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Fernando, el deslenguado

Las salidas en falso del Ministro del Interior han puesto en aprietos al gobierno. ¿Se le acaba el aire a Londoño?

1 de marzo de 2003

Desde que se posesiono, hace tan sólo cinco meses, el fogoso ministro del Interior, Fernando Londoño, ha metido la pata una decena de veces. La última le costó una sentencia. El Consejo Superior de la Judicatura ordenó al número dos del gobierno rectificar en un lapso de 48 horas sus declaraciones contra Pedro Suárez Vacca, el juez de ejecución de penas de Tunja que liberó al capo Gilberto Rodríguez Orejuela en noviembre pasado.

Londoño dijo "Estoy convencido de que estos señores, con su gigantesco poder económico, están produciendo un resultado judicial que no está de acuerdo con las evidencias que obran en los procesos". La mayoría de los colombianos están de acuerdo con esta afirmación y la cosa no hubiera pasado a mayores de no ser por la siguiente salida del Ministro. "Este juez es un miembro muy obsecuente del bufete de abogados al servicio del cartel de Cali". Esta declaración, a diferencia de la anterior, era verificable y resultó no ser cierta. Eso fue lo que enredó al Ministro. Suárez aprovechó el error factual de Londoño e interpuso una acción de tutela contra el Ministro por violación de los derechos fundamentales a la honra y al buen nombre, y la ganó. A esta derrota judicial Fernando Londoño respondió con sarcasmo: "Si tengo que decir que el juez Suárez Vacca es el jurista más eminente que Colombia ha producido, eso diré". En medios judiciales la actitud del Ministro ha sido considerada una falta de respeto con la justicia a cuya cabeza se supone que está.

Sin embargo no es lo mismo acusar genéricamente a las ONG y a los partidos verdes de "comunistas" que desconocer con apuntes irónicos un fallo de una alta corte. A Londoño tantas salidas en falso le están quitando margen de maniobra como Ministro de la política y lo están desgastando ante la opinión pública, los políticos y el propio gobierno. A cada intervención fallida salta otro funcionario del Estado y, muy diplomáticamente, lo desmiente.

Ante las declaraciones al diario El Tiempo sobre la ausencia de arbustos de coca en el departamento del Putumayo el general Jaime Vera, director de Antinarcóticos de la Policía, emitió un comunicado, en el que reconocía 1.297 hectáreas de cultivos ilícitos en esa región del país. Además, tanto el alcalde de Puerto Asís, Manuel Alzate, como el gobernador del Putumayo, Iván Guerrero, controvirtieron las audaces afirmaciones del Ministro. Pero eso no fue todo.

Desde antes de tomar posesión ya Londoño tenía a la Corte Constitucional en su mira. "La Constitución de 1991 hizo cosas graves pero la Corte las ha hecho mucho peores", dijo en un foro de la Universidad Militar Nueva Granada. Por eso los enfrentamientos con el Poder Judicial no constituyeron sorpresa alguna. En la primera semana de gobierno el Ministro le dijo a la Corte Constitucional que sólo debía revisar el decreto de conmoción interior en temas de forma. Que se lo enviaba "por pura cortesía". Al día siguiente el gobierno se retractó y reconoció el papel de la Corte en el proceso.

A comienzos de este año los magistrados le devolvieron al gobierno el proyecto de referendo porque faltaba la sanción del presidente Alvaro Uribe. Así, a pesar de la urgencia de activar la campaña para uno de los temas más importantes de la agenda de este año del primer mandatario, un error procedimental le hizo perder tiempo al gobierno. Londoño ha dejado saber su desacuerdo con el procedimiento utilizado; sin embargo, sobre él recae toda la responsabilidad política del proyecto.

Un caso parecido sucedió con el proyecto de reforma a la justicia. Tras muchos bombos y platillos el Congreso le devolvió en octubre pasado un texto que, entre otras medidas, restringía el poder de la Corte en el estudio de las tutelas. Sin título ni exposición de motivos, la transformación del sistema judicial, uno de los temas consentidos de él como experto abogado, terminó retirado del trámite.

Londoño ha ampliado sus choques con el Poder Judicial a la esfera económica. A mediados de octubre los analistas económicos anunciaron el freno a la escalada alcista del dólar. En ese momento el Ministro afirmó: "Si no hacemos las reformas perderemos el apoyo internacional y de ahí a un corralito como el argentino sólo hay un paso". ¿Resultado? El dólar subió durante unos días.

En los temas del referendo, el narcotráfico y la guerra contra la subversión, por un camino transita el primer Ministro del gabinete y por otro, muy diferente, el presidente Uribe. Para aquél los abstencionistas son unos "demócratas de pacotilla", el narcotráfico se acabará este año y la guerrilla no tendrá cómo financiarse en 2004. Mientras tanto, para el primer mandatario, hay que darle garantías a "todo el mundo" en el debate del referendo, los cultivos ilícitos no desaparecerán en el corto plazo y habrá que tener serenidad en los resultados de la política de seguridad.

A la luz de estas dos voces tan disonantes una pregunta ronda el ambiente político en estos días: ¿Se le está acabando el aire al ministro Londoño?

El Lott colombiano

Los gaffes, esas metidas de pata de las figuras públicas, han acompañado desde siempre al ejercicio contemporáneo de la política. Las figuras públicas también tienen derecho a equivocarse o cometer algunos lapsus. En algunas ocasiones no han pasado de simples anécdotas de presidentes que confunden el nombre de los países que visitan. Pero, en otras, han acabado con trayectorias políticas.

El más reciente caso es el del senador estadounidense Trent Lott. Después de las elecciones de mitaca, el segundo hombre más importante del Partido Republicano y mano derecha del presidente George W. Bush hizo unos comentarios racistas en la fiesta de cumpleaños de otro legislador. La presión de la oposición demócrata, los medios de comunicación liberales, como The New York Times, y políticos de su propio partido obligaron a Lott a renunciar a ser el líder de la mayoría republicana en el Congreso de Estados Unidos.

No obstante Londoño está muy lejos de sufrir el mismo destino de Trent Lott. Al presidente Uribe no parecen molestarlo mucho las críticas contra su Ministro del Interior. A pesar de sus rectificaciones y desmentidos el primer mandatario nunca ha emitido públicamente ningún comentario contra Londoño ni ha dado muestras de querer salir de sus servicios. "Londoño todavía tiene su hinchada y al Presidente le conviene el juego de darle contentillo a la derecha mientras él se queda en el centro", dijo un congresista a SEMANA.

Pero, sin importar si Londoño tiene el respaldo irrestricto del jefe del Ejecutivo, sus actuaciones de rueda suelta han causado en más de una ocasión choques de trenes con otros poderes públicos. "El ministro Londoño, al personalizar las discusiones, contribuye a la desinstitucionalización del Estado. Un ministro no puede responder sarcásticamente a la recuperación de la honra del juez mediante mecanismos legales", afirma el analista Pedro Medellín.

En todo caso, a estas horas, ni el país ni el presidente Uribe ni el propio Londoño pretenden que el ministro va a cambiar de personalidad de la noche a la mañana. El hombre ecuánime, prudente y humilde que sus enemigos desearían ver a la cabeza de las carteras de Interior y Justicia no aparecerá mientras no haya cambio de ministro. Y a pesar de que el ex presidente Ernesto Samper en una entrevista virtual con Yamid Amat pronosticó que esto iba a suceder pronto, no parecería que estuviera tan bien informado como dice.

Uribe le dijo al país que la totalidad de sus ministros iban a durar cuatro años. Esto corresponde más a la ilusión de un presidente estrenándose que a la realidad política. Habrá muchos cambios de ministro en este gobierno y Londoño no parece estar de candidato entre quienes saldrán en la primera camada. Y hablando de candidato, el fenómeno Londoño de los primeros días de gobierno llevó a muchos a pensar que este brillante y controvertido abogado podría ser el continuador de la obra de Alvaro Uribe. Pero su falta de ponderación y su lengua desbocada han convencido a muchos en apenas seis meses que esa posibilidad no acabará siendo más que una ilusión transitoria.