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La paz, el personaje del año
El jefe del equipo del gobierno en La Habana ha sido el timonel de un proceso duro de negociar y difícil de vender.
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Fue el personaje del año en 2013. Y, si las cosas siguen como van y el gobierno y las Farc alcanzan a un acuerdo final, podría llegar a serlo también en 2014. En este año le ha tocado un papel ingrato ante el escepticismo que despierta el proceso de paz, que ha sido un experimento duro de negociar y difícil de vender a ciertos sectores de la opinión pública. Pero los resultados de 2013 son satisfactorios y las esperanzas para 2014 son grandes. Esto acredita a Humberto de la Calle para ser la carátula de SEMANA en este final de año.
El líder al frente de los diálogos de paz tiene una hoja de vida hecha para este momento. Ha estado en los últimos tres procesos que se han intentado adelantar con las Farc, la guerrilla más antigua del mundo. El caldense fue vocero del gobierno de César Gaviria en los diálogos de Tlaxcala y Caracas entre 1991 y 1992. Y unos años después regresó al país para formar parte del gabinete del presidente Andrés Pastrana como ministro del Interior, cuando las negociaciones del Caguán estaban en su punto más difícil.
Por cuenta de esta experiencia no sorprendió que Juan Manuel Santos lo designara para ser el encargado de llevar la batuta del proceso en La Habana. Sus allegados aseguran que no solo conoce al grupo guerrillero con el cual hoy negocia, sino que sabe muy bien qué errores no se pueden volver a cometer en esas negociaciones.
Pero su experiencia como contraparte de las Farc no es lo único en su hoja de vida que lo convierte en una figura clave en la coyuntura actual. De la Calle fue uno de los arquitectos silenciosos en la construcción de la Constitución de 1991, pues era el ministro del Gobierno de Gaviria y el enlace de este con la Asamblea Nacional Constituyente.
Estas experiencias, sumadas a su conocimiento de la Constitución y las leyes, son consideradas por sus colegas de la Mesa como un activo muy valioso en la Habana. Le han permitido nadar como pez en el agua en los debates sobre el futuro que pueden tener los miembros de las Farc y, a su vez, dar claridad sobre los posibles escenarios políticos y jurídicos que tendrán que construirse para que, después de la firma de un acuerdo, existan las condiciones que permitan la reincorporación de ese grupo guerrillero a la sociedad con garantías para las dos partes de la Mesa.
Pero su hoja de vida no solamente ha sido útil en La Habana. Su bagaje no es únicamente como jurista y negociador, sino como político realista. De la Calle sabe cómo funcionan los partidos, el Congreso y la opinión pública.
Su participación en el gobierno de Samper lo hizo protagonista del país en ese momento de crisis. Se enfrentó a su jefe por cuenta del escándalo del proceso 8.000 y renunció a su cargo por la gravedad del mismo.
De ahí en adelante, tuvo un perfil más bajo como embajador en Reino Unido y en la OEA. Su regreso a la arena política fue otra vez con el tema de la paz. Primero como ministro del Interior de Pastrana durante el fallido experimento del Caguán y, ahora, como jefe negociador en el proceso en el gobierno de Juan Manuel Santos. En esta última responsabilidad ha sido discreto, pero tal vez por eso mismo ha transmitido prudencia, equilibrio, elocuencia y credibilidad.
De la Calle no ha sido protagonista ni ‘pantallero’. Ni siquiera frente a los ataques del uribismo al proceso de paz. Al contrario, ha intentado ser pedagogo en defensa de lo que se está haciendo en Cuba.
Humberto de la Calle ha sido el timonel de la difícil negociación que ha desembocado en un acuerdo sobre dos puntos, de los seis de la agenda convenida. El primero está en la raíz del conflicto y es la razón de ser de las Farc: el acuerdo sobre desarrollo rural. Y el segundo tiene que ver con las garantías para la participación política de los movimientos que surjan tras la desmovilización de la guerrilla.
Si hay alguien que, desde el lado del Estado, encarne este año en que la paz ha sido protagonista es De la Calle. Las lacónicas y escasas apariciones de este abogado caldense ante los medios en La Habana se han vuelto el símbolo de un ‘modelo’ de negociación muy distinto al del Caguán. Su parquedad comunicativa ha sido criticada por algunos periodistas, pero puede resultar determinante para mantener el proceso al margen de los micrófonos.
La paz pasó el año con buenas notas en 2013. Pero deja para 2014 tanto grandes interrogantes como grandes ilusiones. El año entrante será convulsionado si se tiene en cuenta que la campaña electoral puede afectar todo el panorama de la mesa de diálogo. Habrá referendo para la paz, unas elecciones para el Congreso –que tendrá que montar la estructura para hacerla posible– y la reelección o no del presidente Juan Manuel Santos.