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| Foto: Archivo particular

JUDICIAL

La versión de las FARC sobre plagio de niña

En un comunicado, esa guerrilla intenta explicar el secuestro de la hija del comandante de policía de Padilla, Cauca.

9 de junio de 2014

Un nuevo capítulo surgió en torno al secuestro que duró 12 horas y en el que la víctima era una niña de tan solo 11 años de edad, hija del comandante de la estación de Policía de Padilla, Cauca.
 
La macabra noticia de ese plagio ocurrido el pasado 29 de mayo y que culminó felizmente con la liberación de la menor gracias al cerco humanitario conformado por la comunidad y la guardia indígena, retornó a los titulares de prensa luego de que se hiciera pública una carta interna del secretariado de las FARC, mediante la cual el Bloque Occidental de esa guerrilla entrega su versión en torno a lo que “realmente ocurrió” con el secuestro de la pequeña. La carta tiene fecha del 3 de junio de este año.
 
“Aquí rechazaríamos, condenaríamos y sancionaríamos ejemplarmente la ejecución de una retención con fines financieros por parte de cualquiera de las unidades bajo nuestro mando, acción que está prohibida por el secretariado desde hace más de dos años”, dice el encabezado de la misiva interna de las FARC.
 
Básicamente el remitente de ese comunicado, que aparentemente es el jefe del frente subversivo que perpetró el secuestro de la pequeña, explica que la operación tenía como objetivo darle “un golpe de mano contra el comandante del puesto de Policía, el subintendente Víctor Cantoñí”. Como se recordará, Cantoñí es el padre de la niña secuestrada.
 
Agrega que el policía “sin duda un hombre valiente, resultó además dueño de una gran agilidad. Cuando los muchachos, vestidos de civil, intentaron hacerle el pare al vehículo, unos metros adelante del colegio donde se suponía había dejado la menor, el hombre se arrojó a tierra, disparando su arma de dotación contra ellos, y corriendo en busca de protección”.
 
Y explica que los guerrilleros, “en su afán por salir del lugar cuanto antes, abordaron el vehículo abandonado y emprendieron la huida. En ese momento se dieron cuenta que la hija del suboficial viajaba con ellos, en la parte de atrás”.
 
Esa versión de las FARC contradice las primeras declaraciones que dieron testigos de los hechos, donde se habló incluso que los secuestradores se bajaron de un carro y raptaron a dos niñas y una de ellas se les escapó. Sumado a lo anterior, en esas versiones nunca se habló de un cruce de disparos.
 
Por otro lado, esa guerrilla justifica la rápida reacción de la guardia indígena cuya acción permitió presionar la liberación de la niña y atrapar a los secuestradores, argumentando que “hay un hecho que nunca se difundió, y es que en toda la región existe una alerta general ante la presencia de una banda de ladrones de niños, que según se dice, extrae de sus cuerpos sus órganos para la venta. Fue eso lo que movilizó las comunidades negras e indígenas, a la misma guerrilla y a la milicia, en procura de su captura. Todos unidos en contra de semejante atrocidad”.
 
A continuación reproducimos el contenido completo del comunicado interno de las FARC, donde entregan su versión de los hechos.
 
El escándalo mediático, policial y político en torno a su presunto secuestro por unidades de las FARC-EP.

Del Estado Mayor del Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano llega al Secretariado Nacional la carta que publicamos a continuación:

Cordial saludo, camarada. Completamente de acuerdo con usted. Aquí rechazaríamos, condenaríamos y sancionaríamos ejemplarmente la ejecución de una retención con fines financieros por parte de cualquiera de las unidades bajo nuestro mando, acción que está prohibida por el Secretariado Nacional desde hace más de dos años.

Lo sucedido en el caso de la niña del escándalo fue en realidad lo siguiente:

Una de las unidades dependientes de nosotros estuvo trabajando en la planeación de un golpe de mano contra el Comandante del Puesto de Policía, el subintendente Víctor Cantoñí. Según nos informan, la inteligencia recogida determinó que el momento indicado para la acción eran las seis y media de la mañana, cuando el suboficial, tras dejar en el colegio a su pequeña hija, se trasladaba solo en un vehículo hacia su lugar de trabajo. Con esa idea en la cabeza elaboraron el plan y se propusieron llevarlo a cabo la mañana del 29 de mayo. Pero como dice el refrán, una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando.

El policía, sin duda un hombre valiente, resultó además dueño de una gran agilidad. Cuando los muchachos, vestidos de civil, intentaron hacerle el pare al vehículo, unos metros adelante del colegio donde se suponía había dejado la menor, el hombre se arrojó a tierra, disparando su arma de dotación contra ellos, y corriendo en busca de protección. Los muchachos, como se dice, quedaron viendo un chispero. Por fortuna, ninguno de ellos fue alcanzado por los disparos. Pero la situación se había vuelto en su contra demasiado rápido. No habían contado con que habría una balacera, ni menos con la rápida reacción de su objetivo.

En su afán por salir del lugar cuanto antes, abordaron el vehículo abandonado y emprendieron la huida. En ese momento se dieron cuenta que la hija del suboficial viajaba con ellos, en la parte de atrás. No había tiempo que perder, así que decidieron salir de la población a toda velocidad, y más adelante, cuando se sintieron seguros, detuvieron el vehículo frente a una vivienda rural y le entregaron la niña al civil que la habitaba. La alarma general por lo que todo el mundo interpretó como el secuestro de una menor, puso en movimiento toda la comunidad de la región.

Incluso a nosotros, que al enterarnos de la noticia, sin siquiera saber que se trataba de la hija del subintendente, dispusimos que unidades nuestras cubrieran sitios claves, a fin de conseguir su liberación y atrapar a los secuestradores. Es que hay un hecho que nunca se difundió, y es que en toda la región existe una alerta general ante la presencia de una banda de ladrones de niños, que según se dice, extrae de sus cuerpos sus órganos para la venta. Fue eso lo que movilizó las comunidades negras e indígenas, a la misma guerrilla y a la milicia, en procura de su captura. Todos unidos en contra de semejante atrocidad.

Esa era la situación cuando fuimos enterados que se trataba de los muchachos que habían ido a darle el golpe de mano al comandante del puesto de la Policía. Les había ido muy mal, no sólo porque casi los matan, sino porque sin quererlo se habían echado encima el escándalo por la niña. Ésta no tardó en aparecer, al igual que el vehículo involucrado en el caso. Ya nadie se interesó por explicar lo ocurrido. Lo único que contaba, como de costumbre, era caerle encima a las FARC con otra acusación más de las que son expertos nuestros enemigos. Ese fue el caso, camarada. Sin más por ahora.

Montañas de Occidente, 3 de junio de 2014.