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Ernesto Baez, Pablo Catatumbo, Iván Márquez, El Alemán, Diego Vecino y Jesús Santrich. | Foto: Archivo Particular

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Los detalles de un apretón de manos que parecía imposible

Dos contradictores acérrimos se sentaron juntos en la misma mesa: paramilitares y Farc. Aunque históricamente se les vio como polos opuestos, se convirtieron en un ejemplo tácito de que la reconciliación es posible. ¿Cuál es el trasfondo de la foto?

26 de julio de 2017

La foto publicada el sábado pasado cargaba un enorme y triste pasado. Las diferencias -aparentemente- irreconciliables se fundieron en un apretón de manos. Se percibió tan fácil. Cuántos miles de muertos, desplazados, desaparecidos y víctimas se habría ahorrado el país si el retrato de los exjefes paramilitares sentados junto a los excomandantes de las Farc se hubiera tomando unas décadas antes.

El 19 de julio de 2017 destronó la vieja realidad de Colombia en la Casa Provincial de los Jesuitas. Allí, separados por un par de metros en la mesa -al inicio de la reunión-, y distanciados por más de cinco décadas de conflicto, los dos mayores enemigos del Estado se sentaron frente a frente para sellar el primer acuerdo sobre la verdad.

Diego Vecino, Ernesto Báez y el Alemán se acomodaron al costado izquierdo de la mesa. Al otro lado, se ubicaron Pablo Catatumbo, Iván Márquez y Jesús Santrich que tomó la palabra para romper el hielo. "Un zorro le dijo a un loro", empezó el relato mientras todos escuchaban atentos la fábula de la que echó mano el exjefe guerrillero para distensionar el ambiente entre los principales representaciones de la visión política de ambos sectores. De un lado, conocidos negociadores de las Farc en Cuba y, del otro, exmiembros de las autodefensas de los Bloques Norte, Central Bolívar y las ACCU.

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Nadie lo vio venir. Primero, porque aunque el encuentro se llevó a cabo con viejos miembros de las autodefensas desmovilizados, la guerrilla en La Habana dedicó un capítulo completo de la negociación para hablar de la "necesidad de desarticular el paramilitarismo". De esa larga discusión, que en más de una oportunidad empantanó el avance de los diálogos, germinó la Unidad Especial de Desmantelamiento de las Organizaciones Criminales que se creará en la Fiscalía.

En segundo lugar, porque las Farc han insistido tanto en la necesidad de que el Gobierno despliegue "acciones concretas contra el paramilitarismo", más ahora que en las regiones se vienen denunciando las intimidaciones y asesinatos de líderes sociales, por eso un escenario como el que se presentó la semana pasada, fuera tan difícil de imaginar

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Con ese contexto, fue que a muchos tomó por sorpresa que con la bendición del padre Francisco de Roux y el constituyente Álvaro Leyva se lograra que "las partes asumieron el compromiso de hacer de la verdad plena el hito fundamental del proceso de reconciliación nacional. Esto, en atención a las víctimas y a la urgencia de acompañar al país en busca de caminos que permitan garantizar el logro de una paz estable y duradera", informaron ambos grupos de excombatientes a través de un comunicado.

Los coqueteos de los exjefes paramilitares comenzaron hace más de dos años. “Quiero ir a La Habana a estrecharle la mano a Iván Márquez”, dijo Freddy Rendón, el Alemán, en entrevista con María Jimena Duzán días después de hacer cumplido su condena de ocho años en la cárcel.

“Nosotros no tenemos rencores con aquellas guerrillas que hoy no son nuestras enemigas. Si nosotros podemos participar en el desarme de este país, lo haremos si el Estado lo permite. Bienvenida la Comisión de la Verdad, estamos dispuestos a ir para que se conozca lo que pasó”, agregó en ese momento.

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Aunque el mensaje nunca encontró respuesta, desde aquel entonces el excomandante del bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), con el que se enfrentó Iván Márquez en más de una ocasión, dejó ver su interés en el proceso que se cocinaba en La Habana.

"En las autodefensas hay un aire de que a ellos no les dieron importancia cuando dijeron que también querían participar en política. Se sienten traicionados en su proceso. Las Farc, por su parte, dicen ‘yo voy a contar la verdad pero que aquí pague todo el mundo‘", explicaron varios analistas a SEMANA.

Y es que, como dice un viejo proverbio, La verdad es la primera víctima de la guerra. Por eso, una de las columnas vertebrales del acuerdo con las Farc es la verdad sobre los horrores cometidos durante el conflicto y para ello es imprescindible que los paramilitares cuenten su parte. Esa búsqueda, para intentar entender lo que pasó en más de medio siglo, arrancó este martes que se abrió la convocatoria para elegir a los 11 integrantes de la Comisión de la Verdad.

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Serán cinco objetivos los que delinearán el rumbo de la comisión: 1) Conocer las graves violaciones que ocurrieron en Colombia por cuenta del conflicto. 2) Conocer el impacto desproporcionado que este tuvo en algunos grupos específicos como las mujeres, los líderes políticos o las comunidades étnicas. 3) Apreciar el efecto devastador que tuvo la violencia política sobre la democracia. 4) Entender la complejidad de las dinámicas de un conflicto largo. 5) Reconocer las responsabilidades en las que incurrieron los protagonistas y sentar las bases de la no repetición.

Ahí se fundamenta el significado que tiene el encuentro de la semana pasada: las piezas se alinean en busca de una paz completa que realmente consiga cicatrizar las heridas que, entre otros, dejaron los paramilitares. Según el informe ‘Basta ya. Colombia: memorias de guerra y dignidad’, los hombres comandados por Carlos Castaño, Jorge 40 y Salvatore Mancuso habrían cometido 8.902 asesinatos selectivos, 1.166 masacres con 7.160 muertos, 371 casos de tortura y sevicia, más de 1.000 niños reclutados y despojo o abandono de cerca de 800.000 hectáreas de tierra".

Pero las guerrillas no se quedan atrás. Aunque el informe no clasifica entre las Farc, ELN y EPL, lo cierto es que sobre sus espaldas pesan 24.482 secuestros, 3.900 asesinatos selectivos, más de 700 víctimas civiles en acciones bélicas, 854 ataques a poblaciones, 77 atentados terroristas, 343 masacres, más de 4.323 ataques a bienes civiles y despojo de cerca de 800.000 hectáreas de tierras, casi 4.000 niños reclutados.

"Es un hecho social con alta significación, pero es uno de muchos gestos posibles de cara a la reconciliación nacional. Es una actitud loable y que se da en el seno de la sociedad civil porque allí no hay presencia de ninguna autoridad gubernamental (...) hay un ejercicio de puente y facilitación de personas civiles. Es una reunión muy positiva y una buena noticia para el país", manifestó Álvaro Villarraga, director de Acuerdo de la Verdad del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Colombia necesita símbolos para empezar a creer que la transformación del conflicto es posible. Ahora que concluyó el proceso de dejación de armas es necesario ambientar al tránsito a unos territorios sin conflicto y gestos como el de la semana pasada, son una muestra del poder de la sociedad civil y todo lo que pueden construir una vez se ha ahuyentado la violencia. 

Viejas disputas

Fredy Rendón e Iván Márquez se enfrentaron a muerte por el mismo territorio. Ambos, como se sabe, se movían como peces en el agua en las profundidades del Urabá donde el exjefe paramilitar comandaba el bloque Élmer Cárdenas y el exguerrillero el bloque Caribe y el José María Córdoba.

Mientras las autodefensas tenían una presencia permanente en cascos urbanos y áreas rurales del Urabá antioqueño, cordobés y chocoano; la guerrilla se mantenía replegada a zonas selváticas. De hecho, una de las páginas más oscuras de la violencia en Colombia se escribió el 2 de mayo de 2002 en medio de un enfrentamiento entre estas estructuras cuando un cilindro cayó sobre el techo de la iglesia de Bojayá donde se resguardaban más de 119 personas.

Pero las vidas de estos dos excombatientes no son las únicas que se han cruzado. Las de Pablo Catatumbo y Ernesto Báez también tuvieron un punto de encuentro. Los secuestros realizados por comandos urbanos de las autodefensas de Córdoba y Urabá a familiares de miembros del secretariado de las Farc estuvieron disparados en la década de los noventa.

El primer secuestrado fue José Ricardo Sáenz, hermano de Guillermo León Sáenz, Alfonso Cano. Días después el turno le correspondió a Janet Torres, hermana de Pablo Catatumbo que fue asesinada en zona rural de Valencia (Córdoba). Corría el año de 1996 cuando se dieron los hechos. Aunque el exjefe paramilitar Ernesto Báez no es el responsable directo, fungía como miembro del Estado Mayor de las autodefensas.

Durante varios meses, Báez llevó la vocería en la mesa de negociación de las AUC con el Gobierno. Fue la cara más visible de las alas políticas de las autodefensas. Algo similar ocurrió con Pablo Catatumbo. El guerrillero fue uno de los artífices del acuerdo de paz que llevó al desarme definitivo de las Farc. Él, fue uno de los que tomó la vocería para seguir adelante una vez se supo que el máximo comandante de esa guerrilla Alfonso Cano había muerto en un bombardeo.

Diego Vecino también se cruzó en territorio con las dos cabezas visibles del bloque Caribe: Iván Márquez y Jesús Santrich. Aunque no se puede hablar de disputas o enfrentamiento directos, lo cierto es que los tres se movieron entre los Montes de María y toda la Serranía del Perijá. Cada uno desde su bando.

Sin duda, el reencuentro entre estos seis enemigos acérrimos "es un paso y un hecho simbólico y fundamental. Aunque, no se ha valorado en sus proporciones. Eso era impensable hace unos años en Colombia (...) Dos partes que fueron decididos enemigos ahora están viendo cómo van a contrubuir a la verdad teniendo como centro a las víctimas. Eso es decisivo en el proceso de reconciliación", apuntó el analista Teófilo Velásquez.