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Miami En 1994 el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, escogió la capital de Florida co- mo sede de la histórica reunión de 33 jefes de Estado americanos.

DIPLOMACIA

Historia de las Cumbres: de Miami a Cartagena

En los últimos 17 años las cinco cumbres de las Américas han reflejado los cambios económicos, políticos e ideológicos del continente.

7 de abril de 2012

En diciembre de 1994 el recién elegido presidente de Estados Unidos Bill Clinton convocó a 33 jefes de Estado del continente americano a una cita en la más latinoamericana de sus ciudades, Miami. Tras la caída del muro de Berlín y la ola democrática que se llevó casi todas las dictaduras de la región, era la primera reunión de este tipo en la historia. Así nació la Cumbre de las Américas, bajo la iniciativa de Washington y en la mitad de una década marcada por las reformas liberales, el regreso de la democracia y un optimismo sobre el futuro económico. Como lo recuerda el periodista Michael Reid en El continente olvidado, había "un tono de celebración".

Cinco convocatorias y 17 años después, el encuentro pisa territorio colombiano esta semana. Cartagena de Indias recibirá la misma treintena de mandatarios, con excepción del presidente ecuatoriano Rafael Correa, pero el hemisferio occidental está lejos de ser el mismo de mediados de los años noventa. De hecho, una mirada a los temas y las preocupaciones de estas seis cumbres reflejan los cambios que las naciones americanas, incluido Estados Unidos, han experimentado en poco más de tres lustros.

La cita inaugural de Miami giró en torno a una mayor integración económica y a la libre empresa. Los asistentes tenían un consenso sobre la ruta para desarrollo y acordaron que para el 2005 debería existir un Área de Libre Comercio para las Américas (Alca). Desde Alaska hasta la Patagonia, los bienes circularían sin cortapisas. Democracia formal más liberalizaciones económicas parecía ser la fórmula para el progreso.

Para la segunda versión en 1998, en Santiago de Chile, la agenda bajó su énfasis comercial e incluyó políticas sociales, educación y defensa de la libertad de expresión. Tres años después, en la ciudad canadiense de Quebec, empezó a manifestarse la resistencia de los países del Cono Sur al Alca. Al mismo tiempo que el mundo experimentaba oleadas de protestas antiglobalización, los movimientos de izquierda ganaban fuerza y elecciones en América Latina. Más que avances comerciales, la tercera cumbre dejó la Carta Interamericana.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 no solo alejarían la atención de la Casa Blanca sobre la región, sino también fortalecerían el tema de seguridad. Sería el cuarto encuentro en Mar del Plata (Argentina), en 2005, el que confirmaría tanto el fin del consenso de Miami sobre el comercio como la división hemisférica en marcados bloques ideológicos. A los disturbios, la 'anticumbre' impulsada por el presidente Hugo Chávez y el ambiente hostil contra George W. Bush, se sumaron las posturas contra el Alca de Brasil y Argentina. Para 2009, en la capital trinitaria de Puerto España, la quinta reunión pintaba una América Latina con diferente rostro. Las preocupaciones giraban en torno a la distribución equitativa del crecimiento económico experimentado en años anteriores, mientras que la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca abrió una ventana de expectativa sobre una nueva agenda estadounidense hacia la región. En cierta medida, Trinidad y Tobago se sintió como Miami en 1994: un momento para arrancar una nueva relación con Washington. Hubo espacio hasta para las bromas. Chávez le dijo a Obama en inglés: "quiero ser tu amigo", mientras que el líder norteamericano, luego de un largo discurso de Daniel Ortega sobre la invasión a Bahía Cochinos en 1961, dijo al nicaragüense "no ser responsable por hechos que sucedieron cuando tenía tres meses de nacido".

Nuevas dinámicas económicas y geopolíticas, como las exportaciones a China y el liderazgo global de Brasil, han cambiado los telones en los que se desarrollan eventos como la Cumbre de las Américas. Este estilo de diplomacia multilateral, con varios encuentros al año para cada presidente y una sopa de letras de organizaciones, hace difícil la obtención de acuerdos vinculantes, el seguimiento de metas y la asignación de recursos. A pesar de ello, la cita de Cartagena podrá ser recordada como aquella en que se consolidaron las nuevas realidades hemisféricas para la siguiente década.