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El presidente Uribe, con muletas, fue de peregrinación a la Virgen de Fátima en Portugal.

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Hágase tu voluntad

En 2009, con la llegada del procurador Alejandro Ordóñez y la prohibición de la dosis mínima, parece haberse consolidado una visión más conservadora en el país.

19 de diciembre de 2009

El año de la ‘moralina’. Así calificó a 2009 María Jimena Duzán, en su columna de SEMANA. Y razón no le falta. Si, como bien se dice, el péndulo de la historia va de la izquierda a la derecha y viceversa, es evidente que en materia ideológica el péndulo de Colombia está caminando en su fase de mayor esplendor hacia la zona más conservadora del espectro.

Se pueden dar muchos ejemplos. Los dos más emblemáticos de este año son la reforma constitucional recién aprobada que prohíbe el porte y consumo de dosis mínima de estupefacientes y la llegada a la Procuraduría de un verdadero cruzado del catolicismo, Alejandro Ordóñez.

En el primer caso, hay que recordar que la dosis mínima era uno de los triunfos más simbólicos en materia de libertades individuales posConstitución de 1991. Pero su prohibición se había convertido en un punto de honor para el presidente Álvaro Uribe. Y en el sexto intento, tras cinco fracasos en el Congreso, el primer mandatario logró que se vetara la famosa dosis.

En el segundo caso, la llegada de Ordóñez a la Procuraduría ha sido un duro golpe en dos temas que tienen un profundo significado en las sociedades más progresistas: el del aborto y el de los derechos de los homosexuales. En unas cuantas semanas, el Procurador consiguió lo que no habían logrado las organizaciones provida en dos años: crear un manto de duda sobre la decisión de darle vía libre al aborto en casos excepcionales (bloqueó la construcción de una clínica para la salud sexual de la mujer en Medellín, tergiversó una decisión de la Corte Constitucional sobre enseñanza sexual en los colegios y pidió sacar del mercado la pastilla del día después). Y en la comunidad gay cayó como un balde de agua fría el que el funcionario que está llamado a defender sus derechos piense, como lo dejó escrito en un libro, que “considerar que el homosexualismo es una opción lícita resulta tan contranatura como pretender que el hombre puede optar entre ser racional o irracional”.

Pero esos no son los únicos hechos que dieron a entender que en Colombia se está consolidando lo que popularmente se conoce como ‘godarria’. Cierta fiebre de catolicismo también es un síntoma de ello. En la Casa de Nariño prácticamente las más importantes figuras del sanedrín son devotos practicantes. El secretario de prensa es figura destacada del Opus Dei, el secretario jurídico tiene grupo de oración y el presidente Uribe, con el paso de los años, invoca a Dios cada dos minutos.

El mandatario comenzó el año haciendo una plegaria a la Virgen de los Remedios, de Riohacha, a la que ha visitado por ocho años consecutivos. “Soy un ser en llamas y le pido a la Virgen que las regule un poco, que las apacigüe”. Lo terminó en peregrinación, en muletas, a la Virgen de Fátima en Portugal. Y en varias ocasiones durante el último semestre decidió que su reelección dependía “de la mano de Dios”.

Más allá de un repentino ataque de ‘moralina’, Colombia puede estar siendo testigo de la consolidación de un sistema de valores que comenzaron a ganar terreno cuando Álvaro Uribe asumió el poder. Un resultado que no es extraño si se tiene en cuenta que por primera vez en mucho tiempo el país ha estado durante un largo período bajo la batuta de un conservador. Lo cual no ocurría desde mediados del siglo XX, cuando entre Mariano Ospina, Laureano Gómez y Roberto Urdaneta completaron ocho años en el poder.

Nada de eso es pecado, ni mucho menos delito. Incluso puede resultar lógico para un país que se ha dedicado a hacer la guerra y por ende tiende a privilegiar principios como los de la seguridad por encima de la libertad, debido al conflicto interno que sufre el país. Lo preocupante es que por ese camino se puede transitar hacia otros recodos donde pueden predominar prácticas autoritarias sobre las democráticas.