Home

Nación

Artículo

El presidente Santos rodeado de su nuevo gabinete. Un estudio de un profesor de la Universidad Nacional analiza el perfil de sus más altos funcionarios y encuentra que estos distan de representar la diversidad del país.

INVESTIGACIÓN

El perfil del gabinete santista

Bogotano, abogado o economista y egresado de los Andes o la Javeriana. Perfil de la mayoría de altos funcionarios del gobierno.

2 de noviembre de 2013

La mitad de los altos funcionarios que trabajan con el presidente Juan Manuel Santos es bogotano, egresado de dos universidades privadas de la capital y casi el 90 por ciento tiene posgrado. Esta es parte de la interesante radiografía que arroja uno de los pocos estudios que han intentado explorar qué tanto representan al conjunto del país los que lo gobiernan desde Bogotá.

“Queríamos entender la superficie social y política de los que el presidente Santos escoge para gobernar; en quiénes confía”, dice el suizo André-Noel Roth, profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional y autor, junto a su estudiante Fredy Alejandro Robayo, del estudio Perfiles de la alta administración pública en Colombia, que comparó la composición de las administraciones del gobierno nacional y la Alcaldía de Bogotá en 2013. 

A escala nacional estudiaron a 104 funcionarios de 22 entidades: ministros, viceministros, secretarios generales, en los 16 ministerios, y directores, subdirectores de departamentos y altos consejeros en Presidencia y Vicepresidencia. El perfil que arrojan sus datos es revelador.

La gran mayoría está entre los 41 y los 60 años, y casi no hay jóvenes ni mayores de 60 en el alto gobierno. El 58 por ciento corresponde a hombres. La mitad nació Bogotá y apenas el 1 por ciento es indígena y el 2 por ciento es afro. 

Un 54 por ciento terminó su pregrado universitario en las universidades de los Andes y la Javeriana (el 66 por ciento, si se incluyen las del Externado y el Rosario). Un 45 por ciento se graduó en Derecho y un 24 por ciento en Ciencia Política o Administración. Solo el 3 por ciento tienen un título en humanidades; ninguno, en Ciencias Sociales. La gran mayoría, un 87 por ciento, terminó en una universidad privada y solo el 13 por ciento en una pública.

El 88 por ciento de los altos funcionarios de este gobierno tiene un posgrado, y la mayoría (el 53 por ciento) lo hizo en el exterior. El 40 por ciento en Ciencias Políticas o Administración, el 26 por ciento en Economía y el 25 por ciento en Derecho. La cuarta parte de los funcionarios con posgrado lo obtuvo en Estados Unidos. 

Un último dato del estudio es que el 76 por ciento de los altos funcionarios tiene un año o más de experiencia en el sector privado.

Este perfil contrasta en algunos puntos con el de los principales 85 funcionarios de la administración distrital, que también analizó el estudio. En el Distrito la proporción de hombres es superior: son el 62 por ciento. Curiosamente, los que gobiernan Bogotá son menos bogotanos que los que dirigen la Nación: solo el 24 por ciento nació en la capital. 

Y es más amplia la proporción de los que terminaron sus pregrados en universidades públicas: el 37 por ciento. Mientras que solo el 4 por ciento de los altos funcionarios de Santos terminó en la Universidad Nacional, el 18 por ciento de los de la de Petro lo hizo.

“La administración nacional es una pirámide bien puntuda. Es un círculo bastante cerrado –dice el profesor Roth–. El 87 por ciento estudió en Bogotá. Son bogotanos o bogotanizados. Hay un cierto cierre a la perspectiva de Nación”, señala, refiriéndose a la escasa representación que tiene el país multiétnico, pobre y de clase media en el gobierno.

La radiografía de los 104 funcionarios del alto gobierno que muestra el estudio es, en efecto, bogotana, poco multiétnica e incluye de manera marginal en los altos cargos del Estado a miembros de la clase media y de la universidad pública.

Al concentrar el foco de la investigación en los 31 ministros, altos consejeros y directores de departamento nombrados directamente por el presidente Santos, algunos rasgos de este perfil se refuerzan.

Entre estos 31 funcionarios del círculo inmediato del presidente, un 77 por ciento –una proporción superior a la que exhiben los 104 funcionarios que incluyen viceministros y otros cargos– terminó en las universidades de los Andes y Javeriana. Casi la mitad (el 45,1 por ciento) hizo un posgrado en el exterior y quienes lo cursaron en Colombia lo hicieron en universidades privadas. También, es más alta la proporción de quienes estudiaron Derecho (casi la mitad).

El profesor Roth se pregunta qué tanto conocen estos altos funcionarios el país real, de las regiones o quién, entre ellos, conoce y defiende la universidad pública. “El Estado financia con varios billones la universidad pública, pero no usa sus graduados, pareciera que no confiara en la calidad de su educación”, dice, señalando que, incluso en la administración del alcalde Petro, que incluye más miembros de esa clase media educada en la universidad pública, estos en su mayoría solo llegan hasta cierto nivel.

Para él, hay un déficit de clase media y muy poca representatividad étnica y regional en las altas esferas del Estado. Y, como probablemente coincidirán muchos en señalarlo, está convencido de que para una verdadera democratización del Estado y una puesta en pie de políticas públicas efectivas “hay que dar espacio a la clase media en el Estado”. Y añade: “Para el proceso de paz, si llega, no se puede pensar solo en cambiar un poco las políticas, con los mismos encargados de diseñarlas y aplicarlas”.

Los datos de los que se dispuso para el estudio permiten llegar a algunas conclusiones sobre la escasa representatividad étnica, regional o cultural de la elite del gobierno respecto al conjunto de la Nación y su diversidad. Sin embargo, los investigadores no lograron conseguir la historia familiar o el estrato de muchos de los funcionarios estudiados. En particular, en el Distrito se adujeron razones de seguridad para no entregar esa información. 

Estudios como este, que deberían hacerse con más frecuencia, son un primer paso para lograr que, algún día, la elite de la administración pública sea un mejor reflejo del país que dirige.