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¿GALAN QUEMA LOS BARCOS?

El nuevo tono del jefe del Nuevo Liberalismo indica que puede seguir hasta el final.

22 de abril de 1985

Siempre dejaba puertas abiertas Luis Carlos Galán cuando hablaba de su posible candidatura presidencial para las elecciones del 86. Rechazaba la "unión mecánica" y la "suma aritmética" de los votos liberales, pero centraba el énfasis en esos adjetivos sin rechazar la suma ni la unión. En la semana que acaba de pasar, sin embargo, algo cambió. En una improvisada rueda de prensa a la salida de Palacio, el 19 de marzo, después de una larga entrevista con el presidente Betancur, hablaba todavía de la "posibilidad de diálogo" con otros sectores del liberalismo, aunque ya añadía nuevos ingredientes: "estoy persuadido de que las tesis nuestras tienen cada vez más simpatía y apoyo en sectores conservadores, en sectores de izquierda y en sectores independientes", decía Galán. Al día siguiente, en un programa de televisión, era ya mucho más explícito: además de sumar, restaba, excluyendo con elocuencia tajante la posibilidad de que el Nuevo Liberalismo apoye en el 86 la candidatura oficialista de Virgilio Barco. Y dos días después, en una entrevista para SEMANA, declaraba enfáticamente su decisión de ir él solo, con una candidatura y un programa de gobierno, hasta las elecciones presidenciales.
"Esto va -dijo Galán- para una confrontación centro-derecha contra centro-izquierda, en la que el centro-derecho está representado por Alvaro Gómez y por Virgilio Barco, y el centro-izquierda está en proceso de conformación: y nosotros, el Nuevo Liberalismo, tenemos la primera responsabilidad en eso. Nuestro congreso de junio es para presentarle al país un diagnóstico y un programa de gobierno. Y estoy convencido de que me va a tocar ser presidente en el 86".
Lo del 86 es un imposible, y Galán lo sabe, aunque no lo admita. Lo que de verdad está en juego, y eso también lo sabe Galán, es su presidencia en el 90. La discusión se centra en si para llegar a ella le conviene más a Galán ser candidato hasta el final en estas elecciones, pase lo que pase; es decir, quemar los barcos. O bien, por el contrario, marginarse del asunto de la manera más discreta posible, conservando los barcos en espera de mejores vientos. Es lo que, tradicionalmente, han hecho los rebeldes del partido liberal, desde Jorge Eliécer Gaitán hasta Alfonso López Michelsen: dar la batalla por fuera para eventualmente quedarse por dentro.
Hasta ahora, esto es lo que ha funcionado en Colombia, donde las "terceras fuerzas" siempre han tenido una vida efímera y nunca han llegado al poder. Galán, sin embargo, considera que todos esos raciocinios se aplican a un país que ya desapareció. Cita los cambios demográficos que hacen que la inmensa mayoría de los potenciales votantes hayan nacido después del Frente Nacional, así como el hecho de que su voto es independiente. Según sus cálculos la votación de Colombia, que tradicionalmente no superaba los seis millones de votos, puede alcanzar ocho o nueve en el 86 como consecuencia del surgimiento de estas nuevas fuerzas no amarradas por lealtades históricas. "Yo estoy ya en el orden de los dos millones de votos" declaraba Galán a SEMANA, "en este momento las fuerzas políticas del país se están reordenando en tres bloques equilibrados, cuando por lo general habían estado partidas en dos. Nosotros tenemos una oportunidad, y la responsabilidad de trabajar por esa oportunidad ".
De ser válidos sus cálculos, Galán se encuentra en una encrucijada. Porque tiene un pie en el bloque liberal y el otro en el bloque independiente, y nadie sabe que puede sucederle cuando se decida por fin a ponerlos ambos en el mismo sitio. Su fuerza original la que movilizó enfrentándose a López, era mayoritariamente urbana constituída por juventud, llerismo y profesionales políticamente independientes. Es poco probable que la totalidad de esos sectores lo acompañen en la aventura de una tercera fuerza en la que necesariamente tendría que participar la izquierda. "Una izquierda que no sea ni violenta ni sectaria" -aclara Galán a SEMANA. Y añade: "Yo creo que el Nuevo Liberalismo es de hecho un centroizquierda, y quiero aproximación con otros sectores de izquierda para un proyecto político estable, no para una simple coyuntura electoral".
Pero esto se complica con el hecho de que a causa del proceso de paz, a la izquierda institucional están ingresando los grupos guerrilleros, con quienes Galán coquetea negándose a considerarlos, como ha dicho, "leprosos de la política". Y se complica aún más a causa del concepto del voto útil: en el momento de las definiciones finales, muchos de quienes sentimentalmente acompañan a Galán, incluyendo probablemente la prensa liberal, que aún juega un papel decisorio, se enfrentarán a la inevitable realidad de que votar por él es garantizar el triunfo de Alvaro Gómez. Todo esto expone a Galán a un serísimo riesgo: el de quedarse sin el pan y sin el queso. Es decir, que buena parte de sus seguidores liberales deserten hacia Barco, sin que todavía se materialicen masivamente las esperadas fuerzas de la "nueva Colombia" que él anuncia.