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¿Inocencio?

El 'ventilador' del escándalo de corrupción en Bogotá le apuesta a acusar a todo el mundo y decir que él es el único inocente, cuando tiene en su contra varios de los indicios más sólidos del proceso.

16 de julio de 2011

En los últimos años, Inocencio Meléndez llevaba una exitosa doble vida. En una se codeaba con las altas esferas del mundo académico y jurídico, con lo que se ganó cierto prestigio. En la otra, era el asesor en la sombra del Grupo Nule, al menos en contratos en las regiones y en el IDU, donde se desempeñaba como subdirector jurídico. A cambio, le facilitaban carros, recibió al menos un apartamento como parte de su trabajo y cuantiosas sumas de dinero que le permitían vestir con costosa ropa de marca, alardear con relojes y ser un buen anfitrión en la finca San Onofre de Torobé, la que seguramente tiene ese nombre en honor al modesto pueblo sucreño en donde nació.

Su ejemplo de superación era de lo que más ponderaban quienes conocían su primera vida. A fuerza de consagración y estudio, surgió superando las barreras sociales y las que en algunos sectores le imponían por el color de su piel. Esa admiración llevó a más de trescientas personas a brindarle un sentido homenaje hace un par de años cuando lanzó su libro especializado en contratación pública. Entre los asistentes había magistrados de las altas Cortes, exmagistrados, un exfiscal general y un exdefensor del Pueblo, entre otros prestigiosos juristas que no escatimaron elogios. Pero lo que ahora se conoce de su otra vida ha puesto en duda incluso hasta la autoría de su libro.

Inocencio es el nuevo 'ventilador' en el escándalo de la contratación en Bogotá. Por el nivel de detalle que entregó, nadie cuestiona que es una de las piezas claves para descifrar el alcance del cartel de la contratación que desangró las finanzas distritales y sumió a Bogotá en un caos. La bomba atómica de su declaración es que vinculó al alcalde Samuel Moreno tras advertir que nada se hacía sin consultarlo. Incluso detalló cómo en el sanedrín del carrusel al alcalde Moreno le tenían el alias de 'la Doctora'; a su hermano Iván, el de 'el Jefe'; a Liliana Pardo -directora del IDU-, el de 'la Mamá', y a los contratistas implicados Julio Gómez y Emilio Tapia les decían, a uno, 'el Peluche' y al otro, 'el Gordo', mientras que a él lo llamaban 'Kunta Kinte'. Más allá de lo escandaloso de sus testimonio, lo que sorprende es que pese a este conocimiento, Inocencio diga que él "solo es la línea débil de todo el carrusel", que no delinquió y que el proceso en su contra es un complot de los Nule, que tratan de enlodarlo a cambio de beneficios.

Para la Fiscalía, las pruebas en su contra son contundentes. En los miles de folios que tiene el expediente del carrusel, los relacionados con Inocencio son de los más comprometedores. Para el ente acusador es claro que a cambio de sus irregulares servicios, Meléndez recibió, a través de un testaferro, un apartamento en el norte de Bogotá, al menos doscientos millones de pesos de más de cuatro mil que habría pedido para direccionar contratos, y usaba una Toyota 4Runner de los Nule. Cuando se ordenó embargar a varios funcionarios, incluido el alcalde, fue muy llamativo, además, que Inocencio fuera el que figurara con más bienes.

Pero hay otros episodios bajo la lupa. Desde 2009, el concejal Wilson Duarte alertó sobre misteriosas reuniones en la finca de Inocencio. También en el Distrito era motivo de comentario el poco tiempo que Inocencio pasaba en su oficina, siempre excusado con supuestas actividades oficiales fuera de su despacho, y el abultado nombramiento de asesores: pasaron de seis a más de veinte en los años que estuvo en el IDU. Se revisa si esto era alguna suerte de pago de favores. Una de ellas sería la escritora fantasma de su libro por cuenta del erario.

Aunque lo que más puede ponerlo en aprietos son algunas de sus decisiones en el IDU. En la entidad aseguran que él fue el autor del concepto que permitió la entrega de anticipos sin el lleno de los requisitos a varios contratistas, también del que abrió las puertas para que obras de valorización se adicionaran a los contratos de TransMilenio y del que buscaba que las obras para los articulados por la séptima no se hicieran por licitación, sino sumándolas a otros contratos.

Inocencio aún le apuesta a que su vida de reconocimientos pese más que la de cuestionamientos. De ahí que le ha exigido al Inpec que no lo esposen para ir a las audiencias y que los guardias estén de civil.

Como buen jurista, seguro hará uso de su derecho a no autoincriminarse. Pero alardear con su supuesta inocencia cuando estuvo en el ojo del huracán y contra las evidencias puede ser una mala jugada. Es claro que la declaración no es la de un mitómano. Está llena de detalles, nombres, lugares y circunstancias que son fácilmente comprobables. Su testimonio a la Fiscalía va a ser una pieza similar a lo que fue la declaración de Santiago Medina en el famoso proceso 8000. Pero posar como una mansa paloma afecta la credibilidad del testigo estrella.