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"Lo importante son 41 años de vida y no los 10 segundos de su muerte": familia de Ana María

En un sentido homenaje de familiares y amigos se llevó a cabo el sepelio de Ana María Gutiérrez, una de las víctimas del ataque al centro Andino. Le dolía ver a los ancianos desamparados en la calle y era la adoración de su padre.

19 de junio de 2017

El entierro de Ana María Gutiérrez fue a su imagen, alegre y colorido. Vino tanta gente que la pequeña capilla en la que se celebraba el velorio desbordó y algunos familiares y amigos tuvieron que pasarse a la sala común de la funeraria. Alrededor del féretro se juntaron decenas de ramos de flores blancas y sobre la madera tronaron dos fotografías, una en la que se veía de frente, sonriendo con gafas oscuras y otra sentada en una playa.

Unos meses antes del atentado del centro comercial Andino en el que perdió la vida, Anny, como le decían sus amigos, tuvo una premonición. Le dijo a su padre Jaime Gutiérrez que cuando muriera quería que le trajeran flores blancas en lugar de ramos y coronas tristes. En su entierro los llantos se mezclaron con las risas y los recuerdos de las anécdotas de vida común.

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En tres palabras, Anny era torpe, sensible y querida por mucha gente, según los asistentes del velorio. "Una vez intenté enseñarle a manejar en los Llanos, en un potrero grande en el que no había obstáculos salvo un arbolito pequeño de la región escondido en una esquina a la que no tenía porqué llegar; pero ella se fue, se fue y se estrelló contra el arbolito. Allí acabaron las lecciones de manejo", menciona Jaime con una sonrisa. Era un pato, completa su hermana, Laura Gutiérrez.

Ana María comenzó estudiando administración de empresas en el Externado, en Bogotá, la cual terminó en la Universidad del Caribe, en Baranquilla, donde se mudó un tiempo con sus padres. Luego conoció por internet al novio uruguayo con el que permanecería casada durante quince años hasta el 17 de junio de 2017.

Con Carlos Betancourt estuvieron chateando un año antes de que él se decidiera a venir a visitarla a Colombia durante un viaje laboral y fue amor a primera vista en el aeropuerto. Se ennoviaron poco tiempo después y los dos se mudaron a México en donde montaron una empresa de eventos y espectáculos del que fue la administradora durante 12 años. 

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En 2015 la pareja se devolvió finalmente a Colombia a gestionar un nuevo proyecto de inmobiliaria en el que también trabajaron juntos y que le trajó la bonanza económica con la que emprendió los proyectos de beneficiencia social que ocuparon parte de su vida.

Su padre era su adoración y el cariño era recíproco, explica su hermana Laura, le dolía mucho salir a la calle y ver a los viejitos desamparados, por eso es que se decidió que en su entierro el dinero de las coronas mejor se entregara a una albergue de personas de la tercera edad en situación de pobreza.

En el atrio de la funeraria Jardines del Recuerdo suenan cánticos de los compañeros del movimiento Emaús en homenaje a Ana María y a las otras víctimas del ataque. No hay ira en sus plegarias ni en las palabras de sus hermanos que consideran que se trató de un terrible accidente.

Jaime Gutiérrez es uno de sus tres hermanos y no quiere que la gente se vaya con una idea errónea de Ana María Gutiérrez Ramos. Era una payaso porque se caía en todas partes, pero no era nada boba, precisa, era una mujer sumamente inteligente que fue adorada por todos sus amigos.

Probablemente fue por eso que al momento de su despedida quedó pequeña la capilla del velorio en el que se juntaron sus familiares, amigos y compañeros de toda la vida para honrar su memoria y reirse una última vez de las aventuras que compartieron con ella antes de que a Bogotá regresaran los peores años de la ciudad. Cuando las bombas acababan con los sueños de las personas más alegres.

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