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¿Guerra inútil?

Naciones Unidas publicó un informe en el que se demuestra la ineficacia de la represión en la lucha contra las drogas.

1 de enero de 2001

La oficina del ‘MoMientras Colombia se prepara para la más grande ofensiva de su historia en contra de las drogas ilícitas acaba de conocerse un informe de la Oficina de Naciones Unidas para el Control de Drogas y la Prevención del Crimen (Undcp), que revela la ineficacia de los resultados de la lucha represiva contra las drogas. Aunque el informe hace énfasis en la corresponsabilidad de los países frente al flagelo del narcotráfico, plantea más soluciones para los países consumidores que para los productores.

El informe Global Illicit Drug Trade 2000 es una publicación anual de Naciones Unidas que muestra las tendencias en la producción y consumo de las drogas alrededor del mundo. Los resultados son poco alentadores, sobre todo para los colombianos: el consumo de marihuana y drogas sintéticas va en aumento, al igual que el crecimiento de los cultivos ilícitos. En la importante publicación hay un viraje frente al planteamiento de la lucha antidrogas que se ha venido dando en los últimos años: el debate ha dejado de ser moralista y maniqueo, entre legalizadores y prohibicionistas, y se enfoca más hacia una estrategia integral contra el narcotráfico. Esto quiere decir que el tema de las drogas se está empezando a desatanizar para convertirse en un problema de salud pública. En plata blanca, menos garrote para los consumidores. Ahora, ¿que le pasará a países productores como Colombia? Ese punto no queda claro dentro del informe.



El precio de la ilegalidad

Pese a la lucha frontal contra las drogas en el mundo hay más de 235 millones de personas consumidoras de estupefacientes. Sólo en Estados Unidos hay casi 14 millones de consumidores. Y las cifras siguen creciendo: en Europa y Estados Unidos el consumo de éxtasis entre los jóvenes ha subido, según cifras de la organización Drug Free America, de 5 por ciento en 1995 a 13 por ciento este año. A pesar de décadas de represión la producción mundial sigue aumentando. “No hay que ir muy lejos para verlo, durante el gobierno de Samper fue cuando más fumigación se hizo y, sin embargo, los cultivos ilícitos aumentaron considerablemente”, dijo a SEMANA Klaus Nyholm, representante de Undcp para Colombia, Ecuador y Venezuela.

El informe también revela que las drogas sintéticas, como las anfetaminas, están creciendo en forma exponencial y se están convirtiendo en la droga del siglo XXI. “Esto quiere decir que estamos cada vez más lejos de la erradicación porque este tipo de droga es casi imposible de combatir con represión ya que casi todo el proceso de producción es legal”, sostiene Francisco Thoumi, coordinador del Programa global contra el lavado de dinero de la ONU.



Más zanahoria

Ante la cada vez más aplastante evidencia de que la prohibición no funciona es mayor el número de países que se suman a la política de prevenir y educar más que a la de castigar. Y, por tanto, hay un tema que está cobrando importancia en Estados Unidos y en algunos países de Europa: la despenalización del consumo de droga con fines terapéuticos. Estados como Alaska, Colorado, Nevada, en Estados Unidos, y países como Holanda, Portugal e Italia han ido aprobando el uso de drogas sicoactivas como la marihuana para aliviar las molestias de algunas enfermedades.

Para muchos países esa es la importancia del informe de Naciones Unidas porque se deja de mirar al consumidor como un delincuente y se buscan soluciones integrales que trasciendan el argumento moralista de la represión. El problema está dejando de ser de seguridad nacional para ser tratado como un problema de salud pública. España Suiza y Holanda, por ejemplo, han creado ‘narcosalas’ para suministrar heroína controlada y así evitar problemas mayores, como la propagación del sida en su población, el aumento en la criminalidad y el mercado negro de las drogas.



La otra cara

¿Vale la pena esta guerra en Colombia si se ha demostrado que la prohibición es inútil? Colombia viviría la peor tragedia de su historia si se despenaliza el consumo de droga pero se castiga la oferta. Es decir, que siga siendo ilegal para los que producen pero legal para los que la consumen. Si se despenaliza el consumo los adictos van a ser protegidos por el Estado por ser considerados enfermos, mientras que los productores van a ser criminalizados porque la exportan. Además resulta imposible sustraerle la rentabilidad y la violencia a un negocio que vive de la ilegalidad y en un entorno donde la demanda parece que va a seguir creciendo.

Hoy el negocio de la droga es quizás el más rentable del mundo. La pasta de coca puede costar 400 dólares el kilo en un país productor, digamos Colombia. Y en las calles de Nueva York puede llegar a 20.000 dólares. En el caso de Colombia la espiral de violencia podría seguir creciendo si se tiene en cuenta que la fuente de financiación de los actores armados en vez de debilitarse se fortalecería con políticas que se dirijan al consumo y no a la producción. Las industrias de armas harían un negocio redondo con los grupos armados y los narcotraficantes colombianos. La corrupción tendería a contaminar a más personas en la vida política, económica y social. El sistema financiero internacional y sus megabancos seguirían enriqueciéndose con el dinero lavado en complejas operaciones que no dejan rastro. Las empresas de químicos seguirían exportando sus productos a Colombia. Con una despenalización exclusiva del consumo los países del norte serían compasivos con sus consumidores pero inquisidores con sus productores.



Estrategias conjuntas

No hay que ver, sin embargo, el futuro de una manera apocalíptica. Son hasta ahora propuestas que estilan un debate a fondo sobre cómo acabar con la droga. Es un avance que la ONU hable sobre la necesidad de combatir la demanda. “La comunidad internacional tiene que ayudar más a Colombia porque ha pagado un precio demasiado alto. El campesino no es el gran delincuente y por eso la importancia del desarrollo alternativo”, afirma Nyholm.

Para Gonzalo de Francisco, consejero presidencial para la Convivencia y seguridad ciudadana, la iniciativa contra el narcotráfico del Plan Colombia invita a buscar estrategias adicionales a la represión que permitan una mayor presencia del Estado en las zonas de erradicación de cultivos ilícitos. Por eso el reto del gobierno es tan ambicioso: porque el control del Estado sobre el territorio no sólo deberá mantener alejada a la población del control de los actores del conflicto sino que deberá asegurar la rentabilidad en la sustitución de cultivos ilícitos.

Lo cierto es que el informe de la Naciones Unidas abre espacios de discusión que dejan ver la ineficacia de las solas medidas punitivas. Por eso la pelea que tiene que dar Colombia es que la discusión se traslade también hacia países productores. Hoy más que nunca Colombia no puede ser ajeno a este debate y tiene que estar, si no liderando, participando de las políticas que se tomen hacia el futuro. Y, con su deshonrosa lista de mártires que han tratado de contener el cáncer de la droga, Colombia es el país que más autoridad tiene para hablar sobre la lucha contra el narcotráfico.