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Turista que puso en riesgo la apertura de El Cocuy se disculpa

En exclusiva para Semana.com Néstor Guarnizo, el turista que el pasado Domingo de Ramos cometió una imprudencia en este Parque Nacional Natural, pide disculpas por lo ocurrido.

25 de abril de 2017

El pasado 9 de abril, tres días después de que fueran expedidas las nuevas normas de ingreso y comportamiento dentro del parque, dos jóvenes y un acompañante de la zona ingresaron al borde del glaciar del cerro Ritacuba (el más alto de este parque con 5.330 metros), rompiendo con una regla fundamental: el glaciar y mucho menos la nieve se pueden pisar; los visitantes deben permanecer a mínimo 50 metros de distancia de estos.

Lo que prendió las alarmas fue que Néstor Guarnizo, uno de los dos turistas, publicó en redes sociales las fotos y la comunidad u’wa reaccionó mediante un comunicado en el que exigía respeto por Zizuma (nombre ancestral que le dan a la sierra de El Cocuy), pedía explicaciones de la imprudencia de los turistas que pisaron la nieve y garantías del cumplimiento del acuerdo que pactaron con el gobierno y Parques Nacionales el 2 de abril para reabrir el parque. Así mismo le pedían a esta entidad que especificara qué medidas tomará al respecto.

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El parque permaneció casi 14 meses cerrado, desde el 29 de febrero de 2016, cuando algunos campesinos bloquearon sus tres puntos de ingreso y los u’wa se sumaron. El impacto del cierre en la economía en el norte de Boyacá fue tan grave que 360 familias que vivían del turismo derivado del nevado se desplazaron hacia las ciudades y todos los prestadores de servicios turísticos se quedaron sin ingresos. Por eso el 6 de abril estos celebraron su reapertura luego de 13 meses de negociación entre el ministerio del Interior, los u’wa y Parques Nacionales.

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La irresponsabilidad de Guarnizo y sus acompañantes causó mucho disgusto en la comunidad u’wa, así como en el gremio turístico de la región, por lo que este decidió disculparse públicamente.

En exclusiva Semana.com publica la disculpa de Guarnizo, quien explica detalladamente cómo ocurrieron los hechos y reconoce que sabía que lo que hizo es prohibido.

El viacrucis de Semana Santa por cuenta de la nieve

Por Néstor A. Suaterna Guarnizo - @guarnizonestor

Fueron cinco horas las que tardamos caminando en ascenso hacia una de las cumbres más altas que tiene el país, un lugar fascinante para el turista y sagrado para la comunidad indígena U’wa, quienes llevan asentados en la zona hace más de 500 años y tienen restringido el paso a la superficie del nevado porque consideran que es un territorio de vida que se debe preservar y no un territorio comercial.

Todo comienza el sábado cuando nos dirigimos hacia el municipio de El Cocuy, lugar al que llegamos aproximadamente a las ocho de la noche. Ante la incertidumbre de conseguir un guía para que nos orientara sobre el itinerario, alguien nos sugirió dirigirnos hacia Gùican de la Sierra, allí posiblemente lograríamos conseguir a alguien  con mayor facilidad para que nos indicara los costos y las rutas disponibles para ascender al día siguiente a las 5 de la mañana.

Éramos dos camaradas los que estábamos optimistas por haber cumplido nuestro primer objetivo, haber llegado hasta el poblado más cercano para empezar a escalar la tercera cumbre más alta de Colombia. Son las 9 de la noche y llegamos al hostal, ubicado a cuadra y media del parque principal, un aposento confortable, pues luego de haber recorrido 9 horas en moto desde Tasco, con una carretera desecha, a cualquier persona le parecería cómodo hasta el más barato de los alojamientos.

Con el cansancio en los ojos y a 10ºC mi cuerpo siente la altura, se me remueve el estómago y se bambolean mis piernas. Llevo 15 horas aproximadamente conduciendo, contando el trayecto que hice el día anterior desde Guateque. Descargamos las mochilas y nos dirigimos a conseguir algo de comer; fue casi imposible encontrar algún lugar de comidas abierto a esa hora. Siendo sincero me hubiese ido a dormir inmediatamente, si no fuera por el hambre y las ganas de conocer uno de los pueblos más cercanos al nevado. Nunca dejé de pensar en la cumbre, un sueño que tenía guardado hace varios años atrás.

Salimos a las 6 de la mañana del hotel, era un domingo de ramos y la gente comenzaba a salir de sus casas, alistaban las romerías y el comercio se preparaba para la ocasión. Vamos camino a la oficina de registro, lugar donde nos espera una mujer de aproximadamente 34 años. Llegamos en condición de turistas e hicimos el respectivo  pago para el ingreso al parque, nos solicita los documentos y nos entrega las manillas que debemos colocarnos para poder acceder. Nos indica las instrucciones para ingresar al parque y se refiere de forma ligera al cumplimiento de los criterios que se deben tener en cuenta una vez estemos en la cima, también nos advierte la indumentaria y la compostura que debemos tener durante el trayecto. Ella misma da a conocer las razones por las que han clausurado provisionalmente este parque de 300.000 hectáreas (casi igual de grande al departamento de Atlántico) que representaba para la población del norte de Boyacá su mayor fuente de ingresos.

Después de 10 minutos de instrucciones nos manifiesta que para poder subir a Ritacuba debemos pagar un seguro y contratar un guía turístico. La impaciencia se hace sentir y la tardanza comienza a juguetear con el reloj. A lo que inmediatamente le preguntamos que donde se podía conseguir. Ella nos dice que existe un lugar donde venden los seguros y que posiblemente allí mismo consigamos a la persona que nos oriente el recorrido.

Después de haber escuchado sus palabras, seguimos las indicaciones y nos recibe otra mujer, esta vez joven y amable, se fija en su reloj constantemente, sabe que queda muy poco tiempo para dirigirnos al lugar donde inicia el ascenso. Nos expone las diferencias que existe al momento de escoger los 3 puntos de ruta para realizar el recorrido por el parque, nos dice que hemos tomado la mejor opción y nos recibe el valor del costo del seguro. La muchacha tomó su celular y comenzó a llamar a sus colegas y a preguntar por alguien que tuviera disponible la ruta Ritacuba Blanco. Luego de haber insistido alguien coincide con ese recorrido, por lo que logro percibir es un hombre, un amigo de ella al que se refiere con total confianza; a lo que ella le manifiesta que hay dos jóvenes que quieren subir y necesitan de alguien que los oriente. Ya han pasado 20 minutos aproximadamente desde el momento en que llegamos a la oficina. Salimos del lugar y me percato que no tengo información del guía que nos va a acompañar, a lo que inmediatamente me devuelvo y pido su número de celular a la muchacha.

Minutos más tarde lo llamo y acordamos un lugar para encontrarnos, el mismo camino que tomamos coincide con el lugar en el que él vive y seguimos la carretera, hasta llegar a la entrada al parque, lugar donde dejamos las motos y guardamos nuestro equipaje.

8:30 am

Comenzamos el recorrido a las 8:30 de la mañana, se siente el aire frío y fresco golpear nuestra cara, observamos pocas personas a nuestro alrededor, al parecer también son turistas y van a subir al mismo lugar. Alcanzo a percibir dos mujeres extranjeras delante de nosotros. No dejo de imaginarme cómo puede resultar ver la nieve por primera vez.

El guía continúa delante de nosotros, lleva un ritmo un poco acelerado a nuestro parecer, pero sin importar tratamos de acompañarlo. José Luis lleva una maleta sobre sus hombros y en uno de sus bolsillos hay una botella llena de chicha, la cual le pido que saque para tomar un sorbo. Se detiene la marcha y decidimos descansar solo un momento. Él me pide que le ayude a cargar el equipaje, que también contiene víveres para ir consumiendo durante el trayecto.

Es imposible ocultar el asombro que refleja mi rostro cuando centro la mirada en el espectáculo que se divisa en el horizonte, una flagrante y densa rimera de frailejones es para mí el centro de atención. La temperatura disminuye y el temple de mi cuerpo se siente cada vez más, siento con intensidad las pulsaciones y soy consciente del coraje que se debe tener para cambiar unos días libres lejos de mi familia por irme de viaje con un parcero a la nieve. La ruta continúa y sigo la caminata, llevo dos horas caminando pero el tiempo es lo de menos cuando lo único que quiero es ver el espesor blanco de la nieve frente a mis ojos.

Confiados y enérgicos por el recorrido decidimos hacer una parada frente a uno de los arroyos del parque, tomamos fotografías y por supuesto un sorbo de aquella bebida fermentada y fría por la temperatura del lugar.

Nunca llegué a imaginar que el trayecto a Zizuma fuera tan largo, jamás había ascendido tanto en medio del frío y en busca de nuevos paisajes. Logro mantener mi atención en una de las montañas blancas que observo a aproximadamente 500 metros de nuestros pies. Cuando la temperatura es inferior a los 0 °C, el vapor de agua de la atmósfera se convierte en nieve, era exactamente eso lo que veíamos. Ya estábamos en la cumbre.

En mi mente recuerdo las imágenes que veía en televisión cuando observaba enormes montañas cubiertas de hielo, frías y cristalinas y me asombraba ante el espesor de las gigantes nevadas.

Benjamín, nuestro guía, es un joven de piel morena y delgado. Lo noto algo tímido después del llamado de atención que le ha hecho uno de los parqueros al manifestarle que está prohibido tomar atajos o trayectos no permitidos durante el recorrido dentro del parque. Pasó un lapso de tiempo hasta que me acondicioné a la temperatura, era un frío impasible que exploraba cada membrana de mi cuerpo. Estoy envuelto bajo chaquetas, lo suficiente gruesas para soportar el clima de la montaña.

Sigo esperando el momento para toparme con los indígenas Tunebos. Me llevo una imagen distinta del lugar a como me lo imaginaba, esperaba descubrir la presencia de los nativos de la región, saber su cosmovisión y filosofía de vida, así como la que profesan quienes encuentran en este lugar un espacio maravilloso para la creación, la paz para para sus almas, incluidos, por supuesto todos quienes hacen parte de esa gran familia de seres anónimos y solitarios.

En medio de esto, sucedió un asunto curioso. Intento meditar y de repente observo un socavón bajo la nieve, me acerco y justamente me doy cuenta que estamos sobre una enorme gruta de hielo de la que me encuentro impresionado. Por ahora, parece que mis dos acompañantes han visto lo mismo. Lo primero que hago es pedirle a mi compañero de viaje su cámara fotográfica, la cual saca de su maleta sin pronunciar ninguna palabra. De no haber sido por él me quedo sin el recuerdo de haber visitado este grandioso sitio.

A pesar de las indicaciones hechas en la oficina de registro del pueblo, Benjamín accede a dejarnos captar las imágenes dentro  del glaciar.

Parce tenga cuidado allá adentro, puede venir el parquero y nos jode.

Sí fresco, sólo ésta foto y nada más

Por ahora, parece estar tranquilo ante las consecuencias que puede tener para él como para nosotros el hecho de pisar la nieve. No podíamos ocultar la dicha de nuestro rostro, éramos dos sujetos dichosos ante el espectáculo que estábamos viviendo por primera vez en la nieve.

El calvario por haber subido las fotografías

Jamás llegué a imaginar que las fotografías subidas en redes pudieran tener tanta repercusión, la inoportunidad nuestra pasó la cuenta y se evidenció cuando desde casa nos percatamos de lo que estaba sucediendo.

Efectivamente, dentro de las normas de acceso al nevado queda claro que está prohibido pisar, deslizarse sobre la nieve o manipular la misma. Actividades que realizamos en medio de nuestra incultura y de la permisividad del guía que nos acompañó. No obstante se notan las ganas de fomentar el ecoturismo en esta zona de la cordillera, pero bajo ciertas circunstancias que aún quedan escuetas. Otra cosa hubiese sido si alguien que realmente se sienta identificado y defiende este territorio sagrado para los U’wa nos prohíba bajo cualquier circunstancia el acceso a la nieve.

Pareciera que los colombianos  en nuestra genética lleváramos la intempestiva imprudencia por querer hacer algo de lo que más adelante nos podemos arrepentir. Entendemos el malestar que pudo haber causado la escena en Ritacuba y sentimos las acusaciones hechas por la gente en medio de su malestar por el posible cierre del parque, producto del mal comportamiento nuestro y atentando a las creencias culturales e incumpliendo los acuerdos y condiciones hechas en días anteriores.

La montaña y su comunidad merecen respeto y como seres humanos, errores cometemos. Manifiesto con sinceridad disculpas a la población que se sintió afectada ante esta situación. Nunca fue mi intención causar daños en este precioso lugar.