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| Foto: Guillermo Torres

PERFIL

Vargas Lleras y el trampolín a la Presidencia

Será el vicepresidente con más poder y funciones en la historia. El mejor camino para llegar a la Presidencia.

Rodrigo Urrego
7 de agosto de 2014

Lleva más de 30 años untado de política de pies a cabeza. Con un solo propósito: ser presidente de la República como su abuelo Carlos Lleras Restrepo. Hoy, cuando se posesione como vicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras verá como nunca antes más cerca la posibilidad de convertirse en el huésped de la Casa de Nariño.
 
Primero, porque en ese trasegar de más de 16 años de congresista, jefe natural de un partido político (Cambio Radical) y luego ministro de Estado, ha podido concentrar mucho poder, indispensable para llegar al solio de Bolívar
 
Vargas Lleras nació en Bogotá en 1962 y es nieto del expresidente liberal Carlos Lleras Restrepo. Es abogado de la Universidad del Rosario y tiene un posgrado en Gobierno y Administración Pública del Instituto Ortega y Gasset y la Universidad Complutense de Madrid.
 
Vargas se inició en 1981 como concejal de Bojacá (Cundinamarca) en el Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán. Posteriormente, en el Partido Liberal fue concejal de Bogotá desde 1992 hasta 1998, año en el que fue elegido senador de la República.
 
En el 2002 se apartó del liberalismo para apoyar la candidatura de Álvaro Uribe y en el 2003 ingresó al Partido Cambio Radical, que había fundado, entre otros, Rafael Pardo. En el 2006 apoyó la reelección de Uribe y se convirtió en el senador más votado con 223.000 votos, una cifra que nadie ha podido superar. Mantuvo su curul hasta el año 2008 cuando renunció para aspirar a la Presidencia de la República. Una hoja de vida que cada vez más lo acerca a la Presidencia, y en teoría sería el primero en el partidor de la Unidad Nacional.
 
Y luego porque con él al frente la Vicepresidencia será muy diferente a como ha sido. Intrascendente. Ya lo había advertido el propio Vargas cuando aceptó el nombramiento como fórmula del presidente Juan Manuel Santos. Ese día reclamó funciones concretas y metas comprobables.
 
Y es que sería una utopía pensar que Vargas Lleras, no sólo por su talante de presidenciable y su carácter y temperamento, vaya a ser una figura decorativa como pasó con muchos vicepresidentes. Tampoco sería una reda suelta como pudo ser Angelino Garzón en el primer gobierno de Santos. Quienes lo conocen aseguran que tendrá autonomía en sus funciones y que respetará y acatará como última palabra las decisiones del mandatario.
 
Pero ¿cuáles serán esas funciones? Es casi un hecho que al vicepresidente Vargas Lleras se le entregará poder de ejecución en el área de infraestructura. Eso habrían acordado Santos y Vargas como premio a la lealtad del segundo al no haberse lanzado a la Presidencia.
 
Eso significa que al jefe natural de Cambio Radical se le concedería el direccionamiento de políticas en la cartera de Transporte, la de Ambiente y, obviamente, la de Vivienda, donde impulsó su programa de las 100.000 casas gratis.
 
Incluso, el senador Antonio Guerra de la Espriella va más allá y dice que probablemente se vería a Vargas Lleras en el Congreso ayudando al ministro del Interior, Juan Fernando Cristo.
 
En todo caso, con esas funciones, Vargas Lleras convertiría la Vicepresidencia en el mejor trampolín hacia la casa de Nariño. 
Porque en los tres años que duraría en ese cargo –debe renunciar en el 2017 para ser candidato presidencial– se pasearía por el país inaugurando carreteras, abriendo vías terciarias, instalando acueductos y regalando casas. Y, por qué no, pescando votos, como muy bien sabe hacerlo.
 
En ese sentido Vargas Lleras tiene enormes retos en materia de ejecución. A este excongresista se le conocen sus características de manzanillo de la política y de gran elector (aún no la han quitado el record de 320.000 votos para el Senado en 2010), y como ministro empezó destapar su faceta de ejecutor.
 
Porque fue en el gabinete de Santos donde Vargas Lleras cumplió todos sus deberes. Hizo pasar todos los proyectos del Gobierno en el Congreso, aunque metió uno de los más grandes micos de la legislatura pasada cuando levantó los impedimentos de congresistas para reformas a la Constitución, mico que habilitó que congresistas impedidos le metieran las manos a la reforma a la justicia.
 
Entre aciertos y críticas Vargas Lleras se convirtió en el ministro estrella, se potenció para ser candidato presidencial, pero se sacrificó y aceptó mantenerse en el segundo renglón. Desde allí, y a partir de este 7 de agosto, Vargas comenzará la última etapa para llegar a la Presidencia, tal como se lo propuso desde cuando era niño.