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EUTANASIA

Para no sufrir más, gobierno y Congreso decidieron matar a la reforma constitucional.

15 de enero de 1990

Desolación y caos: con esas palabras se puede definir el ambiente que dominaba, el jueves 14 en la tarde, el escenario político nacional. Al sentimiento de derrota que había invadido ocho días antes a los colombianos tras el bombazo contra las instalaciones del DAS, se sumaba el acelerado avance, en desarrollo del debate sobre reforma constitucional en el Congreso, de una propuesta para incluir, en contra de los deseos del gobierno y de las jerarquias de los partidos, el tema de la extradicion en un referendo el próximo año. Al presidente Virgilio Barco muchos le pedían, en público y en privado, su renuncia. Pero la crisis de liderazgo no lo afectaba sólo a él. Los ex presidentes Julio Cesar Turbay y Misael Pastrana se habían visto obligados a renunciar a sus cargos de jefe y asesor, respectivamente, del liberalismo y el social conservatismo, porque las bancadas roja y azul poco caso les habían hecho. Como tampoco se lo habían hecho a los precandidatos liberales Ernesto Samper, Hernando Durán y César Gaviria, ni al candidato conservador Rodrigo Lloreda, sus respectivos grupos parlamentarios. En fin, el país político era una nave al garete, cuyos pasajeros --el país nacional--temían por un inminente naufragio.
Sin embargo, y como por arte de magia, 24 horas después todo esto había cambiado dramáticamente. No sólo el hundimiento de la reforma--y con el el de la extradición en el referendo--rescataba, al menos en parte, el liderazgo del Presidente, de Turbay, de Pastrana y de los demás, sino que la muerte en combate con la Policía del numero dos del cartel de Medellín, Gónzalo Rodríguez Gacha, convertía el sentimiento de derrota en uno, si no de victoria, por lo menos de empate.

LOS TRUCOS DE GIRALDO

Pero, ¿que fue lo que pasó en esas horas? El jueves nadie parecia ver la luz al final del tunel. Para el presidente del Senado, Luis Guillermo Giraldo, todo era cuestión de tiempo. Como uno de los pocos amigos que le quedaban al gobierno en el Congreso, el jurista caldense tenía el encargo de demorar, cuanto más pudiera, el inicio y desarrollo del debate sobre reforma en la plenaria de la Cámara alta. "La reforma esta envenenada", había dicho el ministro de Gobierno, Carlos Lemos, al referirse a la inclusión de la extradición en el temario del referendo, que había propuesto y aprobado la Comisión Primera de la Cámara, luego la plenaria de esta corporación y finalmente, el miércoles, la Comisión Primera del Senado.
Giraldo comenzó la jornada cumpliendo con su tarea. En la edición de los Anales del Congreso no apareció en el orden de ese día el tema de la reforma. La costumbre indicaba que se debía imprimir una edición extraordinaria que incluyera los terminos de lo aprobado en la Comisión Primera, pero el jueves a los empleados de la imprenta se les dio la tarde libre. Por esa razón, algunos parlamentarios interesados en debatir el proyecto sacaron la edición extra a punta de fotocopias. Pero entonces Giraldo demoró más de hora y media el inicio de la sesión. Luego, algunos senadores que deseaban colaborarle pidieron un receso para esperar que se hiciera presente el ministro de Gobierno. Y asi se fue la tarde: entre recesos y cambios en el orden del día. La clave era llegar a la medianoche sin el proyecto aprobado, pues de ese modo este se hundiria. Teniendo en cuenta que en el Senado se le habían introducido modificaciones, el proyecto debía volver a la Cámara, tanto a comisión como a plenaria. Como la discusión consecutiva en una y otra no se podía dar el mismo día y como ya sólo que daban dos jornadas de sesiones, si el proyecto no era aprobado el jueves por la plenaria del Senado, ya no podría convertirse en Acto Legislativo.
Finalmente, se produjo el receso y la bancada liberal se reunio a puerta cerrada con el ministro Lemos. Este a diferencia de las oportunidades anteriores (ver SEMANA No. 396) en que se enfrento agriamente con los parlamentarios, les habló en forma amable y persuasiva. Se refirió no solo a los peligros que entrañaba la inclusión de la extradición en el referendo, sino a algo que quiza llegó más a los oídos de los senadores: que la renuncia de Turbay ponía en peligro la unidad liberal y la victoria del partido en las próximas elecciones. A la salida de la reunión, que duro cerca de dos horas, hubo humo blanco: no solo el ministro había convencido a casi todos de negar el referendo sobre extradición, sino que los había comprometido a aprobar esa noche el resto de la reforma. Pero esto último finalmente no se pudo cumplir. Algunos senadores liberales y la totalidad de la bancada conservadora rompieron el quorum por no estar de acuerdo con el arreglo con el ministro y, al levantarse la sesión, el proyecto quedó a las puertas de la tumba. De sus dos objetivos (hundir el referendo sobre extradición y pasar el resto de la reforma), Lemos solo había conseguido el primero. Pero no se podía quejar. Al día siguiente, el gobierno envio una carta a la presidencia del Congreso pidiendo que, en consideración a las circunstancias que vive el país, se aplazara la discusión, lo que coincidio con una propuesta del propio Giraldo y del conservador Hugo Escobar Sierra y determinó el entierro definitivo de la reforma. Como le dijo a SEMANA una fuente de la Casa de Nariño, "El proyecto estaba tan enfermo que había que aplicarle la eutanasía".

¿ QUIEN TUVO LA CULPA ?

Pero el final semifeliz que tuvo uno de los más enredados episodios de la historia política reciente no impide que muchos, dentro y fuera del gobierno, se lamenten de que haya fracasado el tercer intento en quince años por reformar una Constitución que necesita adecuarse a un país que poco o nada se parece al de 1886, o al de los tiempos de las dos reformas más famosas, las de 1936 y 1968. Se han perdido dos legislaturas completas con un proyecto que, después de haber sido presentado como carta de salvación nacional, recibió exequias de tercera.
Por eso mismo son muchos los que han comenzado a señalar culpables. Unos dirigen sus dedos acusadores en contra del gobierno y otros lo hacen en contra del Congreso. Al primero se le acusa de no haber sido capaz de liderar el proceso de cambio institucional. "El Presidente nunca cogio por los cuernos el toro de la reforma", comento un representante liberal.
Hay también quienes opinan que el gran pecado del gobierno fue haber priorizado el acuerdo con el M-19 por encima de la reforma misma, permitiendo así que la Cámara le metiera al proyecto todos los goles que quiso, a cambio de respetar todo lo relacionado con la integracion del M-19 a la vida civil. "Yo no tengo nada contra un acuerdo de paz como el que se hizo con el comandante Pizarro, pero me pregunto si es más importante desmovilizar a una guerrilla que ya estaba en las últimas que reformar la Constitución y abrir así los caminos de una pacificación mucho más amplia", le dijo a SEMANA un ex ministro liberal. En cuanto al Congreso, se le acusa de que, a pesar de que sus integrantes dijeron siempre que la reforma podía y debía moldearse en las Cámaras, no fueron capaces de demostrarlo.
Y aunque resultan bastante injustas las acusaciones en el sentido de que los parlamentarios son un juguete entre intimidado y comprado por el narcotráfico, la verdad es que, después de lo sucedido en las ultimas semanas, son muchos los colombianos que hoy están convencidos de que cualquier tentativa futura por reformar la Constitución debe hacerse por fuera del Capitolio.
Pero, independientemente de todo lo anterior, el hecho es que al gobierno le termino yendo muy bien. Logro presentar como un triunfo un enorme fracaso. El regocijo por el hundimiento del mico del referendo sobre extradicion hizo que se olvidara el luto por el hundimiento del proyecto político más importante de esta administración, al cual se le invirtieron más de dos años de esfuerzos y en el que el gobierno se jugo todo su prestigio. El Presidente estaba tan contento que llegó incluso a lucirse en un campo que no es el suyo: el de las respuestas a los periodistas. Interrogado entre decenas de micrófonos sobre si el gobierno consideraba que había ganado, respondio: "El gobierno nunca gana o pierde. El que gana o pierde es el país y lo que el gobierno tiene que hacer es ayudarle a ganar ".