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Sin el espíritu guerrerista de Jojoy, probablemente la guerrilla se acerque más a una mesa de negociaciones en condiciones diferentes a las del Caguán, en donde Jorge Briceño y Manuel Marulanda fueron protagonistas.

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Guerra y paz

Con la muerte de Jojoy y la veloz destrucción del Bloque Oriental, muchos se preguntan si la presión militar del gobierno va a obligar a las Farc a sentarse a negociar muy pronto.

25 de septiembre de 2010

La muerte de Jorge Briceño, alias 'el Mono Jojoy', cierra una época de las Farc. En cabeza de Jojoy, las Farc lograron en los años 90 del siglo pasado forjar una poderosa máquina de guerra: el Bloque Oriental, que llegó a representar el 50 por ciento de su operatividad.

Este bloque era el destinado para llegar a la capital del país, y por ello, al comenzar la década del 2000, tenía nueve frentes guerrilleros en Cundinamarca y formaba parte del frente Antonio Nariño en Bogotá, al mando de Carlos Antonio Lozada.

Especialmente entre los años 1996 y 1998, Jojoy y el Bloque Oriental realizaron grandes operaciones sobre la fuerza pública, tomas de pueblos, secuestros políticos en los alrededores de Bogotá, y luego tuvieron la osadía de atacar el Palacio de Nariño el día de la posesión del presidente Uribe y de desafiar la ciudad con el brutal acto del Club El Nogal.

Ese despliegue de fuerza en el centro del país creó la sensación de que la guerrilla tenía alguna oportunidad de llegar al poder. Con esa expectativa llegaron las Farc a las negociaciones del Caguán. Y con esa idea llegó Jorge Briceño, quien, después de Manuel Marulanda, fue la principal figura de las conversaciones de paz.

Ahora se sabe que esa ilusión de victoria fue una de las causas del fracaso de las negociaciones de paz. Las Farc privilegiaron el fortalecimiento militar a una reinserción a la vida civil y no ofrecieron una actitud flexible en la mesa de negociaciones.

Las conversaciones de paz terminaron abruptamente y la confrontación militar se intensificó. Las fuerzas militares iniciaron una gran ofensiva en la Cordillera Oriental, encarnada en las operaciones Libertad I y Libertad II, realizadas en 2003 y 2005, que destruyeron y expulsaron los frentes guerrilleros de Cundinamarca y Bogotá.

Así se inició el desmantelamiento y la derrota del Bloque Oriental, que tiene ahora un punto culminante en la muerte de Jojoy. La persecución continuada de las estructuras de la guerrilla en Cundinamarca y el Meta produjo deserciones y capturas que trajeron información muy valiosa para la inteligencia militar y permitieron ubicar campamentos, secuestrados y jefes de la insurgencia. Con la debacle de las Farc en la Cordillera Oriental, se cierra una época de esta guerrilla.

Las grandes derrotas sufridas llevaron a un cambio en la línea de mando de las Farc, y, a la muerte de Manuel Marulanda, fue Alfonso Cano quien asumió la comandancia general de esta guerrilla. Cano había logrado crear un nuevo escenario de guerra en la Cordillera Central, al utilizar tácticas de guerra distintas a las de Jojoy: dispersión de las guerrillas en pequeños grupos, uso de armas artesanales, minado de territorio, construcción de nuevas redes sociales.

A la vez, Cano ha empezado a hablar de negociaciones de paz, y en los mensajes que ha enviado al gobierno del presidente Juan Manuel Santos deja ver una aceptación de las innegables dificultades que viven las Farc. Por eso, quizás la muerte de Jojoy acerque a la guerrilla a una nueva mesa de negociaciones en la que por fin se haga un definitivo pacto de paz.

El gobierno de Santos ha puesto en marcha una estrategia muy inteligente: continuar con la presión militar a las guerrillas, no asumir una posición triunfalista ante las victorias y abrir la posibilidad de una reconciliación nacional.

Si la guerrilla abandona la idea de que antes de sentarse a una mesa de negociaciones tiene que dar muestras de fortaleza, si acepta su debilidad y se ahorra un largo trecho de acciones para mostrar que tiene capacidad de hacer daño, es muy probable que la guerra termine en un escenario de concertación.