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GUERRA A LA GUERRA

Los nuevos muertos de los enfrentamientos en el Valle parecen ya no importarle a nadie

30 de junio de 1986

A 27, según las últimas informaciones, había llegado el número de muertos como consecuencia de los enfrentamientos entre el Ejército y la guerrilla la semana pasada en el municipio de Restrepo, Valle. Y de nuevo la guerra que se vive en ese departamento escalofrió al país. No tanto por la cifra de muertos, que se está volviendo casi rutinaria en los combates, sino porque esta vez la guerra estaba teñida de tragedia. Una explosión causada por una granada de mortero o por un rocket, lo que no se estableció definitivamente, en la escuelita rural en donde se encontraban refugiadas -a instancias del Ejército- por lo menos 20 personas, acabó con la vida de algunos niños y profesores y puso nuevamente sobre el tapete el drama que vive el campesinado en las zonas de violencia: su papel de sánduche al encontrarse entre dos fuegos.
"Los soldados nos dijeron que nos refugiáramos en la escuela. Nosotros corrimos hacia allí y cuando llegamos ya había sonado la explosión y lo único que encontramos fue cadáveres. El patrón estaba muerto y mis familiares también", fue el testimonio de Roberto Perafán, quien perdió a su madre y a su hermano.
Y se puso también de presente el drama que viven los familiares de quienes se encuentran combatiendo en las filas del Ejército y de pronto aparecen en medio de una balacera en la que pierden la vida. Algunos mueren orgullosos de estar prestándole un servicio a la patria, al combatir a la subversión, mientras que otros, tal vez la mayoría, están allí para tratar de sacar su libreta militar y poder conseguir posteriormente un trabajo. Sin embargo ya están apareciendo también quienes están dispuestos a empuñar las armas para acabar con la violencia. Luis Alfredo Núñez, hermano de un soldado muerto, dijo en el entierro: "Si es necesario estamos dispuestos a ir a la guerra para acabar con la violencia guerrillera. Si hacen falta hombres para sacrificarlos por la patria, les pido el favor de que nos lleven".
Los ánimos parecen estar llegando a esas situaciones en las que la salida para acabar con la guerra es la guerra. Sólo que del otro bando, del lado de la guerrilla y de los familiares de los guerrilleros, también se maneja la misma lógica. Y entonces aparece también en el escenario el otro drama, el de los jóvenes que desesperados ante la carencia de perspectivas económicas, sociales y políticas, deciden un buen día engrosar las filas guerrilleras y, por supuesto, corren con la misma suerte. Un mal día se encuentran en medio de una balacera y mueren.
En fin de cuentas ese es el drama de la guerra. Y ya poco importa quién disparó este u otro rocketazo, contra quién o en qué circunstancias, porque lo único concreto es que por lo menos en algunas regiones del país y en particular en el departamento del Valle la guerra se tomó el escenario y la gente y los periódicos ya se acostumbraron a eso. De vez en cuando el país se escandaliza ante ciertos horrores, los horrores de la guerra. Pero pasan unos días y se vuelve al estado normal, al de la guerra.
Porque aun después de la guerra, lo que parece que sigue es la guerra, o por lo menos eso es lo que se desprende de una carta enviada por la alcaldesa de Sevilla, Virginia García Gómez, al gobernador del Valle, Jorge Herrera Barona, en la que dice: "Las gentes se preguntan -y yo entre ellas- si por haber tenido el infrtunio de que durante los meses de octubre y noviembre un grupo guerrillero, el M-19, hubiera decidido tener por sede para sus desmanes a nuestro municipio, los sevillanos vamos a seguir pagando a perpetuidad". Se queja la alcaldesa de "algunos episodios bochornosos" protagonizados por la Policía, de "hostigamiento desmedido" y de otra serie de actuaciones como los simulacros con balaceras y gritos que mantienen a la gente en estado de guerra.
En medio de este panorama de guerra y de guerra a la guerra, lo curioso es que 27 muertos ya prácticamente lo único que hacen es agrandar el inventario de la violencia sin dejar mucha huella.