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HABLA LOPEZ MICHELSEN

11 de abril de 1983

A raíz de su reciente pronunciamiento de apoyo al gobierno de B.B., el expresidente concedió a Juan Guillermo Ríos una entrevista para SEMANA.
SEMANA.: ¿Cómo interpreta usted la respuesta de la opinión pública a su carta de apoyo al presidente Betancur?
ALFONSO LOPEZ MICHELSEN.: Como ya estoy para salir de la Dirección Nacional Liberal y regresar a mi condición de ciudadano privado, no me dirijo ya al mundo político sino a la opinión pública en general, y en realidad, yo sí me esperaba una acogida favorable de parte de la opinión pública porque los interrogantes que yo planteo en mi carta son los que angustian a la mayor parte de los empresarios grandes y pequeños de este país, como saber que estamos internándonos en un mundo desconocido, con características de parálisis económica, común a muchos países distintos de Colombia, pero que en el caso de Colombia ha venido a ser agravado por la circunstancia de la fallida reforma tributaria, contenida en los decretos de emergencia económica y la caída del bolívar y del sucre.
"NO HAY CONTRADICCIONES"
S.: Hay quienes encuentran contradictorio que usted apoye ahora al gobierno, y que no hubiera apoyado en la pasada Junta de Parlamentarios la declaratoria de emergencia y las medidas relacionadas con ésta que se tomaron.
A.L.M.: Realmente yo no tengo suerte con la divulgación de mi pensamiento en la prensa. Llevé a la Junta de Parlamentarios del pasado 17 de febrero un discurso escrito, lo leí en el recinto, lo envié a todos los medios de comunicación, y no hay un solo periódico colombiano én donde hayan aparecido mis palabras. Así es muy difícil explicarse y tener comunicación con los lectores y con el público que sigue el curso de los acontecimientos.
Allí, en ese discurso, expliqué cómo el presidente Turbay en 1981, había querido hacer uso del artículo 122 para propósitos muy similares a los que desarrolló en 1982 y 1983 el presidente Betancur y de qué manera le advertí yo, en compañía del ex presidente Víctor Mosquera Chaux, que no creíamos conveniente, ni creíamos ajustada a la Constitución, la forma que él proponía para resolver la crisis económica en aquel momento, muy semejante a la actual. Agregaba yo que, en un gesto republicano el presidente Turbay se había inclinado ante nuestras razones.
Yo le diría a usted, descubriendo un poco más las intimidades del asunto, que desde entonces yo abrigaba el temor de que hubiera en la Corte una corriente adversa al uso demasiado amplio de las facultades del 122, una reacción contra la forma como ya había sido usado el 122 bajo mi gobierno y creía de elemental prudencia no ir más lejos de lo que yo mismo había ido. Si el Presidente Betancur me hubiera consultado sobre el uso de la emergencia, y no tenía por qué hacerlo, yo le hubiera dado el mismo consejo que le dí al Presidente Turbay.
Decirle que no creía que era el momento de apelar a la emergencia, porque no veia que existiera ambiente en la Corte para darle luz verde a un número tan grande de decretos modificatorios de situaciones existentes en tantos órdenes. No fui consultado, ni tenía por qué ser consultado; pero, en conversación privada con el doctor Betancur, como yo lo dije en mis declaraciones para la TV-que tampoco fueron nunca publicadas en la prensa escrita-le observé al Presidente que yo creía que los decretos iban a ser declarados inconstitucionales y que creía igualmente que iba a haber una devaluación del bolívar. La conclusión era la de que se iba a presentar una situación más grave que la de la emergencia que se trataba de conjurar con la aplicación del 122. Le agregué que para entonces, y si eso sucedía, le ofrecía mi colaboración para sacar al país del pantano en que se vería sumido, cuando estos dos hechos tuvieran lugar. Pues bien, vino la Junta de Parlamentarios. Allí hice las observaciones acerca de lo que yo pensaba con relación a la emergencia, que era básicamente lo mismo que le había dicho al doctor Turbay. Esperé. Y cuando se produjo la primera sentencia de inconstitucionalidad y cayó el bolívar, el doctor Betancur me llamó, a propósito de cualquier cosa, para hablarme sobre la situación del país.
Le dí mis opiniones y le recordé lo que habíamos conversado semanas antes.
Me referí en la TV a ese diálogo. El doctor Betancur tuvo en cuenta mi buena voluntad, mi deseo de prestarle un servicio a la nación y me dirigió la muy generosa carta que la opinión pública conoce. De tal suerte que quieroserle muy claro: yo no fuí donde el presidente Betancur de la noche a la mañana a ofrecerle apoyo y a pedirle unos puestos. Este es el origen de lo que se llama mi apoyo al doctor Betancur y mi supuesta contradicción entre un episodio y otro. No hay ninguna. El presidente Betancur se embarcó en algo que yo le había desaconsejado al doctor Turbay y ocurrió lo que yo creía, agregándose e esta situación otro aspecto de la crisis económica, que habíamos tratado juntos, y que fue la devaluación de las monedas de los países vecinos. Así se crearon las condiciones para que yo le prestara el apoyo. A corto plazo somos la oposición. No vamos a confundirnos con el partido de gobierno. Ser oposición es ser alternativa, pero para ser alternativa se necesita demostrar también que se es hombre de gobierno. En mi discurso inédito de la Junta de Parlamentarios dije cómo teníamos que ser oposición durante estos años para ser gobierno después, presentando soluciones, proyectos y respuestas al anhelo público.
"NO VOLVER AL FRENTE NACIONAL"
S.: ¿Cuál es la diferencia entre el contenido de su propuesta y la de quienes recientemente han venido hablando de "gran acuerdo nacional", "gran propósito nacional" o "gran replanteamiento nacional"?
A L.M.: La diferencla parecería puramente semántica, una simple cuestión de palabras, pero no es así. La idea de un "gran acuerdo nacional" hace relación a una especie de identificación entre los dos partidos, que es algo a lo cual se apela periódicamente, que en Francia llaman la "unión sagrada", y que aquí es un tambor que tocan cada vez que quieren regresar a los gobiernos de concentración, a los frentes nacionales, al republicanismo. Pero la democracia es un proceso dialéctico en el cual de la contradicción resulta el acuerdo y no del acuerdo la eliminación de la contradicción. Esos acuerdos que se celebran de vez en cuando son puramente formales. En este caso yo creo que la situación del país es de extrema graverdad: nadie puede llamarse a engaño acerca de que el problema de la seguridad en las ciudades y en los campos ha comenzado a afectar la economía y que, como dije en Medellín, en el Congreso Ganadero, hay en el horizonte signos tan ominosos como el de que Colombia, no sólo por ese factor sino por otros, puede quedarse de la noche a la mañana sin abastecimientos de carne por la imposibilidad de atender las fincas. Esto ocurre no sólo con la carne sino también con toda clase de productos agrícolas, en la medida en que el secuestro, la extorsión y el boleteo se extiendan de la zona del Magdalena medío y del Caquetá a los departamentos de la Costa, a la propia capital de la República, a Medellín y Cali, que ya sufren también los rigores de este flagelo. Aparte de la situación de inseguridad, que es predominante, nos encontramos frente a un deterioro de la agricultura, que se refleja en los índices de la producción. Si miramos a la agricultura de exportación, tal vez con la excepción del banano, que está conociendo una mediana bonanza, todos los productos son superproducidos y no encuentran mercados y los precios que alcanzan en las lonjas internacionales son bajísimos. Qué decir del arroz, del azúcar, del café o de las propias flores, que comienzan a verse amenazadas, para no hablar de la imposibilidad de exportar papa, de la cual hay superproducción todos los años? Basta examinar en el primer trimestre de este año el poco uso que se ha hecho del Fondo Financiero Agro pecuario para ver que no es por falta de crédito, como se decía, sino por falta de condiciones para el trabajo, por los intereses altos, por la falta de avances tecnológicos, como por ejemplo en el caso del algodón, con respecto al cual no se ha estudiado suficientemente el problema de las defensas biológicas, cuando ya las defensas químicas se hacen demasiado caras. Fuera del caso que acabo de citar, el algodón no ha podido recuperarse con el convenio textilero y esta industria, que ha recibido mayor apoyo que cualquier otra, está demostrando con sus balances que su recuperación tomará muchos años, si es que llega. Los intermediarios financieros para la pequeña y mediana industria han desaparecido dentro del vendaval de la crisis y las más grandes empresas tienen copada su capacidad de endeudamiento en virtud de las restricciones de la primera emergencia económica del actual gobierno. El propio gobierno tendría que ampliar considerablemente su endeudamiento con el Banco de la República.
En materia de elementos esenciales de nuestra dieta, como son el maíz, el trigo, la cebada, los propios fríjoles, y las lentejas, proseguimos en el mismo camino de importar y si se recuerda que, incluyendo las oleaginosas, la importación de comida fue, en años anteriores, del orden de los 500 millones de dólares anuales, nada tendría de raro que este año -aun mediando las mejores circunstancias, como el invierno que estamos presenciando-todavía fuera necesario importar 400 millones de dólares en comida. Como lo dije en uno de mis documentos recientes, la clave de la lucha contra la inflación es la producción de alimentos.
Parecería que hay una lucha exitosa contra la inflación porque el promedio que se publica al comienzo de cada mes muestra una estabilización en los precios de los alimentos. Pero ello se debe a que hay grandes bajas en el consumo y en los precios en ciudades como Medellín, y al hacerse el promedio, no obstante las alzas que se dan en otras ciudades, éste resulta más favorable frente a las cifras del año pasado. En el aspecto industrial cada día oímos la noticia de un nuevo concordato, y la devaluación del bolívar y del sucre no nos permite forjarnos muchas ilusiones de lo que puede ocurrir con empresas como Paz del Río, que ya se veía amenazada por el acero venezolano, y se verá con mayor razón a la luz de la devaluación de la moneda venezolana, que lo hace aún más barato. Del lado del Ecuador son muchos los artículos de produccion internacional, no propiamente ecuatorianos, que están entrando a Colombia. Algo semejante puede ocurrir con Venezuela, cuando los venezolanos en busca de dólares, al no haber un mercado negro apreciable en Venezuela-porque el producido del petróleo es todo del Estado y el 80% o el 90% de las exportaciones-busquen vender artículos en pesos y con esos pesos compren dólares en el mercado negro colombiano. Tan grave es la situación que el candidato venezolano Jaime Lusinchi se refirió hace unos cuatro o cinco días a la necesidad de apoyar al gobierno y sacar a Venezuela de la situación a la cual la ha llevado el partido Copei, casi en los mismos términos en que yo invité a los liberales a rodear al gobierno del presidente Betancur, no para reconstruir el Frente Nacional, sino para prestar un concurso necesario en momentos en que la caída de las monedas vecinas y la caída de los decretos de la emergencia han creado un ambiente casi de pánico en el país, de incertidumbre, de escepticismo, cuando la gente en un arranque de ¡sálvese quien pueda! está dejando las playas colombianas para vivir a salvo en otras latitudes. Mi actitud es firmemente la de permanecer en el país y tratar de despertar el espiritu civico para hacer renacer la confianza en Colombia y responder a quienes están amenazando la estabilidad republicana con la demostración de un gran espirítu cívico por parte de todas las vertientes de opinión.
¿HACIA DONDE VAMOS?
S.: ¿Cómo ve usted el futuro inmediato del país?
A.L.M.: Al país se le abre un abanico de opciones, unas buenas, otras menos buenas, otras inciertas.
Yo creo que, si se consigue congregar un haz de voluntades y de capacidades, sin exclusivismos, para sortear este período de la historia colombiana, en el cual vamos a asistir a la verdadera destorcida de la bonanza cafetera podemos abrigar la esperanza de que recuperemos nuestra actividad interna y de que merezcamos, por la solidez de nuestras instituciones políticas y económicas, un puesto de avanzada en el continente. Podemos esperar algo similar a lo que ocurrió en la crisis del año 30, cuando hubo países que salieron irremediablemente lesionados y perdieron su rango dentro del conjunto latinoamericano, mientras otros, como Colombia, se crecieron.
S.: ¿Cuáles cree que serían los requisitos para superar el momento crítico?
A.L.M.: Me parece que si se consigue la meta de la estabilización, la capacidad de exportar y sobre todo la defensa del poder de compra de los asalariados con unas razonables alzas en las tarifas de servicio público, empezando por el transporte, que se ve ahora favorecido por el descenso en los precios del petróleo, podemos mirar con cierto optimismo al futuro, sin engañarnos acerca del hecho de que en ninguna época durante los últimos 50 años se ha atravesado una situación tan delicada como la actual, de crisis económica, de crisis social, aun de crisis política, pero, sobre todo, de auge delincuencial sin antecedentes.
NUEVA D.L.N.
S.: ¿ Qué cree usted que va a salir de la Junta de Parlamentarios que debe reunirse el próximo 16 de marzo?
A.L.M.: Quiero recordarle que en la, convención que se reunió en el pasado mes de diciembre con todos los requisítos y ritualidades contempladas en los estatutos, se decidió, a propuesta mía, cuando, por la insistencia de los convencionistas fui obligado contra mi voluntad, a quedarme en la Dirección del partido, que sólo permanecería por 3 meses hasta que se reuniera la Junta de Parlamentarios, que se celebraría en el mes de marzo.
Es lo que se va a cumplir el miércoles próximo. La gente es a veces pesimista y se pone a hacer comparaciones entre las direcciones que se eligieron en otros tiempos y la Dirección que se va a constituir con gente nueva. Yo no abrigo ese pesimismo porque la vida me ha enseñado que muchas veces las direcciones de prohombres son las que fracasan y las direcciones con gente nueva, que se está abriendo camino en la vida, son las que tienen éxito. Yo no creo que hubiera una Dirección Nacional Liberal en la cual se depositara menos confianza que la que se eligió en 1930 y que puso término a la hegemonía conservadora de 40 años, y tampoco creo que se hubieran concebido tantas esperanzas, como cuando, hace tres años, se nos eligió a los doctores Lleras Camargo, Lleras Restrepo y a mí, para integrar una Dirección Liberal que no paró en nada distinto de verme obligado a aceptar una candidatura presidencial que no estaba buscando. Esta vez yo creo que se puede constituir una buena dirección con elementos representativos de la Comisión Política Central que, a su turno, elige un Presidente, posiblemente rotatorio. Esta comisión no dejará de contar con el consejo y la opinión de los ex presidentes liberales cada vez que se nos solicite, por lo menos en cuanto a mí respecta.