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Godos al agua

De los ocho precandidatos conservadores quedaron tres. ¿Cómo será el juego?

25 de junio de 2001

El Partido Conservador atraviesa una de las peores crisis de su historia. Su jefe nominal, el Presidente de la República, no tiene mayor interés en mostrar la bandera azul sino en formar coaliciones que mantengan vigente su proyecto político. La única persona con la cual no está dispuesto a realizar una coalición es con Noemí Sanín con quien tiene un problema de incompatibilidad de caracteres.

Noemí, por su parte, también ‘esconde al partido’ con la fórmula trillada de los movimientos suprapartidistas. No está ni siquiera dispuesta a asistir a la convención en la espera de que sus copartidarios la apoyen en la segunda vuelta.

Por otra parte el bloque electoral más importante del partido, el antioqueño, está irreversiblemente dividido entre Fabio Valencia y Luis Alfredo Ramos. Esto deja en peligro la unidad de los 850.000 votos que los paisas godos ponen en las presidenciales y los 250.000 que ponen para el Congreso.

Por último, el Directorio Nacional Conservador también lejos de unir al partido lo dividió. Por quedar en manos de Valencia Cossio, todos los que no simpatizan con éste, como su ex compañero de lista Juan Manuel Ospina, Luis Humberto Gómez Gallo y Enrique Gómez Hurtado están inconformes.

En estas circunstancias no existe ningún consenso sobre qué debe hacer el partido. Unos proponen saltarse el rito de la candidatura oficial en la convención, que no es más que simbólica, y proclamar de una vez a Noemí Sanín como candidata del partido. Otros son partidarios de respaldar a Alvaro Uribe Vélez, quien en materia de orden público encarna más los valores conservadores tradicionales que cualquiera de los aspirantes. Un tercer grupo se la va a jugar por Horacio Serpa en el entendido de que habrá generosidad burocrática con los lentejos de la primera hora cuando llegue al poder.

Y por último existen algunos que creen que las cosas están tan complicadas que es mejor negociar un buen vicepresidente que un candidato humillado en un cuarto o quinto puesto, después de Serpa, Noemí, Uribe Vélez y hasta el candidato de la izquierda democrática.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, va a haber candidato oficial del Partido Conservador. Nadie espera que éste gane pero muchos godos consideran que hay razones de dignidad histórica que obligan a que el Partido Conservador tenga candidato propio.

Paradójicamente, en medio de este melancólico panorama, el partido tiene un abanico de candidatos excelentes. Tantos que más de la mitad tuvieron que retirarse y parece que quedaron tres finalistas: Augusto Ramírez Ocampo, Fabio Valencia Cossio y Gabriel Melo. El nombre de Juan Camilo Restrepo ha sonado y va encabezando las encuestas internas, sin embargo nadie espera que se enfrente a su mentor político —Valencia Cossio— si éste se decide.

Al cierre de esta edición renunciaba el ministro de Defensa, Luis Fernando Ramírez, aclarando que se iba al sector privado. Sin embargo existe una sospechosa coincidencia de fecha para no inhabilitarse a la Presidencia de la República.

La mejor imagen a nivel nacional la tiene Augusto Ramírez. Posee las credenciales de un estadista y cuenta con acogida en la bancada tradicional del Partido Conservador en el Congreso, además de las ventajas de asociación con el gobierno. Su identificación con la solución de conflictos lo convertiría en una opción lógica si el gobierno y las Farc deciden tener candidato del proceso de paz. Pero es casi imposible que esto suceda y si Ramírez llega a candidato lo haría a nombre del Partido Conservador.

Fabio Valencia no ha confirmado que es candidato, pero lo está pensando y no le chocaría. Dentro de la convención se ve muy difícil que lo derroten. Si Augusto Ramírez conoce a todos los senadores y representantes, Fabio Valencia, además de eso, conoce a todos los concejales y diputados conservadores del país. Veinte años de trabajar en forma activa y perseverante en medio de la maquinaria tiene que arrojar frutos.

Como candidato no es de la talla de Augusto Ramírez pero no es manco. No es un académico ni tiene experiencia administrativa, pero es inteligente, práctico y un conocedor excepcional de cómo funciona el país.

La sorpresa entre los precandidatos fue Gabriel Melo. Su vigencia política se asociaba con la época de oro del alvarismo. Pero Melo dejó buenos amigos dentro del partido y la imagen que quedó de sus años de vida política activa es positiva. Cree más en su imagen que en la solidaridad de los convencionistas por lo cual su propuesta es que el Partido Conservador no escoja su candidato por convención sino a través de una consulta popular como la del Partido Liberal. Es muy poco probable que esta sugerencia sea acogida, pues la maquinaria conservadora prefiere una convención amplia que el desgaste económico y logístico de montar unas elecciones para una candidatura sin posibilidades reales de triunfo.