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"Están laureanizando la política"

EL PRECANDIDATO LIBERAL DAVID TURBAY está de moda en las noticias. Mientras su campaña gana en adhesiones, crecen los cuestionamientos por los personajes que las protagonizan. SEMANA lo entrevistó.

1 de noviembre de 1993

SEMANA: Mientras los analistas reconocen que su campaña viene consolidándose semana tras semana con nuevas adhesiones, aumentan las críticas en el sentido de que ese crecimiento se deba que usted recibe a todos los parlamentarios que los demás rechazan. ¿Es verdad que su campaña no distingue y que está recogiendo a toda la escoria?
DAVID TURBAY: Eso no es cierto. El liberalismo, como posición filosófica, tiene una moral que comienza con el respeto a la dignidad del hombre, contrariando, con su racionalismo y su laicismo, toda tendencia fanática o devocional. No se puede desconocer el derecho de las personas a su propia dignidad, a su honor y a no ser sometidas a tratos crueles, inhumanos o degradantes, como se expresa en todas las declaraciones universales de derechos. Tampoco se puede improvisar jueces desde las columnas periodísticas, que vengan a sustituir a los establecidos por el estado de derecho, pues por este camino no empieza a producirse la desinstitucionalización, la superposición de roles, la justicia privada. Y es contra esta justicia que se nutre de los pareceres morales particulares, contra la que lucha el pensamiento liberal.
SEMANA: ¿Pero no cree que tener en su lista de adherentes personajes como algunos concejales de Bogotá comprometidos en el lío de los auxilios, va en contra del deseo de la opinión de una renovación y una limpieza de la clase política?
D.T: Se cuestiona mi campaña porque uno o dos concejales de Bogotá estan vinculados al caso del manejo de los auxilios en el Distrito. Pero se les olvida que se dictaron 29 medidas de aseguramiento tanto para los concejales como para Juan Martín Caicedo. ¿En qué campaña militan estos? ¿Será que estamos ante un Tartufo moralismo o ante una aplicación evidente de la ley del embudo? Yo creo que lo que estamos es laureanizando la política, dividiendo, por encima de los jueces institucionales del país, a los colombianos entre el oro y la escoria.
SEMANA: ¿Estaría usted dispuesto a renunciar a algunas de estas adhesiones?
D.T.: He solicitado a las directivas de todos los partidos que fijen el código de ética y que elaboren el listado de nombres, dentro de los cuadros regulares de su militancia, que recibirán la ratificación del aval que la colectividad política les otorgó en épocas recientes. Si con base en ello aparecieren nombres de adherentes a mi candidatura en los descalificados, con valor procedería a excluirlos. Lo importante es que el candidato sea transparente, que le asegure al país que cumplirá con su deber de aplicar las leyes y sancionar a los corruptos. El gobernante debe ser el bueno, aunque le toque presidir un país en el cual habitan buenos, regulares y malos.
SEMANA: Y aparte del tema de corrupción, ¿cuáles son los elementos centrales de su propuesta programática, en especial en el campo económico y de la apertura, tan debatidos en estos días?
D.T: En mi gobierno habrá ajustes al proceso de apertura económica acelerada que aplica la administración de César Gaviria, para trocarlo en uno gradual y selectivo. Vivimos en un país con desequilibrios estructurales notorios, que no ha incorporado a su aparato productivo la alta tecnología ni capacitado su recurso humano idóneamente. Creo que ello nos impone acatar el consejo napoleónico: despacio, que tengo prisa. El campo padece los rigores de la miseria y la violencia galopantes, sufre por los precios internacionales deprimidos para sus productos, y adicionalmente los embates de una apertura económica aplicada a la topa tolondro. Mientras no tengamos estatutos antidumping serios y mecanismos efectivos de prevención y sanción de las prácticas desleales de comercio, resultaría ingenuo persistir en un proceso que, a todas luces, es la crónica anunciada de la quiebra del sector agrícola de nuestro país.
SEMANA: Y en cuanto a la paz, a la guerrilla, al orden público, que son asuntos muy relacionados con el problema del campo, ¿qué propone?
D.T.: Fortaleceré los organismos militares, de Policía y de inteligencia del país, profesionalizándolos y dignificándolos salarialmente. Pero ello no basta para alcanzar la paz. Se requiere adelantar una inversión social de calibre, principalmente en las áreas de conflicto, para acabar con el caldo de cultivo de la subversión. Fortaleceré la justicia, persistiendo en las políticas que para ella adelanta la administración Gaviria. No tendrán los diálogos políticos nacionales espacios en mi agenda gubernativa, a menos que quienes los propicien o deseen verlos realizados fortalezcan los músculos de una auténtica y sincera voluntad pacificadora. Jamás permitiré que esos diálogos se conviertan simplemente en instrumentos de protagonismo estratégico.
SEMANA: ¿Está dispuesto a transarse por un tiquete a la vicepresidencia?
D.T: No voy detrás del premio seco, sino detrás del premio gordo de la democracia nacional, para entregárselo a mi pueblo. Si en esta ocasión mi nombre no convocare las mayorías de la República, ello, debo repetirlo, no sería una catástrofe sino tan solo un aplazamiento de la victoria.