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Congresistas como Juan Lozano, de la U, Alfonso Prada, de los Verdes, Jorge Robledo, del Polo, Germán Varón de Cambio Radical, el conservador Roberto Gerlein, y Juan Fernando Cristo, liberal, vuelven al Capitolio tras un largo receso. La luna de miel entre gobierno y el Congreso está en veremos.

POLÍTICA

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El gobierno se juega sus restos frente a un Congreso que hasta ahora le ha marchado, pero que ya empieza a mostrar los dientes. Están en juego: regalías, reforma tributaria, fuero militar y reforma a la Justicia.

10 de marzo de 2012

Mientras muchos ya esperan con ansias la Semana Santa, los congresistas se preparan para empezar una de sus legislaturas más importantes. El año político arranca esta semana con la primera mesa de Unidad Nacional de 2012, y las primeras sesiones del Congreso. Y todo indica que esta legislatura no será nada fácil. No en vano, en el mundo político hace carrera una frase que dice que en el Capitolio el primer año es del gobierno, el segundo y el tercero son compartidos y el cuarto es del Congreso. Después de 18 meses en los que el gobierno trabajó a todo vapor y aprobó más de 60 leyes, el desgaste se empieza a sentir en un momento político crucial para Santos.
 
En la próxima legislatura el presidente se juega muchas cosas. Primero, su chequera. La reforma tributaria y la conciliación de regalías son, ni más ni menos, el músculo financiero para adelantar gran parte de los proyectos y reformas que quiere ejecutar. Segundo, su revolución agraria con la ley de desarrollo rural con la que piensa darle una vocación productiva al agro. Tercero, su honor, con la reforma a la justicia, con la que busca resolver uno de los problemas más grandes que tiene el país. Cuarto, las bases de un marco jurídico para la paz. Y, como si lo anterior fuera poco, el gobierno tendrá que desplegar todas sus dotes de malabarista para liderar el debate sobre la Justicia Penal Militar y discutir los alcances del fuero militar, un tema tan sensible como ideologizado, pero crucial para resolver el conflicto armado.

La carga de trabajo será considerable, pues esta es una legislatura muy corta, con apenas 22 días hábiles para sesionar entre marzo y junio. Antes del 20 de junio, deben hacer trámite la reforma a la justicia y el marco para la paz en su segunda vuelta, y los primeros cuatro debates del nuevo proyecto sobre Justicia Penal Militar, que seguramente levantará más de una ampolla. Será una faena difícil para el ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, que tendrá que capotear el creciente disgusto de los congresistas, que sienten que no han sido tratados con la misma moneda tras meses de apoyo incondicional a la agenda del gobierno. “Están cansados con el tema burocrático, el gobierno no está ayudando y esto ya dio la vuelta. No caminarán al mismo ritmo”, dice un conocedor de la filigrana política y burocrática colombiana.

Además de las voces que demandan ‘oxígeno’, las dinámicas internas de los partidos han cambiado, lo que tiene consecuencias directas sobre la Unidad Nacional. Mientras en el primer año y medio, los jefes de partido se comprometían con el gobierno a sacar adelante las iniciativas y daban por descontado el apoyo unánime de las bancadas, el cuadro ahora pinta más difícil. Los partidos están divididos en su interior, por lo cual hay más de un rebelde que se negará a seguir los dictámenes de la mesa de unidad. La semana pasada se prendió la primera alarma cuando un sector de La U, encabezado por Juan Carlos Vélez, y el Partido Conservador hicieron evidente la división entre uribistas y santistas al declararse en contra de retirar el artículo de fuero militar de la reforma a la Justicia. “Le están midiendo el aceite al gobierno” dice un senador experimentado.

Después de varios meses de silencio, el Congreso se tomará la palabra. Si bien algún grado de desgaste es normal, Vargas Lleras tendrá que redoblar esfuerzos para calmar a los inconformes, sacar adelante la agenda y defender el rótulo de ‘superministro’ que le colgaron por la maratónica aprobación de leyes durante el primer año de gobierno. El consenso no será fácil de conseguir, pues hay ímpetus de rebeldía, desgaste político y sed de burocracia. Los congresistas empezarán a mostrar los dientes, comenzarán a mover sus fichas para asegurar su elección de 2014 y la agenda ya no podrá ser monopolizada por el gobierno. Vargas tendrá que mostrarle al país que la luna de miel entre el Ejecutivo y el Legislativo todavía no ha terminado.