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FALLA CON EXCUSA

La versión del atentado contra su vida, cierta o no, le sirve a 'Tirofijo' para valorizar su futura <BR>aparición en el proceso.

8 de febrero de 1999

Un observador desprevenido pensaría que pocos lugares podían ser más seguros en el mundo
para Manuel Marulanda que la plaza de San Vicente del Caguán el día de la instalación de las mesas de
diálogo. Dos mil hombres suyos, al mando de los más destacados jefes militares de las Farc, habían
patrullado desde el 20 de diciembre el pueblo, en el que no se movía ni una hoja sin que lo supiera el
'comandante Iván', quien, según la versión de algunos medios, maneja las avanzadas de seguridad para
los desplazamientos de 'Tirofijo'. Veinticuatro horas después de la salida de los últimos soldados del Batallón
Cazadores las Farc habían empezado una rigurosa inspección de San Vicente y de todas las personas que
ingresaron por aire, tierra o agua al pueblo. Las requisas fueron tan estrictas que los guerrilleros
revisaron hasta debajo de los tapetes de las camionetas blindadas que llegaron en un Hércules de la FAC
con el propósito de transportar al presidente Pastrana el 7 de enero. De la inspección no se salvó ni la
Alcaldía de San Vicente del Caguán. Poco antes de Navidad un grupo de 12 guerrilleros le pidió al
mandatario local que abriera la caja fuerte de su despacho. Dentro encontraron ocho revólveres 38 Llama y
varias cajas de munición. El alcalde les explicó que ese armamento había sido enviado por el alto
comisionado, Víctor G. Ricardo, para dotar a la policía cívica que se encargará de controlar el pueblo mientras
persista el despeje, pero que él había decidido que esa policía fuera un cuerpo desarmado y que por esa razón
había guardado en un lugar seguro los revólveres. Los guerrilleros quedaron satisfechos con la explicación
pero se llevaron las armas.
Todas estas medidas hicieron pensar a muchos que tanta seguridad lo único que auguraba era la presencia
de 'Tirofijo' en el acto del 7 de enero. Por eso la declaración reiterada de las Farc en el sentido de que su
asistencia no estaba confirmada sonaba para muchos como una última medida de seguridad y una forma de
garantizar la expectativa sobre la presencia del ya legendario líder guerrillero. Sin embargo, una semana antes
las Farc le habían comunicado a Víctor G. Ricardo que dos hombres sospechosos, que portaban armas
cortas, habían sido detenidos en el casco urbano de San Vicente del Caguán. Los guerrilleros no revelaron
la identidad de esos hombres pero dijeron que investigaban si eran agentes de inteligencia militar o
miembros de las autodefensas campesinas del jefe paramilitar Carlos Castaño. La cosa quedó de ese
tamaño hasta el 7 de enero, cuando 'Tirofijo' jamás hizo su aparición. Fue entonces cuando las Farc
explicaron que el plantón de su jefe al Presidente se debía a informaciones sobre la inminencia de un atentado
en contra suya en la ceremonia de instalación.

El francotirador
Los voceros de las Farc aseguran que un francotirador apostado junto a las bombas del acueducto
municipal dispararía contra Marulanda en el acto inaugural del diálogo. El acueducto está situado en un cerro
aledaño a la población y tiene línea visual directa con la tarima en la que se debieron encontrar el presidente
Pastrana y 'Tirofijo'. Por lo menos 1.800 metros separan en línea recta la tarima de las casetas del acueducto.
Aunque teóricamente es posible que un francotirador muy avezado logre hacer blanco a esa distancia, para
ello necesita además un arma especial de calibre superior a 5.56 milímetros y una mira telescópica de alta
precisión con tecnología de rayo láser. Apuntar a esa distancia y acertar equivale a matar una mosca en
pleno vuelo con un tiro de pistola. Un error de un milímetro a la hora de apuntar representa una desviación
mínima de seis metros con relación al blanco en el momento del impacto. Hasta ahora no han aparecido ni el
francotirador, ni el arma, ni la mira telescópica. Lo único que dicen tener las Farc son dos hombres con
armas cortas, que ni aun manejadas por un campeón de tiro pueden garantizar un blanco más allá de 100
metros.
En lo que las Farc tienen razón es que ni 2.000 hombres pueden garantizar la seguridad de un personaje
frente a un asesino suicida que lo quiera eliminar en un acto público. Los ejemplos abundan: el presidente
egipcio Anwar El Sadat fue acribillado mientras su ejército desfilaba frente a él. John F. Kennedy murió en
Dallas por la acción de uno o varios francotiradores que operaron con mira telescópica. Pero sin duda el
caso que se le pudo haber venido a la mente a 'Tirofijo' fue el del jefe revolucionario nicaragüense Augusto
César Sandino, muerto cuando se había incorporado a un proceso de paz. Tal vez por eso cuando el llamado
'comandante Romaña' puso al ex presidente nicaragüense Daniel Ortega a hablar con Marulanda por radio,
mientras Pastrana esperaba su llegada, 'Tirofijo' le decía que recordara a Sandino después de confesarle que
estaba cerca pero que no pensaba ir a San Vicente porque tenía una "mala corazonada de campesino". Sin
embargo, de una "mala corazonada" a un plan concreto para asesinarlo hay mucho trecho. El mismo riesgo
teórico lo corría Pastrana, quien, a diferencia de los 2.000 hombres de 'Tirofijo', sólo tenía con él a 60 policías.
Horas después, cuando la mayoría de los invitados había dejado San Vicente del Caguán con la decepción
de no haber visto a 'Tirofijo' refrendando con su presencia la voluntad de paz de las Farc, Ortega llegaba
hasta una finca llamada Amaya, en la vereda Jardín, a poco más de 10 minutos del casco urbano de San
Vicente. Allí, sentados frente a una rústica mesa de madera, estaban Manuel Marulanda y el 'Mono Jojoy'.
Este último le aseguró al líder sandinista que en la madrugada de ese 7 de enero había ido hasta San
Vicente para verificar las medidas de seguridad del camarada Marulanda. Según él, a esa hora le reportaron
movimientos sospechosos, por lo cual había recomendado que 'Tirofijo' no fuera al pueblo. Cuando a la reunión
se integraron el jefe de seguridad del presidente Pastrana, el mayor de la policía Roinel Chávez, y el
viceministro de Trabajo, Fabio Olmedo Palacio, los guerrilleros dijeron que el propósito no había sido dejar
plantado al Presidente, que ellos nunca confirmaron la presencia de 'Tirofijo' en el acto y que tenían
pruebas fehacientes del supuesto atentado que se planeaba contra la vida de Marulanda. Poco después éste
escribió de su puño y letra un mensaje para el Presidente ofreciendo las explicaciones del caso.

¿Desacuerdo ceremonial?
Nunca se sabrá a ciencia cierta si existió o no un plan para matar a 'Tirofijo' ese día. Pero aun si fuera verdad,
lo que salta a la vista es que las Farc le dieron un manejo político a la ausencia de su jefe máximo. Por un
lado 'Tirofijo' conservó su papel de instancia superior de la negociación mientras el Estado colombiano se
jugaba sus restos antes de comenzar la partida con la presencia del primer mandatario en la instalación.
Para muchos fue también diciente que el encargado de leer la carta de Marulanda fuera Joaquín Gómez, el
temido jefe del Bloque Sur de las Farc, autor de los más feroces golpes contra el Ejército, como Las Delicias,
Puerres y Patascoy. Gómez no es miembro del secretariado, es decir, no hace parte de los siete hombres
que mandan la parada en las Farc. En otras palabras, la contraparte del Presidente en un acto público que
presenciaba el mundo fue un jefe militar, importante sin duda, pero no de la más alta jerarquía. En las
organizaciones de corte militar, como las Farc, estos aspectos simbólicos que pueden pasar inadvertidos para
el común tienen una fuerza y un mensaje claro hacia adentro y hacia afuera de la organización. Por el
Estado estuvo el Presidente de la República y por las Farc habló lo que se podría asimilar a un comandante
de división.
Días antes de la instalación de las mesas el protocolo fue objeto de controversia. Las Farc pedían
desfile guerrillero, que el himno de su organización sonara inmediatamente después del himno nacional y
que el presidente Pastrana y 'Tirofijo' fueran recibidos en sendas calles de honor por los 60 policías de la
escolta de Pastrana y cientos de guerrilleros que harían las veces de 'guardias de corps' de Marulanda. Es
decir, 'Tirofijo' quería recibimiento y tratamiento de jefe de Estado. El desacuerdo sobre estos aspectos
ceremoniales podría haber influido en la decisión del jefe guerrillero de no asistir a San Vicente. La verdad
es que 'Tirofijo' no ha tenido problema en tomarse fotos con quienes han ido a sus campamentos. Pero una
cosa es actuar de local y otra de visitante. Es bien distinto que congresistas, defensor del pueblo y hasta
el propio Presidente acudan a su casa a que sea él quien deba ir a donde lo están esperando.
Los puntos que le cuestan ante la opinión pública su inasistencia a la instalación tienen sin cuidado al
líder guerrillero. El no es un hombre que mida su aceptación por encuestas como lo hacen los políticos.
Queda claro que Marulanda aparece cuando él quiere y bajo sus condiciones. También que el tema del canje
de los militares y policías secuestrados por guerrilleros presos le preocupa más que la iniciación de los
diálogos. Por eso, a diferencia del acto de instalación, ya se comprometió a ir el próximo 20 de enero a hablar
del polémico intercambio. Pero otra vez en su territorio. La versión del atentado es una buena excusa, quizá
mejor que la del pánico escénico por su edad, su presunta enfermedad de Parkinson o su escasa
destreza oratoria, pero sobre todo es un magnífico pretexto para valorizar sus apariciones en el proceso.