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¿Qué pasó con la ciencia?

La decisión del gobierno de declarar insubsistente a su octavo director de Colciencias, César Augusto Ocampo, volvió a abrir el debate sobre la política de ciencia en el país. SEMANA habló con Eduardo Behrentz, vicerrector de la Universidad de los Andes; la periodista científica Lisbeth Fog ; y Mauricio Alviar, rector de la Universidad de Antioquia. Como expertos, comparten su visión de la crisis.

20 de enero de 2018

SEMANA: ¿Cómo se explica que en 8 años de gobierno haya habido 9 directores de Colciencias?

EDUARDO BEHRENTZ: La falta de continuidad en la cabeza de esta entidad es una de las varias evidencias que existen de que el tema de innovación y desarrollo no ha sido parte de la agenda prioritaria del gobierno nacional.

LISBETH FOG: Miremos la historia. En sus primeros 35 años (1968-2003) tuvo 8 directores. En los 15 años siguientes ha tenido 11. La explicación es clara: de ser una entidad transparente, alejada de los avatares y compromisos de la política, se convirtió en una entidad politizada.

SEMANA: ¿Se puede hablar de una crisis de Colciencias?

MAURICIO ALVIAR: El debate hay que ponerlo en el lugar apropiado. No es un tema solo de Colciencias, ni de sus equipos de trabajo, ni de los directores. Tampoco se agota en asuntos puntuales de carácter administrativo o diferencias entre sus directivas, ni siquiera de eficiencia. El asunto es la precaria gobernanza del sistema.

E.B.: Lo que está en crisis es todo el sistema nacional de competitividad, ciencia, tecnología e innovación. Lo que pasa en Colciencias es solo parte del problema. Esta entidad cumple 50 años convertida en un actor irrelevante, sin recursos ni voz. Su desaparición parece inminente.

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SEMANA: ¿En qué momento comenzó esa crisis?

L.F.: Desde que se politizó la entidad y luego cuando se expidió la Ley 1286 de 2009, cuyo énfasis es generar conocimiento para la productividad y la competitividad. Si bien esos podrían ser resultado de la investigación científica, ese no es el objeto de la ciencia. La investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación son temas transversales a todas las áreas del conocimiento y sus resultados no se consiguen en el corto plazo.

E.B.: A Colciencias se le hizo un daño cuando fue convertida en departamento administrativo. En lugar de darle preponderancia, se volvió una entidad destinada a pagar cuotas burocráticas y partidistas.

SEMANA: ¿Cuál debería ser el diseño institucional para esa entidad?

M.A.: Si el país considera seriamente crecer y desarrollarse sobre la base de aumentar su productividad y calidad de vida basado en educación, ciencia, tecnología e innovación, debe crear un Ministerio de Ciencia y Tecnología con presupuesto y gobernanza del sistema.

E.B.: Sería ideal que el ente rector de la ciencia e investigación sea técnico e independiente, ajeno a las realidades de la dinámica política y electoral.

SEMANA: ¿Cuál debería ser el perfil de su director y la orientación de las metas de Colciencias?

M.A.: El perfil tiene que contemplar una gran solvencia académica, experiencia investigativa y conocimiento del sector educativo y de la educación superior. También, capacidades administrativas y de gestión, de recursos financieros y humanos a nivel nacional e internacional. El reto mayor es conectar la generación de conocimiento nuevo con la resolución de los problemas del país.

E.B.: Debe ser alguien idóneo en el sector, pero que también se destaque por sus habilidades gerenciales y de liderazgo. Un científico puede tener lo primero, pero no lo segundo, mientras que un burócrata profesional puede tener lo segundo, pero no lo primero. La discusión es similar a la relacionada con cualquier otra entidad oficial. Quizás una forma de fortalecer la capacidad de Colciencias es contando con directores de programa de alta calidad y reconocimiento científico.

SEMANA: En el caso de las universidades privadas, ¿cómo afecta el bajo presupuesto de Colciencias el valor de la matrícula?

E.B.: El valor de nuestras matrículas no es función de los aportes que pueda hacer Colciencias, pero su paupérrimo presupuesto sí tiene implicaciones nefastas en la capacidad de desarrollo del país. Por ejemplo, la sola Facultad de Ingeniería de la Universidad de California con sede en Los Ángeles (UCLA) cuenta con recursos para investigación que triplican lo que Colciencias puede aportar a todas las universidades colombianas. No debe ser sorpresa entonces que mientras California produce más de 35,000 patentes al año, nosotros solo generamos 20.

Otra realidad particular es el financiamiento de los estudiantes de doctorado; dichos recursos deben venir del Estado (así funciona en muchos países desarrollados). Sin esa posibilidad de parte de Colciencias, se pierde la capacidad de entrenamiento para las mentes más brillantes del país. Sería un despropósito pensar que lo correcto es subir las matrículas de pregrado para generar recursos que permitan financiar estudiantes de doctorado.

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SEMANA: En el caso de las universidades públicas, ¿cuál es ese impacto?

M.A.: El bajo presupuesto de Colciencias afecta la formulación y ejecución de proyectos de investigación y sus publicaciones que son fundamentales para el crecimiento de la investigación, la formación de talento y la mejora en su posición internacional.

SEMANA: ¿Por qué razón concreta no ha podido sacarse adelante un Conpes de ciencia y tecnología?

E.B.: Ausencia de voluntad política. El Estado no ha logrado reconocer que esta es la verdadera estrategia de desarrollo sostenible. No sé cuántas veces más habrá que repetir lo mismo. Es una realidad documentada en los países con prosperidad económica: la inversión en educación de calidad y en ciencia e innovación se correlaciona con altos índices de desarrollo.

L.F.: Por falta de compromiso del gobierno nacional. Pero no creo que el problema sea si hay o no un Conpes. Ese documento es un invento colombiano que puede guiar, pero no es vinculante. Lo que se necesita es generar una política social de ciencia, tecnología e innovación con suficientes recursos para ejecutarla y compromiso del Poder Ejecutivo para cumplirla.

SEMANA: ¿Cómo explicar que este año la investigación, la ciencia y la tecnología tengan ese presupuesto tan bajo? ¿Es un tema del gobierno Santos?

E.B.: El gobierno actual puso su cuota en la pérdida de terreno en estos temas. Ojalá que quienes nos gobiernen entiendan que sin financiación de la ciencia y la innovación en el país, la capacidad de investigación y desarrollo de las universidades quedará atrapada en la mente de los profesores. También que quienes manejan el presupuesto oficial logren mantener una visión que va más allá del balance de caja de cada administración.

L.F.: ¿Han demostrado estos gobiernos del siglo XXI interés en la ciencia? Solo en algunos discursos que muy probablemente han sido escritos por otros y que por conveniencia deben pronunciar. Además, a la comunidad científica colombiana le han faltado fuerzas para hacerse sentir y sentar posiciones. Por un lado, porque depende de los recursos gubernamentales, y, por otro, porque le falta decisión para entender que es importante ser visible ante comunidades que van más allá de la academia.

SEMANA: ¿Puede haber universidades de investigación en Colombia?

M.A.: Soy un convencido de la importancia de la investigación en las universidades, reconociendo que no todas tienen que ser investigadoras. El país necesita universidades de investigación básica y también de investigación aplicada. Hoy se cuenta con universidades públicas y privadas que han avanzado mucho en investigación. Para citar solo algunos ejemplos la Universidad Nacional, la Universidad del Valle y la Universidad de Antioquia, en el caso de las públicas, que juntas suman más de tres veces el presupuesto de Colciencias en investigación y que responden por buena parte de los doctorados del país.

E.B.: Sí puede y debe haber universidades de investigación. Aquí parte de la discusión es cómo hacerlas viables y sostenibles en el tiempo. El Estado tiene gran responsabilidad en esto, siendo el mismo Colciencias un actor llamado a jugar un papel protagónico. Pero también necesitamos grandes reformas en la manera de operar de las universidades, tanto públicas como privadas. Nuestros centros de investigación deben evolucionar hacia ser generadores de los propios recursos para investigar y dejar de depender de los fondos internos de las mismas universidades.