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URBANISMO

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Desde hace dos años, ciudades de América Latina intercambian sus experiencias de gobierno. Bogotá se convierte cada vez más en un modelo.

14 de febrero de 2005

En la última década los bogotanos experimentaron una revolución urbana. Del caos en el espacio público, la inseguridad y la ausencia de cultura ciudadana, la ciudad pasó a convertirse en ejemplo mundial. Decenas de misiones de todos los continentes siguen visitando la ciudad para conocer de primera mano cómo la capital de un país con un conflicto interno tan agudo pudo cambiar su cara en tan poco tiempo.

Entre los aspectos que más impresionan a los visitantes están la recuperación del espacio público y el descenso en los índices de inseguridad. Hoy, 30 de cada 100.000 habitantes de la región son asesinados, cifra que triplica el promedio mundial y es 27 veces superior al de la Unión Europea. Pero Bogotá se ha convertido en la excepción a la regla. Desde hace 10 años los indicadores de violencia se redujeron en casi 63 por ciento, pasando de una tasa de 80 homicidios por cada 100.000 habitantes en 1993, a 23,8 en 2004. Una reducción que permitió que cerca de 6.000 bogotanos se hayan salvado de morir asesinados.

Lo valioso de estos resultados es que no dependieron exclusivamente del aumento en el pie de fuerza policial o de la adopción de medidas represivas, sino también de la inversión en proyectos de infraestructura en los sectores más pobres y del desarrollo de campañas para valorar la vida y respetar la legalidad. En reconocimiento de estas políticas, el alcalde Lucho Garzón recibió en el Forum de Barcelona 2004 el premio Ciudad de Paz.

Pero los resultados exitosos de la capital no se quedan en reconocimientos. Cada vez más mandatarios de ciudades del país y de la región muestran interés en aprender de primera mano sobre este modelo de convivencia. Y de hecho, algunos de ellos ya lo están aplicando en otros lugares con fructíferos resultados.

Así lo demuestra el caso de la capital ecuatoriana. Desde 2002, Naciones Unidas y la Alcaldía de Quito invitaron a expertos en el cambio bogotano para trabajar en dos frentes relacionados: seguridad y convivencia, y recuperación de espacio público. Hugo Acero y Héctor Riveros, funcionarios de las administraciones de Mockus y Peñalosa, han sido dos de los encargados de 'transferir' las experiencias de la capital colombiana.

En seguridad, Quito puso en marcha un sistema integral de información sobre violencia y delincuencia, fortaleció la policía municipal abrió centros de equidad de género en los que se atienden problemas cotidianos como la violencia intrafamiliar. A estas iniciativas se sumó el trabajo de la Empresa de Desarrollo del Centro Histórico de Quito, que reubicó a los vendedores ambulantes en centros comerciales. Con esto lograron reducir en 30 por ciento los delitos contra la vida y la integridad en esta zona de la ciudad.

A nivel nacional, una ciudad que ha aprendido de la experiencia de Bogotá es Medellín. Desde que asumió Sergio Fajardo como alcalde y con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), los expertos han hecho recomendaciones en el Plan Maestro de seguridad y convivencia de esta ciudad y en la política de desestímulo al uso, porte y tenencia de armas. "Después de un primer diagnóstico se determinó que los factores que alimentan la violencia en Medellín tienen menos relación con la pobreza de lo que se cree, dice Acero; se deben -sobre todo- a la débil presencia de la justicia en la resolución de los problemas cotidianos".

Por eso el alcalde Fajardo decidió crear 12 unidades de mediación y conciliación (similares a las casas de justicia bogotanas), que han tenido un papel significativo en la reducción de la violencia en zonas tan conflictivas como las comunas. Por ejemplo, en septiembre pasado el homicidio común en Medellín registró una disminución del 43 por ciento respecto al mismo mes en 2003. Así mismo, las muertes con arma de fuego bajaron 7 por ciento en el mismo período.

Pero las ciudades colombianas no sólo son exportadoras de conocimiento sino que también han empezado a incorporar experiencias de otros lugares. Buenaventura, la ciudad-puerto por donde transita el 65 por ciento de las exportaciones del país, tiene indicadores de pobreza abrumadores. Los servicios públicos son precarios, el desorden urbano -con 1.500 tractomulas que circulan en las calles diariamente- es cada día peor, hay un déficit habitacional de 35.000 viviendas y el 85 por ciento de la población pertenece a los estratos 1 y 2.

Ante esta situación, la Alcaldía de la ciudad, el Pnud, la gobernación del Valle del Cauca y la sociedad portuaria formalizaron un proceso de cooperación para definir estrategias de urbanismo, gobernabilidad y equidad. En el tema del ordenamiento urbano, las estrategias de cambio que lidera el alcalde de Buenaventura, Saulo Quiñónez, se apoyan en la transferencia de conocimiento recibida de Guayaquil. En los últimos ocho años, y con una inversión de 74 millones de dólares, esta ciudad ecuatoriana recuperó más de 240 kilómetros de vías y espacio público frente al mar. Y los resultados saltan a la vista. Desde 1996, año en que se iniciaron las obras, no se ha presentado ningún robo en esta zona que antiguamente era una de las más inseguras de la ciudad.

Por eso, para canalizar la experiencia de diferentes ciudades se realizará en marzo una nueva Feria de Conocimiento en Rosario (Argentina). Allí asistirán mandatarios de ciudades latinoamericanas que seguramente tratarán de adaptar otras experiencias exitosas a sus realidades. Y de paso, exportarán logros propios para demostrar que entre las ciudades no sólo se pueden mover personas, mercancías o vehículos. También se pueden intercambiar experiencias y conocimientos para que así, las políticas de sus gobernantes no tengan el riesgo de llover sobre mojado. Y, como en el caso de Bogotá, demuestren que mejorar también es posible.