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Hacia un nuevo Polo

En momentos en que la izquierda avanza en toda América Latina, la de Colombia está mucho más unida de lo que se sabe.

6 de marzo de 2005

Hasta hace muy poco era impensable que una fuerza política de izquierda en Colombia pudiera competir de igual a igual con los partidos tradicionales. El éxito del M-19 en la Constituyente del 91 fue flor de un día, y los triunfos de los Garzón -Angelino y Luis Eduardo- en octubre de 2003 no fueron suficientes para enterrar el escepticismo que generan la falta de claridad ideológica o la ausencia de una organización política con presencia nacional.

Sin embargo, son tan profundos los cambios que se están produciendo en la política, que se pueden plantear hipótesis mucho más audaces sobre el nuevo papel de la izquierda. Por ejemplo, que está en capacidad de construir la lista de más votos al Senado en las elecciones de marzo de 2006, por encima del liberalismo oficialista. Con discreción y prudencia, se cocina una alianza entre el Polo Democrático Independiente (PDI) y la bancada de Alternativa Democrática (AD) -que coordina el senador Carlos Gaviria-, cuya trascendencia no ha sido captada en toda su dimensión.

Los acercamientos entre ambos grupos se habían dado desde el año pasado. Pero desde hace un mes adquirieron una nueva dinámica que podría conducir a escenarios mucho más ambiciosos que los que contemplaban inicialmente sus protagonistas. El 8 de febrero, Samuel Moreno -presidente del PDI- le envió una carta al senador Gaviria en la que le propone construir un acuerdo programático común y elegir un candidato único a la Presidencia. La respuesta de AD fue mucho más lejos de lo que esperaban las directivas del Polo: "Les proponemos una unidad total, que requiere de un diálogo cuidadoso que debería comenzar lo más pronto posible", señaló Gaviria en la misiva.

¿Unidad total? En las reuniones que se han llevado a cabo hasta el momento se ha podido darle un contenido real a este término tan ambicioso y vacío a la vez: más allá de la unidad programática y de una alianza para apoyar un mismo candidato presidencial, implica la fusión organizativa (estatutos, jefatura, reglamentos, etc.) y la conformación de listas únicas para el Congreso. Hasta se ha contemplado la posibilidad de crear una organización diferente, con nuevo nombre.

Lo anterior significa que la izquierda anda en busca de algo más que una simple coalición para frenar la reelección del presidente Alvaro Uribe. Porque si bien esta última ha polarizado el país político y ha cohesionado a la oposición, concretar una alianza para convertirse en la principal fuerza parlamentaria del país no puede considerarse un proyecto de corto plazo. "Elaborar listas únicas es un reto mayor, significa tener una personería jurídica compartida y una organización política que trabaje a largo plazo", afirma el senador Antonio Navarro, líder del PDI.

Es claro que el proyecto es ambicioso y de largo alcance. Lo que habría que ver es si la factibilidad del plan es comparable con la voluntad de sus gestores. Hay algunos elementos que invitan al optimismo. La mayoría de los miembros de AD y del PDI ya han compartido objetivos políticos en el pasado: la candidatura presidencial de Luis Eduardo Garzón en 2002 y la victoria en la alcaldía de Bogotá en 2003. Se podría decir que, más que una idea nueva, la alianza en gestación es un regreso al Polo original. Solo que esta vez se trata de construir algo más sólido, con la presencia de otros movimientos, organizaciones sociales y políticas independientes.

Esta gran convergencia además va en la misma dirección hacia donde están soplando vientos del sur, en América Latina, donde se está produciendo un giro histórico hacia la izquierda. Esta semana en Uruguay se posesionó Tabaré Vásquez como presidente, un hecho inédito en la tradición bipartidista de ese país. Se suma, en sus países vecinos, a Néstor Kirchner en Argentina y Lula da Silva en Brasil. Hay denominadores comunes entre estos líderes, lejanos al populismo y flexibles ante la ortodoxia del FMI, que ya hablan de una integración entre sus proyectos.

Y aunque hay elementos coyunturales -como la reelección de Uribe o la precipitada propuesta de revocatoria de Lucho Garzón- que facilitan los acercamientos, hay otros aún más importantes. Como las nuevas reglas de juego impuestas por la reforma política de 2003 que obligan a los candidatos a agruparse bajo la sombra de partidos consolidados. Esta es la tonada predominante hoy en todos los puntos del espectro político, y no habría razón para que no fuese igual en la izquierda.

Nada de lo anterior, sin embargo, superará los obstáculos que también hay en el camino del nuevo proyecto. Por ahora hay coincidencias sobre la manera de escoger al candidato presidencial: una consulta popular en la que participarían Samuel Moreno, Antonio Navarro y Carlos Gaviria. Este último había lanzado su candidatura el año pasado, pero hoy considera que "la consolidación de una fuerza de izquierda democrática sería un hecho histórico, y haber ayudado a esto sería mi máxima satisfacción política".

Pero más que un buen candidato, la alianza necesita figuras visibles y populares que ayuden a impulsar las listas al Senado y a la Cámara. Las que provienen del M-19 quedaron debilitadas después de la polémica con el presidente Uribe sobre el Palacio de Justicia. En otros miembros naturales de la alianza, como el Moir y el Partido Comunista, no hay cuadros conocidos a escala nacional. Y está el enigmático Antanas Mockus. Un candidato con prestigio, sin votos amarrados y con algunas coincidencias con el Polo, pero que subestima la importancia de la organización política para las elecciones. "Mockus es como el llanero solitario -suele decir Antonio Navarro-, pero sin el indio ni el caballo". Por eso en el Polo y en Alternativa Democrática consideran que el ex alcalde ha sido muy resbaladizo a la hora de sentarse a dibujar un mapa de ruta. En otras palabras, no muy dispuesto a jugar a las alianzas y mucho menos a participar en una consulta.

El otro gran escollo está en el campo ideológico. En el Polo y en Alternativa Democrática conviven visiones de corte radical, como la de Gustavo Petro o Jorge Robledo (del Moir), más cercanas a la otra izquierda del continente -la de Castro, Chávez y Evo Morales-, con otras de tendencia reformista que consideran que la viabilidad futura depende de conservar el centro-izquierda. Por ahora, los dirigentes consideran que la unidad se puede mantener con base en un acuerdo de cuatro puntos: la defensa de la Constitución de 1991, el impulso a un nacionalismo moderno, un enfoque alternativo a la actual política de seguridad y la lucha contra el clientelismo y la politiquería. ¿Servirá esta fórmula como blindaje al canibalismo ideológico de otras épocas?

Por ahora, las conversaciones entre los delegados del PDI y AD siguen adelante. Este martes tendrán otra reunión en la que definirán los criterios para armar las listas al Congreso y unir ambas organizaciones. Para ello han nombrado una comisión en la que están presentes miembros de los movimientos que forman parte de la bancada de Alternativa Democrática: Opción 7, el Moir, la Alianza Social Indígena y el Movimiento Ciudadano, entre otros.

La idea es que a la convención del Polo, que se llevará a cabo la primera semana de junio -estratégicamente fijada una semana antes del Congreso Liberal-, los comisionarios lleguen con propuestas concretas. Estas incluirán la presentación de las candidaturas, de las reglas de juego de la consulta e incluso del nombre que llevaría la alianza. Lo del bautizo tampoco es tan simple, y para sellar la unión entre AD y el Polo ya se mencionan opciones como 'Polo Alternativo'.

Lo cierto es que más allá de la definición de las minucias electorales, y de que este sea un momento indicado para las alianzas, difícilmente podrá haber una coyuntura más favorable para hacer de la izquierda democrática un proyecto renovado y durable. Lo que no deja de ser una paradoja en momentos en que se volvió lugar común decir que el país se derechizó con la llegada de Álvaro Uribe al poder.