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Gustavo Petro, candidato por el movimiento "Progresistas". | Foto: León Darío Peláez

ELECCIONES 2011

Hay una esperanza de construir con Mockus: Gustavo Petro

Argumenta que esa posibilidad está fundamentada en la responsabilidad contraída con los cinco millones de personas que votaron por ellos en las presidenciales, señala que el principal problema de Bogotá es la segregación y dice que Peñalosa pertenece al "corazón del uribismo".

César Paredes, periodista de Semana.com
20 de junio de 2011

Es uno de los críticos más duros de la administración del alcalde Samuel Moreno. Comparte con Antanas Mockus y Gina Parody el hecho de haberse salido de su propio partido por diferencias con él. Y según la más reciente encuesta de Datexco Company S. A., obtuvo el segundo lugar de intención de voto para la Alcaldía de Bogotá, con el 12,7 por ciento.
 
Esa es la ‘fotografía’ actual de Gustavo Petro, quien, después de haber sido candidato a la Presidencia, ahora, con un grupo significativo de ciudadanos llamado “Progresistas”, decidió salirle al ruedo a la campaña por la Alcaldía de Bogotá.
 
Semana.com habló con el candidato, quien explicó su programa que en principio busca “disminuir la segregación”. No descarta la posibilidad de una alianza con Antanas Mockus o con Gina Parody, sin embargo, dice, eso requiere de “algunas decisiones”, mientras confiesa que siente tristeza cuando piensa en lo que le ha pasado a su antiguo partido, el Polo Democrático.
 
Semana.com: En su criterio, ¿cuál es el problema más importante de la ciudad?
 
G.P.: El principal problema es la desigualdad social. Esa segregación vista desde el territorio está fuertemente relacionada con la depredación del territorio. Esos son los dos grandes ejes de mi campaña: cómo disminuir la segregación social y cómo acabar con la depredación del agua y de la naturaleza. Bogotá ha venido adorando una especie de becerro que ya no es de oro sino de cemento, que la está llevando a un punto de insostenibilidad. Contrario a lo que hace cualquier civilización humana que es convivir con el agua, porque son consustanciales, la acabamos, la pavimentamos, la escondemos.
 
Pero al mismo tiempo hay un proceso de extensión del territorio que tiene unos poderes concretos, que presionan para que eso se perpetúe. Le voy a poner por ejemplo el secretario de Medio Ambiente, Juan Antonio Nieto Escalante, quien ha detenido la constitución de la reserva forestal del Norte. Esos poderes quieren que la ciudad se siga expandiendo porque se enriquecen con eso, pero el costo de la expansión es la segregación social. La ciudad se vuelve más cara y la desigualdad le cobra más al que menos tiene.
 
Semana.com: Hay otros aspectos ambientales como el manejo de las basuras. ¿Cuál es su propuesta para evitar el impacto ambiental que tienen?
 
G.P.: Se deberían llamar residuos. Eso también tiene que ver con la segregación social. Un relleno en el que se entierran 7.400 toneladas al día de residuos, que contaminan el agua, pero además, situado en el sur. La sola localización fue una política pública que desvalorizó propiedades de gente que ya era pobre.
 
Ahora que se va a firmar un contrato, sugiero no solo que se cambien los patrones de la contratación para impedir que entren los integrantes del carrusel, sino que se cambie el esquema de manejo de residuos y entremos en la etapa del reciclaje. Al sistema le sobran 63.000 millones de pesos al año. Ese dinero queda en un fondo, pero podría ayudar a bajar las tarifas que paga la gente más pobre, o instrumentar un sistema de reciclaje para aprovechar esos residuos y mejorar la vida de muchas personas que viven de esa actividad.
 
Semana.com: Hace poco Colombia firmó un convenio para garantizar los derechos de la población con discapacidad. ¿Cuál es su compromiso con ese sector de la población?
 
G.P.: Permítame extender la pregunta a todos los grupos discriminados. No son iguales entre sí, pero la sociedad es discriminadora, por eso la Constitución ordenó al Estado que luche contra la discriminación. Discriminación se da contra la mujer, el grupo más grande poblacional; los niños, pues el 70 por ciento no asiste al preescolar; las comunidades étnicas desplazadas —sobre todo embera—, y los indígenas muiscas, que la ciudad los desconoce; los de preferencia sexual diferente, travestis y transexuales llevados a la prostitución; adolescentes cabeza de hogar; los afrodescendientes sin oportunidades. Siendo todos diferentes, lo que tiene que hacer el Estado es privilegiarlos para acabar con la discriminación. Ese privilegio consiste en dar créditos, posibilitar que sean productivos, generar empleos. El discapacitado puede hacer cosas y se le puede preparar para hacer muchas para que puedan vivir en condiciones de dignidad y humanidad.
 
Semana.com: ¿Cuál es su propuesta para el desarrollo?
 
G.P.: Bogotá depende de si la gente tiene acceso a la educación superior. Un candidato dice: “Yo voy a llevar el SENA a los colegios”. ¿La juventud bogotana solo tiene la opción de ser tornero, albañil o cosmetóloga, porque a eso es a lo que han reducido el SENA? A mí me duele porque sé que es una enorme equivocación. La economía del siglo XXI se basa en el saber. Lo que planteamos es cómo Bogotá se va a ligar al mundo por el saber y cómo ese saber se podrá volver riqueza.
 
Semana.com: ¿Y cómo ligar a Bogotá con el mundo?
 
G.P.: Sólo tenemos dos cosas: las redes, pero por ahí no van las cosas, sino los pensamientos. Y el agua, el transporte fluvial. ¿Cómo mueven los chinos y los gringos su producción? Por los ríos y los mares. Entonces una de las prioridades de la ciudad al lado de democratizar el saber al máximo es cómo la ligo con los puertos fluviales. Para eso el alcalde debe hacer parte activa del proyecto de hacer navegables los ríos Magdalena y Meta.
 
Semana.com: ¿Qué propuesta tiene para garantizar el empleo y la educación de los jóvenes?
 
G.P.: Yo estudié en un colegio público y tengo discusiones de tú a tú con candidatos y candidatas educados en colegios privados y en el extranjero. Mi colegio es el único que ha dado un premio Nobel: García Márquez. Era de los mejores del país, y nosotros estudiábamos ocho horas. ¿Por qué ahora los colegios públicos no son de calidad? La segregación. A la educación pública la han deteriorado, la han usado como instrumento de segregación.
 
Además, el sistema educativo público se ha construido como una cárcel y se le ha quitado la iniciativa a la juventud. Es terrible lo que significa después de un regaño de la mamá de una familia con problemas económicos, pasar por una calle sin árboles y llegar a un colegio en donde hay una cámara de vigilancia.
 
Hay que volver la educación un placer. Eso empieza desde el preescolar, que no existe para los pobres. Nos quitaron la cultura, el deporte, por recortarle al presupuesto. Ahí en la lúdica era donde estaban los sentimientos que hacían que uno le cogiera amor al estudio, desde las matemáticas hasta la poesía.
 
Semana.com: La Corporación Nuevo Arco Iris acaba de publicar un libro sobre lo que está pasando con el llamado ‘mercado del crimen’. ¿Cómo piensa combatir esas mafias organizadas en la ciudad?
 
G.P.: Lo que ahora se descubre lo advertimos en los debates sobre el paramilitarismo. La mayor parte de la criminalidad proviene de esas mafias, en plural, que son organizaciones que trabajan en red. Ya no son pirámides con un jefe. La derecha bogotana ha tratado de mostrar la inseguridad de otra manera. Quiere mostrarla como que hay un niño delincuente que se acerca a los jóvenes y los incentiva a la drogadicción. Entonces hay que aumentar las penas o meter más policía. Pero el paramilitarismo no creció sin el apoyo de sectores de la Policía y peor aún, sin el poder político. ¿Cómo se desmantela? Mostrándolo.
 
En Bogotá es igual. Por ejemplo, en Corabastos. donde hace mercado la población más pobre. las mafias han hecho un Magangué subterráneo. La cocaína llega por Bosa, por el río Bogotá, o viaja en los camiones. Es un mercado que mueve 50.000 millones de pesos diarios. Hay un sistema de pagadiario al 10 por ciento de interés, que encarece todo lo que se vende. Ese mundo tiene poder político, tiene un concejal de Cambio Radical. Hay entronques con la DIAN —no como institución, sino funcionarios dentro—, con integrantes de la Policía, de la Fiscalía.
 
Una política de lucha contra la corrupción debe incluir la corrupción policial, que significa empoderar al ciudadano sobre la Policía. No que el ciudadano sirva a la Policía. Ese es el caso de Hong Kong, donde había una corrupción muy grande y para combatirla se le dio la posibilidad al ciudadano de denunciar en la alcaldía, guardándole la identidad. Si el alcalde actúa se vuelve representante de esas denuncias, la ciudadanía cobra confianza y la Policía empieza a supeditarse a la ciudadanía porque ve que hay un gran ojo ciudadano. Así se disminuye la corrupción policial.
 
Semana.com: Al respecto de la movilidad, usted coincide, como la mayoría, en la necesidad del Metro…
 
G.P.: El Metro no corre más rápido que el bus. El Metro puede llevar más gente, pero es seis veces más costoso que el bus. Claro, sin corrupción. Si corre lo mismo y es más costoso, ¿vale la pena? Esa discusión la puso Peñalosa. En su gobierno dijo no al Metro y sí al bus. El Metro tiene una gracia que no ha sido contada por Peñalosa en su gobierno y es que valoriza los predios en donde están las estaciones. Esa valorización puede ser tal, que se equipare al valor de construcción del Metro. Entonces el Metro es un segregador o antisegregador. En 1995, Jaica, la agencia de cooperación japonesa, hizo un estudio y determinó una ruta: una herradura que salía de Bosa y pasaba por Keneddy, Mártires, Puente Aranda y llegaba al centro. Después recorría la séptima hasta la 80 y se devolvía por Barrios Unidos, Engativá y llegaba a Suba. Peñalosa le dijo no a ese proyecto. Ahora le dice que sí, pero hemos perdido 10 años, y dinero. Yo estoy de acuerdo en retomar ese estudio.
 
Semana.com: Ahora, hablemos de política. ¿Cómo vio la salida de Mockus del Partido Verde?
 
G.P.: La primera reunión para fundar lo que conocemos hoy como Partido Verde arrancó en una reunión que promoví invitando a Antanas Mockus y a Lucho Garzón, previendo que el Polo entraba en una fase muy fea en ese momento no por la corrupción, sino por el sectarismo. Propuse que le quitáramos el “Opción Centro”, porque Lucho y yo éramos de izquierda. Mockus hizo un cálculo desafortunado porque la polarización con Uribe era tal, que él dijo: metamos a Peñalosa, que es amigo de Uribe, y así se equipara. Eso hizo que yo me fuera por el camino del Polo definitivamente. Pero a la postre se vio el error no porque Peñalosa no tenga cosas valiosas, sino porque él pertenece al corazón del proyecto uribista. No al borde, no es santista, como quieren decirlo ahora. Su equipo en la Alcaldía de Bogotá llevado al gobierno de Uribe: Cecilia Vélez en la privatización de la educación; Edmundo del Castillo, que fue el que metió a los Nule en la contratación; Alicia Arango, que era la secretaria privada de Presidencia; María del Pilar Hurtado (hoy asilada en Panamá). Ese es el peñalosismo con Uribe.
 
Eso golpea la campaña de Peñalosa. Creo que él cometió un error al preferir a Uribe.

Semana.com: ¿Cómo sería una alianza con Mockus?
 
G.P.: Él es una fuerza colectiva, no es un individuo propiamente. Sacó tres millones y medio de votos, que representan la esperanza de muchísima gente decepcionada en el país. Yo saqué un millón y medio de votos. Es decir que hay cinco millones de personas que hace un año apostaron por nosotros. Esa gente no puede quedar huérfana políticamente. Hay una esperanza que se construiría si Mockus y nosotros asumimos la responsabilidad con esos cinco millones de personas que votaron por nosotros.
 
Semana.com: Finalmente, ¿usted descarta la posibilidad de que Uribe se lance a la Alcaldía?
 
G.P.: No, yo la tengo clarita. Él debe estar muy confundido porque no solo se despeña Peñalosa. Él es muy fuerte en los estratos populares porque él tecnificó la compra de votos. Lo hizo muy bien desde el Estado. He ahí su favorabilidad entre los más pobres. Pero no porque él signifique la salida a la pobreza, como debería ser. Si Uribe tuviera el programa de sacar de la pobreza a los más pobres, yo votaría por él. Pero él tiene es el de la limosna, el de volverlos más pobres. Mis decisiones no dependen de las de él. Si se lanza a la Alcaldía de Bogotá, se enfrentaría a mis programas, pero no voy a caer en la trampa de sus groserías.