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La familia guatemalteca que envía poemas a un secuestrado

Sammia venció sus miedos por su hermano Julio Fernando Vargas, quien fue secuestrado en el 2012. Le escribe poemas, cuentos y cartas, con la ilusión de que le lleguen por algún medio.

25 de agosto de 2017

Por: Indalecio Castellanos

Una familia guatemalteca se ha aferrado a la poesía y a las historias para reclamar la libertad de Julio Fernando Vargas, secuestrado en septiembre del 2012 en el departamento del Meta, a dónde vino según su esposa Hilda Chacón, a concretar algunos negocios relacionados con la actividad ganadera.

Su hermana Sammia le escribió recientemente una poesía titulada El Portal, en la que imagina el momento en que  regresará.

“Porqué demoras el retorno,

vuelve a casa,

mi madre te espera en el portal como antorcha encendida,

es su esperanza en esta lucha por tu libertad”.

El próximo mes de septiembre se cumplirán cinco años del secuestro de Vargas y ante la incertidumbre y la falta de noticias sobre su suerte o su paradero, su familia se ha dedicado a enviar poemas a través de distintos programas de radio, como una manera de alimentar el espíritu dónde quiera que esté.

Ana María, otra de sus hermanas, le escribió un poema en el que habla de la tortura del cautiverio, la distancia y el tiempo que ha pasado.

“Dios bendiga el momento

cuando de nuevo mis ojos te vuelvan a ver,

que Dios ilumine el camino

por el cuál has de volver”.

Además Sammia escribió un libro de treinta minicuentos titulado por los Senderos de Caguán y en el que relata con dolor la tragedia que ha vivido su familia desde que un hombre identificado como Romeo Pazo contactó a su hermano y mediante engaños lo llevó a Villavicencio, en dónde fue secuestrado y entregado a uno de los frentes de las Farc.

“Fernando nos comentó que luego de años de trabajo necesitaba estar solo y descansar y pensó que el viaje a Colombia sería propicio, pero desafortunadamente terminó secuestrado”, le dijo Sammia a la Revista Semana.

Ahora que han pasado casi cinco años desde ese instante, su hermana relata en un minicuento que tituló Ironías, la angustia que debe estar pasando su hermano.

“Necesitaba un espacio y tiempo para meditar y el boleto de avión marcaba tres días de ida y vuelta. Qué ironía, el tiempo ha pasado y ya son más de cuatro años acá dónde el tiempo es lo que sobra, dónde el espacio me sofoca y el silencio profundo de la tierra me aterra. Nada de esto me basta. ¡Todo me falta! ¡Estoy secuestrado!”

Durante el próximo mes de septiembre voces de la poesía y el arte de Guatemala enviarán mensajes a Fernando, rogando por su libertad y reclamando que se sepa cuál es la suerte y el paradero de centenares de secuestrados en Colombia.

A pesar de la adversidad, los mensajes para Julio Fernando Vargas están cargados de esperanza, de aliento y de poesía que casi siempre habla de regreso.

Hasta una canción con ritmo llanero le compusieron a Nando, como le dice su familia, para pasarla por distintas emisoras con el secreto deseo de que pudiera escucharla justo el día de su cumpleaños.

La infamia

Julio Fernando Vargas vivía en Zacapa, una población de algo más de 50 mil habitantes que se conoce mundialmente por el famoso ron que lleva su nombre y que fue creado en 1976 para celebrar el centenario de su fundación.

Su familia lo considera como un emprendedor que desde los doce años empezó a trabajar en la empresa Hidecalhi, que su padre había fundado en esa zona ubicada a unos 170 kilómetros de Ciudad de Guatemala.

A los 15 años se puso al frente del negocio y entonces se encargó de todos los procesos de producción, empacado y distribución a todos los mercados del país.

En un libro que Sammia ha titulado “Crónicas de un sufrimiento”, dice que su hermano “llevaba siempre en la mente y en el corazón la misma visión de mi padre de crear fuentes de trabajo y motivar el logro de los sueños con luchas persistentes”.

Recuerda que una tarde en un restaurante de su propiedad le confesó que estaba planeando un viaje a Colombia y que pese a que una parte de la familia se oponía, él se sentía muy feliz de poder hacerlo pues era una buena oportunidad de hacer negocios y descansar.

“Se veía feliz y este sujeto que lo invitaba parecía como caído del cielo, así que emprendió el viaje solo para caer al siguiente día en manos de esta gente malvada, que cinco años después no nos ha dado ninguna noticia”, dice Sammia en el libro.

A finales del año 2012, su familia estuvo durante varios días en Colombia coordinado con las autoridades las labores de investigación y de búsqueda y llamando la atención en distintos medios de comunicación.

Pese a que se ofrecieron 100 millones de pesos de recompensa, que su esposa repartió volantes por distintos lugares de los llanos orientales y las selvas del sur del país y que las autoridades adelantaron distintas acciones para buscarlo, hasta el momento no se sabe que ha pasado con este empresario guatemalteco.

La única certeza es que no ha regresado y que en una primera llamada sus captores pidieron 13 millones de dólares por su rescate.

Versos para liberar el espíritu

Sammia recuerda que su hermano le dijo alguna vez en una reunión cristiana que debía perder ese carácter retraído que le hacía poner nerviosa para leer y orar en público y confiesa que a raíz del secuestro de su hermano en Colombia, se volvió más decidida.

“Esta lucha me ha motivado a escribir y para desahogarme  escribo poemas, cuentos y cartas, con la ilusión que le lleguen a Fernando por algún medio”, asegura.

Siente que la poesía le da vigor para contar su tristeza y sus vivencias y para llamar la atención sobre su drama.

El dolor le ha hecho escribir, por ejemplo:

“Pasan las horas, los días y los años

cambia la vida, también cambia el portal,

pero mi madre con esperanza viva,

espera verte a casa regresar”.

Saca tiempo de sus actividades comerciales, para escribir de la eterna espera y de las voces que piden a gritos libertad.

“Profunda soledad, silencio eterno,

Que gran vacío nos produce tu ausencia,

travesía que corta nuestras vidas,

negro viaje que demora tu retorno”.

Pero Ana María, su otra hermana, no se queda atrás y a pesar de la falta de noticias, es optimista y escribe confiando en el regreso.

“Cuando mis ojos te vean venir

bendito el señor Jesucristo

que hoy te permita salir

que quede atrás la tortura

la distancia y el tiempo

que hoy nos separa de ti”.

Los secuestrados

En medio del drama por la falta de noticias sobre centenares de colombianos secuestrados por las Farc y el ELN, conmueve la historia de este empresario guatemalteco.

Hace recordar el secuestro en enero del año 2000 en Santa Marta del joven  de origen palestino Mahmud Salem, de quien nunca se supo nada sobre su paradero, a pesar de los clamores de su familia y las acciones que en ese entonces adelantó ante las Farc, el propio jefe de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat.

Los gobiernos de Estados Unidos, Japón, Francia, Perú, República Dominicana, Ecuador, Holanda, Rusia, España y Canadá, entre otros, han reaccionado con vigor cuando ciudadanos de sus países fueron secuestrados en los últimos años por integrantes de la guerrilla y por delincuentes comunes.

Así como la guerrilla de las Farc no ha respondido por la suerte de guatemalteco Vargas, el Eln tampoco lo ha hecho con el ecuatoriano Marcelo Muñoz, secuestrado en Nariño en junio del 2013, ni por el ciudadano ruso, Voskanya Arcen Lebon, secuestrado el año pasado en el departamento del Chocó y quien se habría fugado de sus captores, sin que hasta el momento se sepa que pasó con él.

Desde Zacapa, la familia Vargas sigue pidiendo a las autoridades colombianas, al gobierno y a la guerrilla de las Farc, “que haya un poco de sensibilidad al dolor de tantos y que den respuestas claras sobre lo que ha pasado”.

“Somos una familia extranjera sufriendo el secuestro de un ser amado y ustedes como colombianos saben el dolor que causa”, expresa Hilda Chacón, la esposa del secuestrado.

Un secuestro no tiene nada de poético y sin embargo la familia Vargas sigue usando la palabra para llamar la atención sobre el caso de su hermano, mientras describen esas noches eternas, esas tardes oscuras y ese duro infierno, que significa la ausencia de Fernando.

Hilda le envía mensajes a través de los programas para secuestrados que se emiten en la radio colombiana y le reitera una frase cargada de amor infinito: te adoro mi ángel bello, besos al viento mi ángel y recuerda que te amo con toda mi alma”.

Sammia insiste en imaginar a su hermano pendiendo de un hilo en la inmensidad de la selva e incluso refleja lo que puede estar pensando en donde quiera que esté: “Acá conocí la soledad a pesar de tanta compañía y el terror a pesar de tantas municiones”.

Cree firmemente que Dios permitirá el regreso de su hermano aunque todos le digan lo contrario y sigue escribiendo para hacer público su dolor.

“Pensaba que el silencio y la soledad me bastarían, pero ahora me doy cuenta que solo me aniquilan y lo único que quiero es volver”.