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Alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. | Foto: Carlos Julio Martínez

BOGOTÁ

Petro, un año del alcalde mártir

El alcalde pasó cinco meses defendiéndose del procurador y pugnando por mantenerse en el cargo. Sin embargo, dice que no ha sido un año perdido.

10 de diciembre de 2014

Hace un año, exactamente el 10 de diciembre, Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, salió por primera vez al balcón del Palacio de Liévano para atrincherarse en la alcaldía ante la destitución que ordenó el procurador Alejandro Ordóñez por el cambio de esquema en el modelo de recolección de basuras. Citó a los bogotanos a la Plaza de Bolívar desde horas de la tarde. Organizó un concierto, para tener más acogida. Casi llena la plaza. Se despojó de sus funciones de alcalde y se puso el traje de agitador de masas, el que talla a la perfección. Y desde ese balcón retaba al establecimiento con la advertencia de que sólo se iría hasta el último minuto de su mandato, el 31 de diciembre del 2015.

Petro, el exguerrillero que más alto y más lejos había llegado en la política colombiana, asumió que la destitución que le impuso Ordóñez, que además lo inhabilitaba para hacer política electoral por 15 años, era un intento del establecimiento por derrocarlo. Culpó a la derecha, promovía madrazos de la multitud contra Álvaro Uribe, responsabilizaba al presidente Juan Manuel Santos de su suerte, e incluso le advertía que si lo sacaba del cargo, ponía en riesgo el proceso de paz.

Incluso, se comparaba con Jorge Eliécer Gaitán, asesinado en 1948 a pocos metros de ese balcón. Invitó a una movilización nacional de indignados, a acampar en la Plaza de Bolívar, clamaba por una Constituyente y exigía la convocatoria a las urnas para que los ciudadanos decidieran sobre su continuidad en el cargo, es decir, ahora aceptaba la revocatoria que él mismo se encargó de evitar a punta de tutelas. Gritos de “No pasarán”,  banderas del M-19 empezaban a ser cotidianas en la Plaza de Bolívar. Petro empezaba a erigirse como el unificador de todas las tendencias de izquierda y sacaba provecho de la destitución, pues al menos las encuestas empezaron a registrar un sorprendente aumento en su popularidad.

Desde aquel 10 de diciembre, Bogotá entró en el mayor desgobierno de su historia. Petro salió hasta en siete ocasiones al balcón. Y en lugar de demostrar las ejecutorias de su gobierno, apostó por martirizarse a través de su discurso. Y por debajo, sus abogados promovieron todo tipo de recursos, centenares de tutelas en todos los despachos, para suspender los efectos de la sanción de Ordóñez, que el propio procurador ratificó el 15 de enero.

Pocos auguraban que Petro terminara su mandato. El propio alcalde tenía ese presentimiento. Un juzgado le daba la razón, otros se la quitaban. Hasta que el Consejo de Estado habilitó la destitución. Petro viajó a Estados Unidos a buscar medidas cautelares, la Cidh se las concedió. El presidente Juan Manuel Santos no las acogió y nombró a Rafael Pardo alcalde encargado. Petro salía de la alcaldía y parecía no regresar.

Sus últimos recursos parecían ser políticos. Recurrió a la Alianza Verde para mantener a su movimiento en la Alcaldía, que una de sus discípulas, María Mercedes Maldonado, fuera encargada de la alcaldía. Todo parecía indicar que habría elecciones para escoger nuevo alcalde, pero el mandato de Maldonado duró menos de 72 horas, un fallo de tribunal  ordenó la inmediata restitución de Petro.

Diciembre, enero, febrero, marzo y abril, cinco meses en los que Petro se dedicó a defenderse. Y mientras tanto, la ciudad estaba atascada por sus graves problemas de movilidad, los ciudadanos mantenían sus temores de ser atracados en las calles, en eso que llaman percepción de seguridad. Y las encuestas marcaban un nivel de pesimismo sin precedentes.   

Y con ese fallo, de la noche a la mañana, todo lo que pesaba en contra del objetivo de Petro de mantenerse en la alcaldía hasta el 31 de diciembre del 2015, desapareció por arte de magia. Petro ya no atacaba al presidente Santos sino que en agradecimiento por haberlo restituido se subió a su tarima y le puso votos para la reelección. Desconoció la Alianza Verde y ya no se siente representado en ese partido. Esa revocatoria de su mandato, que él mismo promovió contra la destitución de Ordóñez, sencillamente la silenció.

Prácticamente fue medio año perdido para la ciudad, como lo advirtieron muchos expertos. Sin embargo, Petro dice que no ha sido un año perdido y que siente que ha podido hacer una revolución.

El alcalde, como gestión, dice que Bogotá ha alcanzado la mayor tasa de empleo de su historia, que los sistemas de educación y salud en la capital son los de mayor calidad, que las empresas públicas cada vez más dan rendimientos y utilidades y que la ciudad presenta el segundo índice de calidad de vida.

La mayor crítica que ha recibido Petro es su improvisación y la inestabilidad de su gabinete, además de la capacidad de los funcionarios que lo rodean. Ha tenido controversias con el gobierno nacional por el tema de vivienda, y por lo menos ha sido el primer alcalde en presentar los estudios definitivos para iniciar la construcción del metro.

Un año convulso para Petro, desde aquel día en que se asomó al balcón para defenderse, como él lo dice, de las mafias y el establecimiento. Un año en que en la ciudad no se perciben mayores avances, pero en el que el alcalde, de momento, consiguió un triunfo que no muchos le vaticinaban, seguir en la alcaldía. Pareció aplicar la frase célebre de un presidente a quien algunos querían derrocar: “Aquí estoy y aquí me quedo”.