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PERFIL

Francisco de Roux, el apóstol de la paz

Considerado uno de los ases en el proceso del postconflicto en Colombia, el papel de este sacerdote jesuita será clave para esclarecer la verdad de lo ocurrido en un conflicto armado de más de 50 años.

17 de julio de 2017

Por: Diego Olivares

El día que mataron a Carlos Pizarro, excandidato a la presidencia de Colombia por el M-19, trascendió que el siguiente objetivo de los violentos era el sacerdote Francisco De Roux.

“Antes de la muerte de Pizarro existía una gran sensación de esperanza y alegría, luego mucha frustración”, recuerda Yolanda Zuluaga, amiga muy cercana al padre De Roux, quien debió marchar al exilio por poco tiempo.

El 14 de julio de 2015 el padre Francisco José de Roux Rengifo (Cali, 5 de julio de 1943) recorrió de norte a sur y de oriente a occidente un mapa de Colombia dibujado con tiza sobre las baldosas de la Plaza de Bolívar, justo enfrente del Palacio Liévano, sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Se trataba de un recorrido que podía hacer de memoria luego de pasar buena parte de su vida transitando por caminos recónditos de un país rehén de sí mismo, aquel que permaneció inmerso en medio de un agotador conflicto armado que parecía no tener fin.

"Nos esperamos todas y todos hoy a las 5 p.m. en la Plaza de Bolívar para el ACTO DE FE POR LA PAZ. Porque creemos en nosotros y en DIOS. Indígenas y afros, judíos y musulmanes, cristianos, creyentes en el ser humano. Hoy a las 5 p.m. por el Espíritu y La Paz, Plaza de Bolívar. Por la paz esperamos también a los Budistas y a quienes sin creer en Dios creen en el ser humano y aman la vida", tuiteaba ése día en su cuenta @FranciscoDeRoux.

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Un fuerte viento hizo volar las hojas de los guayacanes que yacían en el suelo. El cielo gris y los ladridos de tres perros presagiaban el ataque inminente a la finca de descanso de la familia De Roux Rengifo, ubicada en la vía que va de Cali al Pacífico. Allí pasaban las vacaciones escolares.

Todos los hermanos y primos de Francisco De Roux que para entonces estaban entre los siete y los nueve años  salieron despavoridos a esconderse detrás de los árboles. Él no.

Poseído por una extraña serenidad, Francisco se puso de rodillas sobre la hierba, mientras hacía sonar los dedos para tranquilizar a los perros. Esa misma calma es la que le ha permitido confrontar, con diálogo, a quienes han tomado las armas.

Vida de un jesuita

Francisco es sobrino del exministro de Guerra, Ignacio Rengifo Borrero, quien el 6 de diciembre de 1928 dio la orden para dar inicio a lo que más tarde se conoció como La masacre de las bananeras, así como heredero de una de las familias principales del Valle del Cauca, cuya gran influencia política y económica trasciende hasta nuestros días.

La madre del sacerdote, Enriqueta Rengifo, era también muy cercana al también sacerdote jesuita Pedro Arrupe, Prepósito General de los Jesuitas o Papa Negro, como es conocida la máxima autoridad de esa comunidad religiosa en el mundo, quien dirigió esa organización eclesiástica entre 1965 y 1983 en Roma y había sobrevivido al ataque de la Bomba Atómica en Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

El trabajo social de la señora Enriqueta hizo que su hijo decidiera  ingresar al Seminario en la Ceja  (Antioquia) a los 15 años, para luego regresar y graduarse como bachiller. Hechos que sumados a tener un tío que se desempeñaba como miembro de la Compañía de Jesús, Rodolfo Eduardo De Roux, resultaron fundamentales a la hora de decidirse por tomar los hábitos.

Tercero de siete hijos, varios de sus hermanos han ocupado cargos destacados, como Gustavo, quien se desempeñó como Ministro de Salud en el gobierno de César Gaviria Trujillo, o Carlos Vicente, Concejal de Bogotá y quien ayudó a destapar el escándalo del Carrusel de contratación.

Pese a haber nacido en una de las familias más prestantes de Cali, Francisco optó por la sencillez, premisa de la exigente formación jesuita, una vez se estableció en Bogotá en 1968 con la intención de cursar estudios de  Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana.

A principios de los años 70, como General de los Jesuitas, Arrupe decidió realizar un diagnóstico sobre la realidad que atravesaba la Comunidad de los Jesuitas en toda América Latina.

Para el caso de Colombia, la investigación terminó encomendándosele a Francisco De Roux, como parte de la labor desarrollada por los Centros de Investigación y Acción Social (CIAS), cuya labor generó una gran prevención porque terminó asociándose a la Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA). Esto motivó el cambio de nombre a principios de los años 70 por el de Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep).

De Roux decidió hacer una Maestría en Economía en la Universidad de los Andes, antes de terminar la carrera de Teología; motivo por el cual su ordenación se aplazó hasta 1975, cuando recibió su baño de fuego sacerdotal.

Luego de ser declarado presbítero se vinculó al Cinep, institución en la que desarrolló diversos proyectos de Empresas Comunitarias, para luego realizar un Doctorado en Economía en la Universidad de la Sorbona en París.

Posteriormente, entre 1980 y 1981 terminó su Maestría (RFS) en el prestigioso London School of Economics and Political Science (LSE) de donde han egresado personalidades como, David Rockefeller, Antony Giddens, Loyd Grossman, Óscar Arias Sánchez, Thomas Piketty, Zygmunt Bauman y Juan Manuel Santos.

De regreso en el país, De Roux no se había olvidado del Cinep y pasó a desempeñarse como Subdirector e Investigador desde 1982 hasta 1986, aunque durante un corto periodo se vinculó a Planeación Nacional para trabajar en el diseño del desarrollo de los Planes Nacionales de Rehabilitación (PNR).

Si bien contempló la posibilidad de quedarse trabajando allí del todo, muy pronto concluyó que podía ser muy desalentador permanecer vinculado a una entidad en la que algunos políticos tenían intereses de cuotas burocráticas.

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Carlos Vicente recuerda que su hermano sufrió un accidente muy grave que casi le cuesta la vida. Una amiga de su hermana estaba en Colombia y su papá decidió enviarle una encomienda. Por el afán con que salió el sacerdote dejó olvidado el casco, y minutos más tarde terminó chocando su moto a la altura del centro comercial Los Héroes.

En medio de su delirio, Francisco se limitó a identificarse como sacerdote de la Compañía de Jesús. Estuvo delicado de salud a lo largo de un mes completo. No obstante, Manuel Ramiro Muñoz, conocedor de la Comunidad Jesuita, reconoce que el accidente terminó siendo catalogado como un atentado, por lo que le recomendaron no volver a movilizarse en moto.

“Tuvo una conmoción cerebral y casi pierde la vida”, precisa el sacerdote. “Se fue a vivir al barrio más pobre cerca de la Javeriana, con Carlos Vasco y Manuel Uribe, quien fue el director del Cinep en aquella época, y terminó convertido en una especie de atracción mística para los integrantes de la Comunidad de Jesuitas que habían escuchado hablar de él”.

En 1986 De Roux logró ascender a director del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús y se desempeñó como director del Cinep desde 1987 hasta 1993. Entre tanto, durante el gobierno de César Gaviria colaboró en diversas iniciativas y actividades por la paz en el país.

De acuerdo con un reconocido sociólogo colombiano, quien prefirió reserva de su nombre, cuando era director del Cinep, las señoras adineradas de Bogotá, lo llamaban el Pájaro Espino porque se trataba de una persona inteligente, físicamente atractiva e intelectualmente preparada, además de provenir de una familia pudiente. Francisco solía celebrar misa en los barrios pobres para luego terminar almorzando en el Palacio de Nariño con Gaviria.

Como director de aquel tanque de pensamiento, crecieron sus intereses e inquietudes por los temas sociales, además de analizar la realidad y producir una serie de artículos encaminados a generar acciones sociales.

El sacerdote Javier Giraldo lo recuerda como un hombre valioso que siempre ha tenido como prioridad en su vida la búsqueda de la paz en muchas de las regiones en las que el Estado solo ha hecho presencia con las fuerzas militares.

La vida por la paz

Ana Teresa Bernal, gestora de diversas iniciativas de paz y ex Alta Consejera para las Víctimas de Bogotá, recuerda que para la primera Semana por la Paz, celebrada  en 1985 en Bogotá, hay una anécdota sobre un grupo de niños que querían movilizar para que apoyaran el Manifiesto por la Paz.

Ese acto se desarrolló poco después de la toma del Palacio de Justicia, y los menores crearon una gran pancarta que contenía un dibujo en el que estaba un tanque de guerra que quería entrar al Palacio de Justicia y donde un guerrillero y un soldado se daban la mano en son de paz y amistad.

Bernal recuerda que se hizo un trabajo muy importante para movilizar unos 50.000 niños a dicho lugar, pero la noche anterior las autoridades prohibieron la actividad.

Bernal y De Roux, decidieron encontrarse a las cinco de la mañana en el Cinep y ella le expuso que la actividad se realizaría porque tenían meses trabajando por ese encuentro y los niños estaban muy ilusionados.

Ella fue categórica: “Si quieren llevarme presa, que lo hagan, pero nosotros dos no tenemos nada que ocultar”. “Sí la llevaban presa a ella, pues que nos lleven a la cárcel a los dos”, respondió De Roux con contundencia.

Más de 50.000 niños entregaron la bandera y el dibujo al entonces Procurador General de la Nación, Horacio Serpa Uribe, además de un manifiesto de sueños infantiles por la paz. La Policía se negó a desalojar la Plaza de Bolívar.

Luis Sandoval, columnista del diario El Espectador y quien  ha colaborado en diversas iniciativas civiles por la paz como Viva la Ciudadanía y RedePaz, rememora que en noviembre de 1993 después de lanzar la red de iniciativas nacionales de paz, en su calidad de  Ministro de Defensa Nacional, Rafael Pardo anunció que en 18 meses se acaba la guerra integral y ante esa propuesta, De Roux creó la iniciativa de la construcción de la Paz Integral.

El acontecimiento dio pie a la creación de una convocatoria para realizar una marcha que saliera desde el Parque de Las Nieves –centro de Bogotá- en medio de un aguacero monumental.

De Roux tenía los pies descalzos, y en el transcurso de la movilización contagió al resto de las personas convocadas. “Ni un hombre, ni una mujer y ni un peso más para la guerra”, gritaban. La iniciativa logró movilizar millones de personas y en 1993 se conforma la bandera de la paz integral.

Corrían los primeros años de la década del 90 y una entrañable amiga de Francisco de Roux, Yolanda Zuluaga recuerda que la vida del sacerdote siempre ha estado en riesgo.

Pese a que Enrique Buendía y a Ricardo González resultaran asesinados en septiembre de 1993, una línea del grupo guerrillero del ELN conocida como Corriente de Renovación Socialista (CRS) prefirió la desmovilización y el Programa por la Paz, que ayudó a crear De Roux, estuvo presto a entregar sus buenos oficios.

“Lo que la comisión buscaba era darle recomendaciones al gobierno para que protegieran a los que se desmovilizaron. Salvaron ese proceso y por eso nosotros tenemos una gratitud enorme con Francisco De Roux”, afirma León Valencia, columnista de Revista Semana y director de la Fundación Paz y Reconciliación.

Una lechuga para la paz

Luego de la llegada de los Jesuitas a Colombia por Cartagena de Indias en 1567, tras remontar la cordillera y arribar a Bogotá el 27 de marzo de 1599, la comitiva a cargo del sacerdote Alonso de Medrano, comenzó a trabajar en la creación de utensilios para los oficios religiosos.

Uno de ellos llegó a ser conocida como La Lechuga, una custodia que sería ejemplo de aquella época de inconmensurables riquezas y arte religioso del periodo colonial que reposaba en la Iglesia de San Ignacio.

El padre Javier Giraldo, recuerda que esa joya de la colonia fue vendida por la Comunidad en 1987 al Banco de la República en $413 millones de pesos, y que con ese dinero se creó el Programa por la Paz.

Con el Cristo de espaldas

El asesinato de Silvia Duzán, junto con otros tres líderes de la organización, el 26 de febrero de 1990, fue un duro golpe para el sacerdote, quien ofició el sepelio, recuerda Amparo Cadavid, amiga y actual Decana de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad  Minuto de Dios.

Silvia era Economista de profesión y desarrollaba un documental para el Canal 4 de Inglaterra sobre el primer laboratorio de paz en Colombia sobre la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC).

Sus amigos más cercanos reconocen que De Roux sufre en carne propia cada asesinato de líderes campesinos e integrantes de la comunidad; tal como ocurrió con el sacerdote Sergio Restrepo, en Tierra Alta (Córdoba) en 1989 o el del exsacerdote Mario Calderón, esposo de la investigadora del Cinep, Elsa Alvarado, de quienes el pasado 19 de mayo cumplieron 20 años de su asesinato, junto a Carlos Alvarado, papá de la investigadora.

Magdalena Medio, región de la furia

Con una extensión de 50 mil kilómetros cuadrados el Magdalena Medio tiene más de dos veces el tamaño de la república de El Salvador. Además, la proporción de asesinatos es también comparable, pues el Magdalena Medio tiene una población que no pasa de los 800 mil, mientras que El Salvador -uno de los países más densos del mundo- tiene un poco más de 4 millones de habitantes, según lo recordara Gabriel García Márquez en el prólogo a un libro escrito por Germán Santamaría en 1987.

Corría el año de 1994 en Colombia y el Magdalena Medio se encontraba en una diáspora y ola sangrienta que se prolongaría hasta 2005. De Roux ya conocía Barrancabermeja, zona petrolera y escenario de un sin fin de eucaristías en memoria de los cientos de personas que morían asesinadas año tras año.

Ricardo Lara Parada, un exguerrillero del ELN, quien decidió salirse de ese grupo armado y desarrollar una vida política lanzándose al Concejo de Barrancabermeja terminó asesinado por ese mismo grupo guerrillero durante la semana que ocurrió la tragedia de Armero en 1985 porque no estaba de acuerdo con muchas acciones desarrolladas por ese grupo insurgente.

De Roux fue acompañado por los sacerdotes Ignacio Rosero y Eduardo Díaz, quienes durante la eucaristía no dudaron en cuestionar el hecho, puesto que se trataba de uno de los fundadores del ELN junto con Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón Reina.

En 1994 la entonces Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol y la Unión Sindical Obrera (USO), llegaron a un acuerdo dentro de la Convención Colectiva y le solicitaron a De Roux que realizara un diagnóstico sobre el Magdalena Medio. La estatal petrolera  asumió el pagó en su totalidad.

A partir de una labor de diagnóstico realizada en 30 poblaciones que identificaron al río y al petróleo como referencias vitales, se mapeó la realidad con municipios desde el sur de Bolívar, pasando por Santander, así como Antioquia y el sur del Cesar, con  centro gravitacional en Barranca.

Considerada la segunda ciudad más importante del departamento de Santander, Barranca cuenta con la refinería petrolera más importante del país, y pese a los 40 grados de temperatura De Roux acostumbraba trotar por más de una hora en pleno medio día, para luego continuar con una rutina que podía iniciar a las 4 de la mañana.

El sábado 16 de mayo de 1998 la violencia se ensañó con el puerto durante una noche eterna acompañada de lluvia en la que 50 hombres armados se pasearon como Pedro por su casa a lo largo de El Campín, Villa Arelis, 9 de abril, Divino Niño, Campestre y el sector del Retén, todos barrios de humildes trabajadores.

Comandada por Mario Jaime Mejía, Alias El panadero, por orden de Camilo Aurelio Morantes, jefe de las Autodefensas de Santander y el Sur del Cesar (Ausac), el saldo de aquella incursión paramilitar dejaría 25 desaparecidos (21 hombres, una mujer y tres hombres), así como siete personas acribilladas mientras departían en pequeñas tiendas, además de un bazar que tenía lugar en una cancha de fútbol.

De Roux no fue indiferente ante aquellos hechos. Recorrió la ciudad en diversas marchas, alzando la voz a través de sus reflexiones en periódicos como Vanguardia Liberal o La Noticia, aparte de editoriales en La voz del petróleo, una de las emisoras de mayor audiencia en la población; así como en actos públicos y eucaristías en memoria de aquellas personas asesinadas por ser supuestos colaboradores de la guerrilla.

Sus columnas en El Tiempo, fueron definitivas y señalaron el camino para diversos procesos sociales en Colombia.

“Parte de la solución en Colombia estaba en crear empresas que estuvieran controladas en su producción y no fueran simples peones”, destaca Carlos Lozano, director del Periódico Voz.

El trabajo por parte del padre Francisco ha sido tan influyente, que hay quienes dicen que el concepto de Responsabilidad Social Empresarial en Colombia se le debe a él. Desde hace 25 años, de Roux ha ayudado  a direccionar a obras sociales recursos millonarios de empresas como ISAGEN, Ecopetrol, entre otras, complementa Amparo Cadavid.

En los más de 20 años que cuenta el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, PDPMM, Francisco de Roux no sabe a cuántos colaboradores ha sepultado.

Uno de los casos más dolorosos fue el de Alma Rosa Jaramillo, una abogada cartagenera que estuvo vinculada al trabajo de la defensa de las comunidades en el Magdalena Medio y que fue asesinada por paramilitares.

Ella había sido Secretaria Jurídica del municipio de Regidor en Bolívar y se convirtió en coordinadora y lideresa del Programa en el Magdalena Medio.

Alma Rosa era una mujer alegre y muy solidaria con la comunidad en la que trabajaba desde la base que estaba en el municipio de Morales, desde donde decidió luchar para que no terminaran despojando a cientos de campesinos que fueron expulsados de sus tierras, además de descubrir que el juez del pueblo era quien  estaba detrás de los robos masivos.

“Francisco de Roux quedó muy triste por la manera cómo asesinaron a Alma Rosa, pero permaneció en silencio porque sabía que desde el PDPMM no se hicieron las suficientes acciones para tomar medidas que preservaran la vida”, asegura Ubencel Duque, exdirector del Programa.

Después de la pérdida de Alma Rosa comenzaron a asesinar más líderes en municipios como San Pablo, en Bolívar y Landázuri en Santander. Luego vino el crimen de Cecilia Lazo y su hija de 13 años en San Alberto, Cesar, y después el de Lilia en Sabana de Torres y también el de Beatriz Monsalve en el Bajo Simacota.  

“Él es muy coherente entre lo que dice y hace. Es un hombre sencillo que nunca hace alarde de sus relaciones y conocimientos y su sencillez atrae. Siempre se pone al nivel de la gente y lo que sabe lo pone al lado de las personas desvalidas. Se le reconoce su trabajo por aquellos a quienes se les han violado sus derechos. Es una persona de paz”, destaca Soledad Jiménez.

Entre la espada y la pared

Corría junio de 2005 y en la vereda Alto Cañabraval del municipio de San Pablo, sur de Bolívar, se desarrollaba un encuentro con diferentes líderes sociales y agrarios, como palmicultores y cacaoteros. A las 4 y 30 de la mañana ingresaron unos 300 hombres de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

El propósito era identificar una supuesta decena de guerrilleros infiltrados, que según Alias El Profe se encontraban allí: Myriam Villegas, exdirectora del Incoder; Andrés Gil, director de la Asociación Campesina del Valle de Cimitarra y Manuel Rentería, en compañía de integrantes de la Defensoría del Pueblo, así como de César Jeréz, quien desarrollaba un intenso trabajo con la Zonas de Reserva Campesina en el Catatumbo.

Francisco de Roux decidió intervenir y durante cinco minutos trató de explicar que ese era un encuentro de hombres que trabajaban el campo y amaban la vida, a lo que Alias El Profe respondió con tono burlón en que ahí había muchos guerrilleros camuflados.

Como para los diversos grupos de guerra en este país la palabra neutralidad no tiene validez, el ELN instauró el desarrollo de un juicio a De Roux por las diversas actividades que su programa ejercía en el Magdalena Medio, en donde ese grupo armado cuenta hasta hoy con una gran influencia.

Para Víctor de Currea Lugo, el ELN es muy crítico de De Roux y tienen cierta prevención hacia él, porque les resulta incómodo. No lo ven con buenos ojos porque les resulta una persona que los cuestiona a un nivel de la razón de su accionar. Tanto así que no fue bien reciba la idea en que De Roux se intercambiara por el político del Chocó, Odín Sánchez, quien permaneció secuestrado en las profusas y densas selvas de ese departamento durante nueve meses.

Otros conocedores de las negociaciones con el ELN como Luis Eduardo Celis, aseguran que De Roux es una figura pública con mucho reconocimiento, gracias a que ha estado en labores humanitarias de liberación de secuestrados, y aunque se trata de una persona de buen recibo en la Casa de Nariño resulta  extraño que el ELN no lo haya tenido en cuenta dentro del equipo de facilitadores.

Las acusaciones por parte del ELN que lo llevaron a realizarle un juicio político que consistía en que los campesinos estaban trabajando de manera muy estrecha al tiempo que retiraran sus afectos hacia ese grupo guerrillero.

Francisco De Roux defendía la tesis del desarrollo social por medio de la sustitución de cultivos ilícitos que además contaba con el respaldo de los líderes comunales, por los que a los guerrilleros no les quedó más remedio que dar un paso al costado, hasta reconocer que él era un líder nato y sin agendas políticas o cálculos electorales.

De Roux no solo había sido cuestionado y señalado por los grupos guerrilleros sino por los paramilitares, tal como lo recuerda Myriam Villegas. Él criticó a un Ministro de Defensa de la época y le dijo que los paramilitares estaban coludidos con el Ejército, a lo que el funcionario le respondió que se lo comunicara cuando llegara a suceder.

Da amores y odios

Para Jorge Tovar, director de la RedProdePaz “aunque el expresidente Uribe Vélez lo detestaba, también lo consultaba. Todo por la manera como lograba resultados de paz en las comunidades por medio de programas de trabajo asociativo de microempresas”.

“No señor, no nos traiga a sus amigos ricos a invertir acá que acá en el Magdalena Medio, la gente vive de manera productiva y feliz”, le espetó en alguna oportunidad a quien por aquel entonces ejercía la primera magistratura.

No obstante, en el Magdalena Medio afianzó su relación de cercanía con Lina Moreno de Uribe. Esa amistad se tejió porque Myriam Villegas le presenta a Lina Moreno de Uribe y Lina a su vez es íntima amiga de Lía De Roux, hermana del sacerdote.   

Años después, siendo presidente, Uribe Vélez permitió que De Roux pudiera ser un interlocutor válido para continuar con su proyecto incluso cuando no estaba permitido que los civiles pudieran dialogar con actores armados con tal de buscar salidas al conflicto que desangraba al país.

En este terreno movedizo y de paradojas, Uribe Vélez llamó en diversas oportunidades al padre Francisco para criticarle, pero también para pedir su consejo sobre los líos de indígenas del Cauca y el Catatumbo.

El programa de Merquemos Juntos que ayudó a liderar en Barrancabermeja a principios de los años 80 que consistía en que amas de casa compraran medianas porciones de mercado en la central mayorista para venderlas entre ellas mismas y así que alcanzara de manera mayor fue vital su ayuda, quien ayudó en la creación de dicho grupo de mujeres que buscaban garantizar la seguridad alimenticia.

Para Guillermina Hernández de Badillo, una de las imágenes más fuertes y anécdotas que aún conserva es que durante la primera celebración en la parroquia a San Cayetano se daba en el desayuno un vaso de chocolate y tamal, a lo que De Roux se negó a probar bocado.

“Yo le dije que sí alcanzaba a lo que me repuso que en San Cayetano se había hecho el primer milagro porque había alcanzado hasta para darle a él”.

Ningún miedo y muchas esperanzas

A Francisco De Roux no lo obnubila nada. Sus allegados lo describen como una persona que no es extremista: austero sin llegar a ser radical. Se exige así mismo, pero no a los demás.

Cuando alguien entraba a su oficina de manera enfadada, él se paraba de su silla, daba una vuelta por el recinto, buscaba en su pequeña nevera una botella de whiskey y compartía un trago para calmar o alivianar el momento.

De Roux ha sido merecedor de diversos galardones y lugares distantes el uno del otro. En 2001 obtuvo el Premio Nacional de Paz en Colombia, junto con la medalla “Caballero de Honor de la Legión Francesa”, entregada por el presidente Francois Miterrand, así como la máxima distinción otorgada por el gobierno de Japón en 2009 a través de la “Orden del Sol Naciente, Rayos de Oro con Roseta”.

A finales de septiembre de 2016, la Universidad Nacional de Colombia, le otorgó el Doctorado Honoris Causa por su compromiso social en la construcción de paz en Colombia y el tejer diálogos entre las víctimas y los actores armados en el país. Nada de eso le altera su propósito de contribuir en la paz por medio de la reconciliación nacional.

Se trata de una persona de muy bajo perfil a quien no le gusta aparecer, pero que sin embargo ha tenido un papel fundamental en la difícil negociación de paz con las FARC. Tanto así que el pasado martes 27 de junio fue uno de los testigos de excepción de la entrega de armas realizada en zona veredal de La Guajira, departamento del Meta, con la que se ponía punto final a uno de los conflictos armados más prolongados del continente.

Ahora vive en Medellín y allí dirige el Centro Fe y Cultura, una ONG muy cercana a la élite empresarial de Antioquia y que estaba al cargo del padre Horacio Arango.

Luego de llegar a la última estación del Metro se va trotando durante dos horas hasta una parroquia que está ubicada cerca de la escombrera, esa inmensa fosa común en la que cientos de cuerpos han terminado sus días.

De Roux seguirá trotando, haciéndolo con el mismo ímpetu, madrugando, trasnochándose y poniendo en riesgo su vida para contribuir en la construcción de un mejor país, como expuso García Márquez en su discurso en la entrega del Nobel de Literatura en 1982:

“Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.