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GONZALO CARREÑO: UN CASO INSOLITO

Acusado anteriormente de asesinato, evasión y atraco, ahora protagoniza un escandaloso episodio de extorsión.

4 de julio de 1983

Era la mañana del 16 de mayo. Entre la nutrida correspondencia del día apareció una extraña carta escrita toda en letras mayúsculas, sin firma, pero con un remitente: UN HOMBRE RESUELTO. Dirigida a la gerencia de una cadena de almacenes de víveres, la carta contenia una amenaza: "Tengo poder táctico para causarles un desastre masivo... hace 137 días tomé esta decisión y he venido preparándome hasta hoy. Cuento con tres armas letales dioxin, escopolamina y oxicianuro de mercurio. Estoy listo para causar alarma pública y pánico contra todos sus almacenes causando bajas entre sus clientes Estoy en capacidad de colocar víveres previamente inyectados, en los mostradores de frutas y verduras así como dentro de bolsas que no han sido pesadas y en otra variedad de productos. Sólo se necesita corazón para hacerlo y a mí eso es lo que me sobra". Tras esa amenaza estaba la solicitud de un pago de 2 millones 850 mil pesos. Si la compañía aceptaba, había instrucciones para publicar en el periódico El Tiempo del miércoles 18 de mayo un aviso en el que debía solicitarse un elemento químico. A continuación se daban indicaciones sobre la forma de hacer el pago, en billetes de mil pesos usados y empacados en una caja de cartón, a nombre de Laboratorios Delta, y anunciaba una llamada telefónica al departamento de seguridad de la empresa para indicar dónde, cuándo y quién debería hacer entrega del dinero.
El contenido de la carta puso en jaque a los destinatarios. Sin embargo, no era la primera experiencia. Tres años atrás se había hecho contra la cadena de almacenes otro intento de extorsión, esa vez bajo la amenaza de colocar explosivos en algunos expendios. Como entonces, cuando el F-2 se puso al frente de las operaciones y capturó a dos delincuentes, en esta oportunidad se pusieron en contacto con las autoridades para ponerlas en conocimiento de la tenebrosa misiva. Cuatro llamadas telefónicas se produjeron para establecer los términos de la negociación. En un momento dado se perdió el contacto. Fue entonces cuando una misteriosa canasta de flores llegó a la gerencia de la empresa. Iba acompañada por una nueva carta, más agresiva e insultante, en la cual se anunciaban otros procedimientos terroristas, y por un tarro en cuyo interior había unos plátanos, unos limones y una coca-cola supuestamente envenenados.
El caso sonaba tan monstruoso y las características del delito que se pensaba cometer eran tan alucinantes, que las especulaciones que más peso cobraban eran aquellas que tendían a inculpar a un loco, a un psicópata. Nadie que estuviera en sus cabales podría maquinar una operación tan macabra.
Pronto muchas dudas se despejarían.
LOS MALOS PASOS
El martes 31 de mayo se difundió la noticia que El Tiempo titulaba: "Cae banda de extorsionistas dirigida por Gonzalo Carreño". Nuevamente, ese hombre de aristocrática familia bogotana, 44 años, buen mozo y con una vida que había estado marcada por comodidades, educación de primera y viajes, se veía involucrado en episodios delictivos.
Años antes había sido el protagonista de uno de los casos que más resonancia han tenido en la historia judicial colombiana, acusado de asesinar a su cuñado Jaime Padilla Convers y posteriormente de incinerar su cadáver (ver recuadro). Luego, pocos meses después de haber sido puesto en libertad, ocupó las primeras planas de las noticias, vinculado a un intento de secuestro con visos de comedia. Utilizando máscaras y armado con una pistola de juguete y un tarro plástico --asegurando que se trataba de una granada de fragmentación--irrumpió en compañía de Margarita Peralta--ex cabinera de Aerocóndor, 26 años, quien ha convivido con él--en la casa de Juan Pizano de Brigard. Fue el viernes 20 de febrero de 1981, unos minutos después de la una de la tarde. Después de manifestar que se trataba de un atraco, Carreño dijo ser el fundador del movimiento "Liberación 20 de julio" y exigió para la causa de los pobres una considerable suma de dinero. En un momento de descuido, Pizano asestó un golpe a Carreño que lo redujo a la impotencia.
Mientras tanto su hija dio aviso a la Policía que, minutos más tarde, detuvo a Carreño y su compañera y los puso a órdenes de la justicia penal militar.
Puesto en libertad semanas más tarde en virtud de un sobreseimiento temporal, nadie había vuelto a saber nada de Carreño y hay quienes afirman que había manifestado su deseo de establecerse en Providencia para escribir un nuevo libro.
Sin embargo, las cosas no pararían allí. A partir de diciembre del año pasado, se involucraría en una cadena de extorsiones que finalmente darían las pistas para su captura.
LAS CARTAS
"La Organización Revolucionaria del Pueblo después de suficiente y amplio análisis ha determinado exigir a usted la entrega de un millón de pesos como contribución a la lucha que sostenemos en todo el territorio nacional hasta obtener la victoria final por una Colombia libre", empezaba una carta que el 20 de diciembre de 1982, a las 7 y 10 minutos de la noche recibió Nicolás Gómez Nieto, hacendado de la sabana y comerciante en textiles.
La carta estaba en el interior de un paquete de Navidad que contenía una granada desactivada. Escrita a máquina en hojas tamaño oficio, del tipo conocido como papel periódico, venía precedida por un rectángulo coloreada de negro y la sigla ORP en rojo, hecha al parecér a mano con una rudimentaria plantilla. El texto de la carta, que alcanzaba a ocupar dos páginas, incluía consignas en lenguaje aparentemente revolucionario, con críticas al gobierno "dirigido por impotentes morales aliados tradicionales de esa horda de tiburones financieros", e instrucciones sobre la forma como debería ser entregado el dinero, a nombre de quién y en dónde. Finalmente decía la carta: "La ORP no considera quedar debiendo mayor cosa. Su contribución será tenida en cuenta, sólo cuente con no volver a ser contactado".
Esta, al parecer, fue la primera carta de una serie que empezaría a enviar a partir de entonces a amigos y a allegados de la familia quienes, por temor, se abstuvieron de hacer las denuncias correspondientes. Tales actividades las realizaba, al parecer, en combinación con una mujer, Margarita Peralta, la barraquillera cuyo nombre había estado asociado al suyo en el caso Pizano y de quien no se tiene noticia, y con otros hombres, dos de los cuales fueron capturados junto con Carreño la semana pasada: Atilio Vieda Ramírez y Edgar Fonseca Mora.
A nombre de la ORP o de las FARC eran enviadas las cartas que, desde diciembre del año pasado y hasta hace dos semanas, tuvieron en vilo a varias familias de la alta sociedad bogotana.
Mientras la mayoría de ellas se abstuvo de hacer la denuncias y algunas, inclusive, decidieron abandonar el país o pagar el dinero exigido, un miembro de una de ellas puso una denuncia ante el Juzgado 42 de Instrucción Criminal .
Era el comienzo para el seguimiento de una serie de pistas que culminarían con el caso de la cadena de supermercados .
El procedimiento en casi todos los casos era similar:
--Un mensajero contratado en una agencia de empleos temporales entregaba las cartas.
--Se exigía, por lo general, la entrega de un millón de pesos "como contribución a la lucha por una Colombia libre" al día siguiente del recibo de la carta.
--Dentro del contexto de la carta se menciona generalmente el nombre de quien va a ser objeto de extorsión y, al final de la misma, aparecen los nombres de los miembros más cercanos de la familia de la víctima.
--El contenido de las cartas estaba escrito en el mismo lenguaje aparentemente revolucionario y el final era el mismo: la ORP o las FARC "no consideran quedarle debiendo mayor cosa. Su contribución será tenida en cuenta, sólo cuente con no volver a ser contactado".
A raíz de la denuncia puesta, el F-2 se puso sobre la pista y capturó dos mensajeros que supuestamente habían hecho entrega de cartas. Según sus declaraciones, había muchas coincidencias en la descripción de quien los había contratado: un hombre de unos 40 años, de ojos claros, medio mono, de pelo en pecho. Estos y otros detalles revelados por otras de sus víctimas hacían pensar que se trataba de Carreño Nieto. Pero había un detalle que no encuadraba: el color del pelo. Sin embargo, una señora que no quiso revelar su nombre, afirmaba que dos meses atrás había visto a Carreño en un salón de belleza del norte de Bogotá tiñéndose el pelo. Finalmente, vino el caso de la cadena de supermercados. El cerco se estaba estrechando y el golpe final fue dado el lunes 30 de mayo en los alrededores de Unicentro. Tres hombres, uno en bicicleta y dos que ocupaban un taxi Dodge Alpine de placas SD-2909, cayeron en manos de la Policía. Uno de ellos era Carreño Nieto a quien se acusa de ser el cabecilla de la organización de extorsionistas.
Fuentes autorizadas de la Policia del F-2 han revelado que tienen en su poder unas grabaciones en las cuales Carreño confiesa haber participado en actividades de extorsión. Mientras se define su situación, alarmada la sociedad colombiana se pregunta qué pudo llevar a Carreño Nieto a implicarse en actividades delictuosas. Pocas veces hasta hoy una sociedad había visto que uno de sus miembros pudiera descarrilarse tanto.
EL CASO DEL INCINERADO
No es la primera vez que CarreÑo Nieto hace noticia, ni la primera vez que cae en manos de la justicia. Años atrás, el 12 de julio de 1974, se sentó en el banquillo de los acusados. Estaba sindicado del asesinato de su cuñado Jaime Padilla Conversa quien súpuestamente había ultimado de un balazo y posteriormente incinerado su cadáver a la altura del kilómetro 14 de la autopista del norte de Bogotá, la madrugada del 27 de octubre de 1969. Dieciséis indicios graves, señalados por el abogado representante de la parte civil, comprometían a Carreño como el único responsable de la muerte de Padilla. Habían transcurrido 5 años de indagatorias y en los anaqueles del Juzgado 18 Superior reposaban cerca de 6 mil folios con los pormenores del caso.
Dos años después, el 14 de marzo de 1976, a las 7 de la noche, se adelantó en el lugar de los acontecimientos la que fue denominada irónicamente "prueba de fuego". Fue una reconstrucción de la incineración del cadáver de Padilla, pero en esta oportunidad la prueba se hizo con un chivo de 40 kilos, al que le fue prendido fuego.
Los 38 minutos que duró el sacrificio desde cuando se inició el fuego hastá cuando se extinguió por completo, le sirvieron al abogado defensor, Ismael Rincón Zamudio, para alegar que lo que se configuraba era más bien un caso de secuestro con autoría múltiple que el asesinato con características de autoría única que se imputaba a Carreño. Sería definitivo para que se le diera el veredicto absolutorio que posteriormente fue recusado.
El proceso, como entonces lo señalaron algunos medios de comunicación, dio para todo: actuación de los más destacados criminalistas, recusaciones de jueces y magistrados, recusaciones de jurados de conciencia, alternativos relevos en la defensa, espectacular fuga del procesado, absolución de un primer jurado, rechazo de los jueces de derecho de la declaratoria de no responsabilidad y una nueva audiencia pública el 21 de noviembrede 1978.
En la sesión final de esa audiencia, con ribetes de dramatismo y escenas que bien podrían haber sido sacadas de películas judiciales famosas, el entonces abogado defensor, César Montoya Ocampo, hizo un resumen de los contraindicios y demostró que no existía plena prueba de responsabilidad. Fue entonces cuando Gonzalo Carreno Nieto oyó el veredicto definitivo e irrevocable: "no es responsable".
Era la 1 y 5 minutos de la tarde. Se ponía punto final a 9 años de detención, 6 años en La Modelo y 3 años en La Picota.
"MI CASO"
"Mi caso" es el título del libro que en marzo de 1982, lanzó al públicó la editorial Oveja Negra en una edición barata de 5 mil ejemplares. Escrito por Gonzalo Carreno Nieto, quien recibió cerca de 100 mil pesos por derechos de autor, está dedicado a sus padres, quienes murieron mientras estaba en la cárcel. Mal escrito, constituye, sin embargo, un testimonio de los años que pasó en la cárcel. A ella ingresó por primera vez cuando tenía 30 años y salió cuando acababa de cumplir 40, en 1979. Fue allí donde conoció a los más peligrosos delincuentes: asesinos y mafiosos, apartamenteros y ladrones, estafadores y jaladores de carros...
También conoció a Ricardo Lara Parada, dirigente del E.L.N. y a otros militantes de la izquierda y fue allí donde tuvo sus primeras experiencias con la marihuana y la coca.
A continuación algunos apartes del libro.
"Mis padres eran personas nobles y procedían de familias distinguidas.
Mi madre decía que mis apellidos eran mis credenciales en la vida y me enseñó a creer en Dios. Mi padre amaba la música y ejercía la diplomacia cuando el ambiente político era favorable. Fue así como conocí el mundo desde un ambiente privilegiado y protegido socialmente donde me encontraba. Pero no eramos ricos, y la sombra de las peores dificultades aparecía de tiempo en tiempo hasta materializarse algunas veces en pobreza. Mi madre decía entonces que éramos pobres pero de buena familia y que con el tiempo la situación mejoraría, mi padre entre tanto meditaba, esperaba y tocaba su piano.
Hasta que un día se producía una especie de milagro y mi padre nos comunicaba lleno de alegría que nuestras dificultades ya no existían, había sido nombrado en un cargo diplomático y por algunos años tendríamos asegurada nuestra grata existencia en un lejano país.
Mi madre nos llevaba a dar gracias a Dios a la iglesia y comenzaban los preparativos para el viaje. Así transcurría mi vida pasando de la inseguridad a la total protección. Participaba de la deliciosa seguridad que produce el saberse amparado por el Estado.
Cuando llegamos a nuestro destino todo cambiaba en forma mágica; vivíamos en apartamentos lujosos situados en los mejores sectores de Roma, Tokio o Madrid, a las pocas semanas aparecía nuevo y brillante un automóvil y se daba comienzo a esa vida artificial, deliciosa y ociosa de la diplomacia. La única preocupación era la estabilidad del gobierno y que no hubiera la posibilidad de un golpe de Estado por parte de un general. A veces caía el gobierno de algunos amigos diplomáticos y comenzaban las despedidas con lágrimas, se les agasajaba con las últimas comidas ante la catástrofe que esto significaba y se le peda a Dios por la estabilidad de nuestro gobierno dándole gracias de que no hubiera sido en Colombia.
Viviendo así, transcurría la vida, pasé por incontables colegios, estudié cinco lenguas y me deleitaba mirando pasar la vida con una seguridad íntima de que así tambaleara el mundo, a nosotros nada podría ocurrirnos pues éramos diplomáticos".
" La cárcel había hecho estragos y me había causado lesiones incurables en los más intimo de mi personalidad. Me senti resentido y experimenté la horrible sensación de haber estado preso, me daba la impresión de ser observado y disfrutaba de los momentos de soledad.
Dormía mal y despertaba pensando en la cárcel, cuando percibia la realidad me sentía deprimido y llegué a experimentar melancolia. Mi interés por la vida disminuyó y un día senti que era un hombre desadaptado; pensaba en la cárcel con horror, y veia la vida con incertidumbre. Cualquier tiempo en la cárcel es mucho, me decia alguien en una oportunidad y cuán cierto era. Pensé que había perdido algo que es imposible recuperar de nuevo, no acababa de regresar de aquel viaje desagradable, era un expresidiario que venía del patio sucio de un penal. Leia en los diarios noticias sobre las mafias y a veces descubría el nombre de alguien conocido, no volví a leer las páginas sociales con sus noticias de comidas, almuerzos y tés, comencé a desear intimamente que algún mafioso me tendiera su mano en esos momentos, queria estar con personas que compartieran mi situación de expresidiario. Entonces comprendi a los que agotan todos los recursos con tal de no ir a una cárcel. No es falta de valor, éste se prueba en otra forma, en otros campos más nobles, no dejándose llevar detenido preventivamente a un penal. La cárcel hay que evitarla a toda costa, se deben agotar todos los recursos disponibles para no permanecer siquiera una hora en un lugar de donde se sale marcado ante la sociedad. Y ninguna sociedad vuelve a recibir al preso. La cárcel puede llevar a una especie de muerte civil, anula socialmente al hombre y lo deja mal herido convertido en un minusválido social. Por eso al salir me sentia un convaleciente sin fuerzas, deseando la amistad de seres poderosos que me revitalizaran, así fueran bandidos".
"Comenzaba el año de 1979 y tenía esperanzas de salir en libertad, la audiencia comenzaria en pocos días.
El sol del mes de enero llevaba un poco de claridad a la Picota y todos habian sacado los colchones al patio para ventilarlos y airearlos a la intemperie.
Tenía la mente confusa, había olvidado como era la vida en libertad y no sabía como afrontarla. Habían pasado ya muchos años de mi juventud y no lograba ubicarme en el tiempo. Cuando llegué por primera vez a la cárcel en 1969 tenía treinta años y acababa de cumplir cuarenta. La naturaleza siempre generosa había mantenido joven mi cuerpo. Yo por mi parte conservaba joven el espiritu, había logrado rejuvenecerlo con el conocimiento de valores que me permitian proyectarme hacia el futuro. Ahí estaba mi juventud, intacta, vibrante.
Ante la proximidad de la libertad, me invadió un deseo de amar la vida, tantas veces habia deseado la muerte y ahora iba a nacer de nuevo, pero con total conciencia de lo que aparecería ante mis ojos. Senti súbitamente añoranza e ilusión de los bosques, los espacios abiertos, de los rios y el mar, de cohocer gente nueva; quise amar librernente lo que yo quisiera y apareció ahte mi un mundo de seres bellos que sufren en el olvido.
Busqué resentimientos en mi alma y naturalmente los había, pero contra un sistema, entonces me liberé de ellos, y comencé a sentirme más ligero, más libre.
Fuí pariendo mi libertad poco a poco, sólo, allí encerrado.