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John Quintero Botía, miembro de la Defensa Civil del Meta, uno de los primeros en llegar hasta la zona del desastre. | Foto: Guillermo Torres

CRÓNICA

Un salto al abismo: el milagro en medio de la tragedia del puente Chirajara

SEMANA visitó el lugar donde murieron 9 personas y lo sobrevoló con un dron para reconstruir una historia dolorosa que gracias al azar y la valentía no fue peor.

16 de enero de 2018

No faltaban más de 30 metros para que las dos plataformas, megaestructuras de concreto, se juntaran por sus puntas y formaran así el puente más largo de Colombia, con una longitud de 446 metros. Un coloso que, sin embargo, se veía pequeño en medio de la monumental cordillera donde está emplazado. Minutos antes del mediodía del lunes pasado, cuando alrededor de 20 trabajadores estaban ubicados sobre la mitad de la estructura, la que daba hacia el lado de Bogotá, sonó un crujido terrorífico. 

Cuentan que el operario de la grúa que se elevaba paralela a la viga de la estructura, no subió ese día hasta la cima del aparato porque un control médico le dictaminó la presión arterial elevada. Dicen también que no había tantos trabajadores sobre la estructura -llegaban a reunirse hasta cien- porque a esa hora ya muchos habían ido a almorzar. Eso, ahora, se cuenta como un milagro. Pero uno a medias. 

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Luego del gran crujido, los  trabajadores empezaron a correr hacia tierra firme. Mientras lo hacían, podían escuchar la secuencia de latigazos metálicos de las guayas gigantes que sostenían la estructura, y que se quebraban como alambres frágiles, una tras otra. Cuando fue inminente el derrumbe, algunos decidieron saltar al vacío.

Recorrer a pie el viejo puente Chirajara, el que iba a ser reemplazado por la estructura en construcción, afloja los nervios. La sensación de vértigo se intensifica cuando la mirada se fija en el abismo, tupido de árboles de 20 metros, y de más, y atravesado por el río Negro, que desde la altura se ve apenas como un hilo delgado de agua. Un drone de SEMANA recorrió el área para comprobar su complejidad y su imponencia natural.

Pese a la imponencia del abismo, prefirieron saltar. Corrieron hacia los bordes de la estructura y se lanzaron, buscando caer sobre los árboles. Algunos, como Jhonny Mauricio Gómez, lo lograron. La fuerza del impacto se disolvió entre las ramas, y se salvaron. Él, junto a otros seis heridos, fueron trasladados hasta el contiguo hospital de Cáqueza, donde cinco fueron dados de alta antes del mediodía de este martes, apenas con raspones y contusiones, y dos más fueron enviados a centros de Bogotá, en buenas condiciones, pero con exámenes pendientes por practicar.

Los que no saltaron se desplomaron con el puente. John Quintero Botía, miembro de la Defensa Civil del Meta, fue uno de los primeros en llegar hasta la zona a socorrerlos. Su misión era encontrar la forma para descender desde el túnel donde comenzaba el puente, hasta el reguero de escombros que cubrían la pendiente. 

No era fácil hacerlo. El terreno era complicado, demasiado empinado y denso en árboles. El peligro de que los restos de la estructura siguieran deslizándose estaba latente y sabían que había otros factores de riesgo, como las pipetas de oxígeno entre el derrumbe, que amenazaban con generar una explosión ante cualquier fricción que derivara en chispa. 

Durante el resto de la tarde llegaron a reunirse 100 personas, entre bomberos, soldados y miembros de la Cruz Roja y la Defensa Civil, prestos al rescate. Primero determinaron las posibles localizaciones de los cuerpos con los testigos de la tragedia. Luego soltaron los perros rescatistas y con cámaras infrarrojas, detectaron los puntos de calor que podían ser cuerpos. 

Foto: Guillermo Torres / SEMANA

Así encontraron los primeros 4 cuerpos el lunes. Para sacarlos, tenían que moverlos con sistemas de cuerdas jalados solo con fuerza humana. Eran trayectos largos y sofocantes. El más lejano apareció a 45 metros del borde del túnel donde se ubicó el grueso de rescatistas. A las 6 de la noche suspendieron y a las 5 de la mañana del martes, con la primera luz matutina, reanudaron las tareas. En la mañana rescataron los cinco cuerpos restantes. Los últimos dos, los que representaron el reto más grande para los rescatistas, aparecieron debajo de un contenedor gigante. 

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A pocos metros del puente hay una pancarta que anuncia la concesión de la doble calzada entre Bogotá y Villavicencio. Allí se describe una obra compuesta por 18 túneles, 42 puentes y viaductos, 33 kilómetros de construcción. Una inversión de 1,9 billones de pesos para reducir 25 minutos el recorrido entre la capital y el llano. Un paquete de obras del que el puente de Chirajara era la joya.

Todo ese conjunto de construcciones, marcadas ahora por un siniestro sin precedentes en el país, fue galardonado en 2010 con el Premio Nacional de Ingeniería, otorgado por la Sociedad Colombiana de Ingenieros. Según Dinero, los sistemas de integración tecnológica de la calzada existente con la doble calzada en construcción también generaron aplausos. Hoy resulta contradictorio que los diseños y la innovación que ganaron premios, están en cuestionamiento e incluso son materia de investigación judicial.

Luego de la muerte de los 9 trabajadores de Gisaico e Icmo, los dos subcontratistas de Coviandes, el concesionario a cargo de la obra, el panorama en el lugar de la tragedia es inverosímil. Una estructura monumental se alza entre las montañas, casi como un desafío humano a la impetuosa naturaleza. Pero de repente, esa gran estructura se interrumpe, queda flotando en el aire. Desde la parte que sigue en pie se ve como una larga pista que conduce a nada.