "Necesitábamos un tractor que hiciera recuperar terreno al sector de las confecciones, tenemos la mano de obra pero no la infraestructura", señala Gómez.

Ya ha habido pasos importantes para consolidar el trabajo con estos costureros, Judy Hazbún es una de las diseñadoras que está deslumbrada con lo que hacen en estos talleres y que asesora al programa puesto en marcha por la Gobernación. "Ví prendas hechas con tanto cuidado como si fueran producidas en máquinas sofisticadas; con la tecnología adecuada serían muy competitivos", dice. Solo el 10 por ciento de los talleres tienen una capacidad industrial y el 90 por ciento lo hacen de manera artesanal. Sin embargo, sin embargo Hazbún asegura que hay que impulsarlos para mostrarles las posibilidades que tienen en este negocio, "algunas diseñadoras a las que sólo nos interesa crear, necesitamos de estas personas para que confeccionen nuestras líneas comerciales."

Se trata de aprovechar el capital humano que hay a lo largo del departamento que permita a los diseñadores de renombre y a las empresas locales tener en estos confeccionistas respaldo para un mercado que cada día se vuelve más competido. Para la diseñadora Beatriz Camacho, lo que se necesita en la región es invertir en tecnología y mejorar la educación, "tenemos el talento pero en Barranquilla se trabaja como en los 80's, debemos industrializarnos, unirlos y formar empresas. Si queremos competir cuando entre en vigencia el TLC, hay que hacerlo", asegura.

Por eso se está trabajando en formalizar el sector y asociar a los artesanos de tal manera que sean una verdadera fuerza empresarial. Entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo han respaldado el esfuerzo que hace la Fundación Mario Santodomingo. La entidad ha conformado una comercializadora para vender los productos que elaboran artesanos y confeccionistas, en mercados nacionales y del exterior. La comercializadora, además, puso al servicio de los pequeños empresarios un programa de transferencia de tecnología y financiación de la producción.

Uno de sus mayores logros se concretó cuando le plantearon a Sofía Vergara que fuera su imagen para mejorar las ventas. Así lograron posicionar la marca, Vergara by Sofía, que ha colocado unas 16 mil prendas en tiendas, almacenes de cadena y boutiques de todo el país. Con este impulso se han beneficiado 16 talleres de la capital del Atlántico.

Este es uno de los primeros pasos en la consolidación de un sector que genera empleo y oportunidades, que tiene en la creatividad su mejor arma para conquistar un mercado que aún los tiene en la sombra.