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Guadalajara fue colombiana

Gracias a sus escritores, músicos, cineastas y artistas, el país fue el centro de todas las miradas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. También abrió nuevos mercados para la industria editorial. Crónica de Juan David Correa.

1 de diciembre de 2007

Más allá de los orgullos patrios y los saludos a la bandera, la semana que termina puso a Colombia en un lugar central en la industria editorial en español. Colombia, o 400 colombianos, más bien: esa fue la cifra entregada por Catalina Hoyos, del Ministerio de Cultura, quien se mostró complacida con la organización y la respuesta entusiasta del público que asistió a la feria de Guadalajara que termina este lunes 4 de diciembre. Fue una delegación variada: directores de medios, columnistas de opinión, escritores, músicos, artistas plásticos y editores, colmaron durante diez días la capital del estado de Jalisco.

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) comenzó el sábado 24 de noviembre con la entrega del Premio FIL de Literatura al escritor mexicano Fernando del Paso, autor de obras como Palinuro de México y Linda 67, historia de un crimen. Ese día, miles de personas se agolparon a la entrada de una feria que convoca al menos 400.000 asistentes durante los 10 días en los que está abierta. Desde las 9 de la mañana comenzó a llegar la gente a un acto que estuvo marcado no sólo por lo masivo, sino porque el público, que miraba a los invitados desde el cordón de seguridad de Felipe Calderón, presidente de México, gritaba consignas. A las 11, cuando Calderón llegó, una mujer que pudo filtrarse al escenario mismo en el que ya estaban Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, los jurados del Premio FIL y las personalidades, no paró de gritarle "Espurio, espurio". La prensa, cuando se dio cuenta de que los guardaespaldas la sacaron a la fuerza, la protegió abogando por la libertad de expresión. Después del acto y de un discurso de Del Paso, quien a causa de una enfermedad no había confirmado su asistencia, las puertas se abrieron a unas 2.000 personas, muchas de las cuales no dejaron de gritarle a Calderón: "Felipe, devuélvenos la feria, esto no es un acto político".

Al día siguiente se realizó el homenaje a Álvaro Mutis. Fue una mesa conformada por la ministra de Cultura, Paula Moreno; el Nobel Gabriel García Márquez; el director de la Hjck, Álvaro Castaño; el ex presidente Belisario Betancur; los mexicanos Jorge Volpi e Ignacio Padilla, y el propio Mutis. Al menos 2.000 personas se congregaron el auditorio principal de la FIL para aplaudir al novelista y poeta. Fue un acto conmovedor cuando subió al escenario el violonchelista mexicano Carlos Prieto para tocar dos suites de Bach, la música preferida de Mutis. Las palabras de la Ministra fueron discretas y concisas. Álvaro Castaño le entregó al poeta de Los elementos del desastre y la saga de Maqroll, un disco con su voz que contenía un folleto con fotos inéditas del escritor. García Márquez se negó a hablar ante el pedido de Jorge Volpi quien, junto a Ignacio Padilla, hizo de un acto sencillo, un ejercicio literario de colegio. Esa fue la conclusión de muchos de los asistentes. Los dos escritores hicieron una glosa absurda sobre los personajes de Mutis que, además de larga, sólo aburrió al público.

Entre las voces que se escucharon durante esta semana muchos sintieron, según dijo el editor paisa César Hurtado, director de la editorial La Carreta de Medellín, que el interés por los libros y lo que se está produciendo en el país aumentaron gracias a esta invitación. Él, por ejemplo, negoció tres coediciones con la editorial Siglo XXI y sus libros, además, serán distribuidos en México. Todavía sostuvo reuniones con editores norteamericanos para buscar internacionalizar su catálogo. Lo mismo dijo el editor de la Universidad Javeriana y columnista de Arcadia Nicolás Morales, a quien la feria lo recibió con la buena noticia de que los libros de los fondos de las universidades serán distribuidos en México.

Muchos se preguntaban durante esta semana por qué es tan diferente esta feria a las que se hacen en Colombia. Lo primero que habría que decir es que la FIL es una empresa que trabaja año tras año en función del principal evento cultural de la ciudad. Y a ello le dedican un esfuerzo que se ve reflejado no sólo en la gran prensa, sino en decenas de publicaciones mexicanas que ocuparon sus ediciones con la cultura en Colombia. El lunes, por ejemplo, la revista Punto de partida presentó una antología de nueva poesía colombiana antologada por Federico Díaz-Granados. Lo que se descubre, a través de la calidad y de la seriedad con la que se aborda cualquier tema sobre el país, es que los editores mexicanos han puesto su empeño en mirar de verdad a ese otro que los visita. La Unam, la Universidad de Guadalajara, la revista Fractal, la revista Babelia del diario El País, son sólo algunos de los nombres que se vienen a la cabeza cuando se piensa en publicaciones que fueron dedicadas exclusivamente a la literatura colombiana. Esa quizá sea una de la razones por las cuales, decían varios grupos en un coctel ofrecido el martes en el pabellón de Colombia, la organización no sólo pasa por lo logístico, sino por el fondo mismo: se trata, para la FIL, de poner en el centro a su invitado para conocerlo. En ese sentido, decía Catalina Hoyos, ha habido un reconocimiento importante por parte de la organización de la feria, que se mostró complacida con la programación y la organización colombianas. Y agregó Patricia Miranda, coordinadora de la programación cultural de este año, que a pesar de que muchos de los nombres de los escritores no eran muy conocidos -salvo, claro, los de Mutis y García Márquez-, la presencia no sólo en las conversaciones dentro de la feria sino en universidades y colegios, podría abrir el camino en México, la principal industria editorial de América Latina.

Y aunque en el centro estuvo la literatura con una cincuentena de nombres entre los cuales se encontraban Héctor Abad, Luis Fayad, Ricardo Cano Gaviria, Juan Manuel Roca, o Piedad Bonnet, es verdad que la presencia del país se extendió a la ciudad misma, y a las noches de fiesta que son parte del espíritu de la feria. Noches en las cuales Colombia siempre fue protagonista en los cocteles que se ofrecen: el lunes, por ejemplo, en el salón Veracruz, un salón del centro de la ciudad, en donde se realiza una fiesta a la que asisten los invitados a la feria, la Sonoro Bahía no paró de corear y vocear los nombres de editoriales y medios colombianos.

De la misma manera, en el Instituto Cultural Cabañas, ubicado también en el centro de la ciudad; acogió la exposición Espíritus, orfebres y chamanes, El oro en Colombia, una muestra que fue comentada en la prensa con entusiasmo. Lo mismo ocurrió con Débora Arango, una revolución inédita del arte colombiano, exhibida en mismo instituto. En el Museo de las Artes (Musa) se mostró la obra de Rogelio Salmona, y en el Museo Regional de Guadalajara, Me gustas mucho tú, trabajo que hizo especialmente para esta ocasión el colectivo de artistas Popular de Lujo y que le mereció un comentario elogioso de parte de Raúl Padilla, director de la FIL, que en una cena dijo que no se podía creer que México y Colombia compartieran tantas cosas en la entraña popular. La muestra buscó enseñarles a los mexicanos las decenas de objetos iconográficos que iban desde estampas a la virgen, hasta mariachis en la Caracas, para que ellos comprendieran el nivel de penetración cultural que ellos han tenido en Colombia.

Y como si esto fuera poco, cada noche se presentaron grupos colombianos en la explanada, una suerte de concha acústica a la que podían entrar 1.000 personas, que paseó a los oyentes por la diversidad musical: del Llano, con el 'Cholo' Valderrama, al funky tropical de Pernett o la salsa urbana de La 33. ChocQuibTown, la noche del miércoles, fue un éxito. Al mismo Pernett no dejaron de corearlo y debió salir a repetir. Luego, una fiesta en la Mutualista, el mejor bar de salsa de la ciudad, organizada por la delegación colombiana, hizo que la fiesta se prolongara hasta la madrugada: Sidestepper, Pernett y un montaje del grupo Mapa Teatro dejaron a los asistentes sorprendidos. Algo similar ocurrió con la muestra de cine, compuesta por documentales y largometrajes que no habían sido exhibidos en México: la asistencia fue siempre buena.

Todo lo anterior, dijo Paula Moreno, ministra de Cultura, demostró por qué era importante no quedarse con los nombres más conocidos y aportar por llevar a grupos menos masivos pero igual de importantes a los mencionados. Y sí, la gente respondió y bailó y no todo se convirtió en celebrar una bandera o gritar Colombia tierra querida sino en vernos a través de los ojos de los mexicanos quienes, como la poeta Dora Moro, se convencieron de la buena salud de la poesía del país y conoció a algunos autores que "comenzaré a leer apenas acabe la feria".

Cuatro mil millones de pesos se invirtieron en este evento. Acaso muchos piensen que es demasiado para un país en crisis, pero lo cierto es que más allá de la idea de "mostrar una imagen positiva del país", la delegación colombiana fue ecléctica, a veces crítica y diversa. Eso hay que reconocerlo a pesar de las opiniones divididas en torno a la imagen que se proyectó en el Pabellón que para muchos, como la venezolana Cynthia Arango, una visitante habitual de la feria, "parecía más una agencia de viajes". O voces más críticas que no estuvieron de acuerdo con que no se hablara en ese lugar del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, uno de los logros más significativos de Colombia en los últimos años. Y aunque se podía estar o no de acuerdo, lo cierto es que hay que aplaudir que la Cámara Colombiana del Libro hizo una gran tarea al organizar una muy bien dotada librería que sorprendió en las ventas a María Fernanda Hoyos de la Cámara del Libro. Así termina una participación que respondió a un país que no deja de hacer sentir a cualquiera como si estuviera en su propia casa.