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Una periodista de estrato seis denuncia cómo descubrió que su marido violó a sus hijos y por qué la justicia ni siquiera le ha prohibido ver a los pequeños.

31 de octubre de 2004

La tragedia de Laura*, de 38 años, empezó a las 7:15 minutos de la mañana del lunes 27 de mayo de 2002. Ese día su esposo había salido casi una hora antes y se despidió como siempre con un beso y una sonrisa de satisfacción. La pareja estaba feliz porque su candidato Álvaro Uribe había ganado el día previo las elecciones. Ellos creían que desde entonces todo sería mejor.

Ese día Laura escuchaba la radio mientras iniciaba su rutina hogareña. Levantó las cobijas que arropaban a su hija de 3 años recién cumplidos para desacalorarla y empezó a mirarle el pañal para observar si la niña se había orinado como en ocasiones le ocurría en noches de sueño profundo. Al observar detalló una manchita de sangre. Lo primero en que pensó Laura era que la niña se había golpeado...

La despertó y le preguntó que si le dolía algo. La pequeña con la mayor inocencia le respondió: "Ah, no mamá, eso es por los juegos de mi papá". "¿Juegos? ¿Qué clase de juegos?", le inquirió ella. La niña la dejó fría con la respuesta: "Cosquillitas en el chichi". Laura, una periodista con más de 10 años de experiencia en un país que suele producir noticias devastadoras, por primera vez en su vida sintió que le iba a dar un infarto.

Era un fuerte dolor en el pecho al que tenía que sobreponerse. Laura empezó a preguntarle más y más detalles a la niña. Su nerviosismo iba en aumento por lo que la niña entendió que seguro había revelado algo malo. La madre fue al estudio y trajo una videograbadora para dejar en un testimonio fílmico la versión de la niña porque ella sabe de muchos casos en que los menores por temor a sus padres luego cambian la versión. A pesar de su angustia y de que la niña sabía que algo extraño ocurría, la pequeña conservó las mismas respuestas.

Laura llamó de inmediato al ex fiscal Alfonso Gómez Méndez, a quien conocía por su trabajo. Luego de calmarla, él le aconsejó que se comunicara con el pediatra de la niña y que inmediatamente la llevara, junto con el video y el pañal, al Instituto Nacional de Medicina Legal para que la sometieran a un examen.

Laura no llamó a su mamá, por temor a su reacción, pero sí a su amiga la actriz Lucero Cortés, quien la acompañó a la Unidad de Delitos Sexuales. Una fiscal la atendió y le recibió las pruebas. Entre tanto, una sicóloga vino por la niña y se la llevó. A los ocho minutos regresó con un mensaje escueto: "La niña lo cuenta todo y dice que fue el papá". Hacia a la 1:45 de la tarde del mismo día una médica la revisó. Su dictamen también fue contundente: "Aunque no ha habido desfloración, la niña tiene dos heridas. A la entrada de la vagina y una en el ano". Delante de Laura, una sicóloga le preguntó a la niña desde cuándo y cuántas veces jugaba así con el papá. Ella señaló con todos los dedos de la mano para indicarle que muchas.

Los funcionarios de la Fiscalía le pidieron a Laura que no le dijera nada a su esposo para que pudieran adelantar la investigación. Ella aceptó y se mantuvo así dos días. Pero el miércoles 29 no pudo más y les dijo a los fiscales que no podía dormir y que sentía que su marido iba a atacar a sus hijos. Así que el miércoles llamó a una hermana de él para que los acompañara por si él reaccionaba violentamente. Y luego lo enfrentó. Según ella, su esposo guardó silencio todo el tiempo. Luego, dio tres versiones distintas. La primera, que había podido ser otro hombre que hubiera entrado a la casa; luego, que seguro había sido en el colegio y finalmente culpó a la madre de Laura con el argumento de que ella había hecho ese montaje para separarlos.

"A pesar de todo, yo estaba muy enamorada de él y segundo, abrigaba la esperanza de que todo fuera una pesadilla de la cual me despertaría pronto", dijo Laura. Por eso le propuso que se fuera para otra parte porque prefería estar sola en el apartamento y le aclaró que la Fiscalía seguiría en la investigación del caso.

Empezó otro calvario. El esposo se molestó con ella por haber acudido a la Fiscalía. La familia de él empezó a presionarla. Le dijeron que guardara silencio, que si el problema era de plata que se resolvía. Ella se indignó y siguió adelante. Él le dijo que arreglaran todo porque al "fin y al cabo la niña estaba tan pequeña que pronto iba a olvidar todo". Entre tanto, la niña empezó a pasar largas jornadas con sicólogos, terapeutas y otros especialistas.

La fiscal Mery Caicedo le dio al esposo de Laura detención domiciliaria. El fiscal Luis Antonio Velandia, de segunda instancia, revocó la medida. Según Laura, lo hizo porque en su concepto ella bien podría haberle hecho a la niña un libreto en su condición de periodista, o bien esta tenía fantasías sexuales provocadas por la televisión o porque en algún momento pudo haber visto a sus padres teniendo relaciones sexuales. Según sus conclusiones, la madre hubiera podido resolver la situación dialogando con su pareja. El fiscal argumentó además que probablemente la niña se hizo las heridas con "automanipulación". Hecho que fue refutado por el pediatra Francisco Vélez de la Clínica del Country. Jaime Lombana, el abogado de Laura, se indignó porque en su concepto el fiscal le dio la vuelta al caso con argumentos insólitos. Lo cierto es que su esposo quedó libre.

Desde entonces ella empezó a tocar puertas para que se hiciera justicia. Acudió a la siquiatra Isabel Cuadros, una de las colombianas con mayor experiencia en abuso sexual, para que le diera un concepto científico. Después de varias sesiones, ella concluyó que la niña no sólo había sido violada, sino que lo había sido en varias ocasiones y que el autor había sido el propio padre. Empezó entonces un tratamiento a la niña paralelo al que le hacía el sicólogo del Instituto de Bienestar Familiar Jorge Tibocha. Para éste tampoco había dudas de la verdad de lo contado por la niña.

A pesar de todo, la Fiscalía precluyó el proceso por "dudas y falta de pruebas". El esposo sigue en libertad. Para Laura el problema no es que vaya a la cárcel o no, sino que ella considera que él no está bien, que necesita tratamiento siquiátrico y que por lo tanto no puede acercárseles a sus hijos. A ambos, porque la niña también contó que en los 'juegos' el papá incluía, desnudo, al hermanito de un año de edad.

Sin embargo, como no hay nada legal en contra de él, el esposo puede, como un padre normal, llevarse a los niños para estar a solas con ellos. Laura quiere que la ley le prohíba al papá acercárseles. No lo ha logrado. Es un drama que, según ella, viven miles de madres. "Los fiscales no están preparados para resolver semejantes problemas, dice. No les creen a los niños, a pesar de las propagandas oficiales que aconsejan lo contrario". Además, asegura, hay una mezcla dañina de machismo e ignorancia. "Entre muchos hombres hay una malsana solidaridad de género y consideran que el delito sexual no es tan grave. Además cuando se produce, las víctimas tienen que demostrar que ellas no son las culpables".

Desde que comenzó esta historia triste, Laura se ha enterado de muchas historias similares a la suya, entre personas de clase alta. Ella cree que los autores utilizan el poder que les da su nivel social para evitar que esto salga a la luz pública. "Yo hago público esto porque quiero que se haga justicia, dice. Es un delito silencioso que está destruyendo la familia y la vida de miles de niños". Y también lo cuenta por ella. Es una forma de convencerse de que no se trató de un mal sueño, sino de una pesadilla real. Desde el día que descubrió su tragedia no se le ha quitado el dolor en el pecho.



* Nombre cambiado por razones legales.