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Víctor Anaya, de 73 años, por más de tres décadas ha sido seguidor fervoroso de los ideales de Galán. | Foto: SEMANA

CRÓNICA

El fervor de un galanista

Hace más de 35 años Luis Carlos Galán llegó a Concepción, un pequeño pueblo en el oriente de Santander. Pocos le creyeron, pero quienes lo hicieron, como el protagonista de esta historia, aún guardan su legado.

19 de agosto de 2014

“Era viernes y yo volvía a mi casa después de una jornada de trabajo. Encendí la radio para saber cómo iba el evento en Soacha, pero la noticia que oí no era la que esperaba. Habían atentado contra el doctor Luis Carlos. Mi corazón me lo dijo: de esta no sale vivo”. Así, con la voz entrecortada, comienza su relato don Víctor Anaya, de 73 años, quien por más de tres décadas nunca ha dejado de seguir con fervor los ideales de Galán.

Diez años atrás del fatídico 18 de agosto de 1989, a don Víctor lo invitaron a una reunión en la casa de Felipe Delgado. Un tal senador Luis Carlos Galán había llegado de visita a su pueblo, Concepción, Santander, y quería compartir sus ideas políticas con los lugareños. Fue amor a primera vista, pues a don Víctor le bastó esa charla para saber que de ahí en adelante sería galanista por siempre.

Recuerda que “nos contó sus planes de cambio para el país. Hablamos sobre el narcotráfico y la corrupción en la política. Era una realidad que nos tenía jodidos, así que no lo dudé. Me uní a la campaña. Armamos un combo de no más de diez personas y arrancamos a trabajar”. 

No fueron tiempos fáciles. Para ese entonces, Concepción, o La Concia, como se le llama comúnmente, era un municipio absolutamente liberal: tanto, que el parque principal se conocía como La Plaza Roja de Santander. Pero Galán con sus ideas transformadoras había fundado el Nuevo Liberalismo, ese grupo disidente del partido tradicional. Pertenecer a él, como don Victor, era exponerse a que lo tildaran de conservador en un territorio donde eso podía ser una sentencia de muerte. 

Poco le importó que sus paisanos le alegaran y que ni siquiera le dieran la oportunidad de pegar un afiche de su candidato en las ventanas de su propia casa. Su compromiso con el cambio que proponía Galán era tal, que don Víctor se dedicó a acompañarlo en sus correrías por los pueblos de la provincia de García Rovira: Capitanejo, Cerrito, Enciso y Málaga, entre otros. Era su fiel escudero y aún guarda algunos recortes de periódico con noticias sobre el magnicidio, y un gran cuadro de Galán que adorna su billar como si se tratara de un santo. Junto con otros ‘cuncios galanistas’ como Martha Castellanos Mantilla, don Victor por más de dos décadas ha mandado decir una misa todos los 18 de agosto en memoria de Galán. Todos ellos, a finales de los 80 hicieron un grafiti en una de las paredes del pueblo con la cara del doctor Luis Carlos y una sola frase: “Ni un paso atrás, siempre adelante”. 

Hoy, del mural sólo queda el rostro escondido detrás de dos postes de luz. La frase ya no se ve y la pared está a punto de derrumbarse. Como las ilusiones de don Víctor Anaya por ver una Colombia diferente. “No pudimos llegar allá. El único que podía haber salvado el país era el doctor Luis Carlos. Políticamente fue el acabóse, teníamos un joven con ideas, con ideales (suspira)… Con su muerte, todo se fue a pique”.