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Internacional Bolivariana

Es evidente que el discurso bolivariano del presidente Hugo Chávez seduce y en Colombia cuenta con un fuerte respaldo para su proyecto entre guerrilleros reinsertados y militares retirados.

Andrés Grillo D.
31 de julio de 2000

El coronel y presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, próximo a cumplir 46 años, siempre ha reconocido y reivindicado su bolivarianismo. Su constante apelación al pensamiento del Libertador Simón Bolívar no es un recurso para adornar o darle rimbombancia a sus discursos en época de campaña electoral. Es una convicción íntima que Chávez no tiene pudor en exhibir con una fuerza arrolladora, que ya ha trascendido las fronteras de su país: "Soy bolivariano porque nací en los cuarteles, me hice bolivariano a fondo y para mí eso es un principio ideológico". Su carismático mensaje despierta inmensas expectativas en unos y no pocos temores en otros. Sus constantes llamados a una integración regional, que según su propia visión él está llamado a encabezar, provocan recelos en diversos sectores. Una fuente que pidió no ser identificada asegura que lo del coronel no es más que una acomodada interpretación de la Doctrina Monroe, que ya no sería "América para los americanos sino Latinoamérica para Venezuela". El pasado 8 de junio, en una entrevista para el diario argentino Pagina/12 Chávez aclaró sus propósitos: "El proyecto de Simón Bolívar era una confederación de repúblicas latinoamericanas. Bolívar hablaba de la Colombia ‘redonda’, y Venezuela ocupa un lugar importante en esa Colombia redonda (…) Y yo me he encargado de llevar esta bandera allá por donde he ido; es la bandera de un país que está resucitando y se pone a las órdenes y enteramente dispuesto para lograr un mundo mucho más igualitario y más justo". Estas ideas, que algunos expertos en política han calificado como neopopulistas, han calado en ciertos sectores de la sociedad colombiana.

Un espectro amplio de personas que va desde guerrilleros reinsertados hasta guerrilleros activos, pasando por militares retirados e intelectuales. Ramiro Vargas, de 60 años, sindicalista, comandante y fundador del Ejército de Liberación Nacional (ELN), dijo en una entrevista con la revista Punto Final que "el pensamiento de Bolívar está vigente en América Latina. Chávez viene rescatando ese pensamiento que nosotros compartimos. La integración de los pueblos y la lucha contra el imperialismo, por ejemplo, son ideas bolivarianas que rescata Chávez y que son coincidentes con nuestra propia política". Estas coincidencias ideológicas entre los grupos guerrilleros colombianos y la filosofía de Chávez (el pasado mes de abril el pleno del Estado Mayor Central de las Farc le envió un saludo "al ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela") han acaparado la discusión sobre el asunto del bolivarianismo, pero más allá de esa zona gris de la realidad política internacional es indiscutible el aporte de algunos colombianos, que no están vinculados con la subversión, a la construcción de un movimiento bolivariano internacional.



Conversaciones con el coronel

Los nexos entre el presidente venezolano y Colombia vienen desde mediados de la década pasada. En 1992 luego de los dos intentos golpistas por parte del Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 (MRB200) contra el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, algunos de los militares que participaron en estos hechos recibieron ayuda de reinsertados del recién desmovilizado grupo guerrillero M-19 para trasladarse en forma clandestina hacia Ecuador o Perú, donde recibieron asilo político. A su paso por Colombia dejaron algunos documentos sobre su organización en los que, dice el representante a la Cámara por el M-19 Gustavo Petro, "encontramos una sintonía ideológica en la lucha contra la corrupción y el discurso bolivariano". Los vasos comunicantes eran tan precisos que Chávez y su logia habían estudiado el pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán, un político liberal, cuya muerte en 1948 provocó una explosión de violencia conocida por los historiadores como ‘El Bogotazo’. "Existe un pensamiento latinoamericano que la izquierda, a través de Marx, no nos dejó ver. Eso fue lo que entendieron los militares venezolanos, por eso habían estudiado a Gaitán", dice Petro.

Tiempo después el representante se enteró por boca de Chávez, cuando le explicó los orígenes del MRB200, el grupo que fundó en secreto junto con otros dos oficiales, que la sintonía era de vieja data. El coronel le contó que en 1983, inspirado en la acción fundacional realizada por el M-19 en 1974, cuando se robaron la espada del Libertador, su grupo iba a tomar unos helicópteros militares, aterrizar con ellos en una casa museo y robarse una espada de los héroes venezolanos o un objeto de Simón Rodríguez. Luego de llevárselo se iban a internar en el monte, junto con ex guerrilleros como Douglas Bravo o Alí Rodríguez, para hacer la revolución armada. Al final desecharon el plan y Chávez tomó la decisión de ingresar a la Escuela Bolivariana, el centro de formación de la oficialidad venezolana, y, según una fuente autorizada colombiana, allí "dio clases de historia y pasaron por sus aulas alrededor del 25 por ciento de oficiales efectivos en la actualidad. De ahí parte su ascendencia en el Ejército. Sus alumnos lo recuerdan como un líder académico y también comentan su pasión por las luchas bolivarianas".

En marzo de 1994 el coronel Chávez salió de la cárcel de Yaré, por un perdón presidencial, a cambio de solicitar su baja del ejército. El militar había estado detenido por los dos intentos golpistas de 1992, el que encabezó y el que alentó desde su reclusión. De vuelta a la libertad se dedicó a crear una organización política con la cual pudiera llegar al poder, que no había podido obtener por la vía armada. En 1994 José Cuesta, reinsertado del M-19, asesor político de Petro y director de la Fundación Cultural Simón Rodríguez, contactó al coronel y lo invitó a Colombia. Chávez aceptó porque quería conocer los pormenores de la asamblea constituyente colombiana y porque le impactó que quienes lo invitaran fueran los miembros de una fundación con el nombre de uno de los tres inspiradores ideológicos del MRB200. Los otros dos son Bolívar, de quien Simón Rodríguez fue maestro, y Ezequiel Zamora, un general venezolano de las guerras federales. En una reciente entrevista con el periodista Manuel Cabieses el coronel reafirmó este punto: "Creo que el pensamiento bolivariano, robinsoniano y zamorano soporta cualquier análisis sistémico político".

En julio de 1994 Hugo Chávez, vestido de liqui-liqui, y dos acompañantes llegaron a Colombia sin los bombos y platillos con que lo reciben hoy en su calidad de jefe de Estado. Un amigo de Gustavo Petro había prestado una casa para alojarlos, pero a última hora por presiones familiares echó para atrás el ofrecimiento. Ante este imprevisto Petro y Cuesta alojaron a los venezolanos en la sede de la Juventud Trabajadora de Colombia (JTC), en medio de un rigor espartano que los invitados aceptaron con el estoicismo propio de la vida militar. Durante cinco días Chávez caminó por las calles bogotanas, dio conferencias en dos universidades y se entrevistó con los tres presidentes de la Asamblea Constituyente de 1991.

Petro, quien lo acompañó en estas charlas, recuerda que el entonces ministro de Gobierno Horacio Serpa fue muy displicente con el coronel. Alvaro Gómez y Antonio Navarro, en cambio, conversaron con él durante horas. El asesinado dirigente conservador, según Petro, le dio una clase sobre por qué los movimientos políticos que habían llegado a la constituyente se habían disuelto después sin pena ni gloria. Navarro, dirigente del M-19, reafirmó lo dicho por Gómez, fue en cierta forma autocrítico con su gestión y pronunció una frase que Petro no ha podido olvidar: "La constituyente es un mazo que se levanta contra la clase política y se tienen dos oportunidades, dejarlo caer o no. Coronel, ¡déjelo caer!". El 28 de julio de 1994 Chávez celebró su cumpleaños en la sede de la JTC, acompañado de militantes de izquierda y de un grupo de militares colombianos retirados agrupados en lo que en ese entonces denominaban Movimiento Bolivariano 2000. Esa noche el colonial barrio de La Candelaria, en el centro de Bogotá, fue testigo de cómo el futuro presidente tocó el cuatro, declamó y cantó como cualquier hijo de vecina.

Ese fue el colofón de una jornada que para Chávez es histórica e inolvidable, el coronel, sus anfitriones y los militares colombianos, visitaron el Puente de Boyacá. El río Teatinos, que fue testigo de la gesta libertadora de Simón Bolívar en 1819, presenció esta vez el juramento de los presentes para trabajar en un encuentro sobre el pensamiento bolivariano, que se realizaría en diciembre de ese año en Santa Marta.



Congresos bolivarianos

En octubre de 1994 José Cuesta y un militar retirado, los colombianos encargados de organizar el encuentro, se encontraron en Maicao, una ciudad erigida en el desierto y destino obligado de los contrabandistas de la zona, con capitanes del MRB200. Por las trochas fronterizas, los caminos verdes a los que le cantó el salsero Rubén Blades, los hombres de Chávez los condujeron hasta el estado venezolano de Zulia, a la hacienda de Jaime Verardineli. Este fue el anfitrión de una reunión austera en la que se dieron los últimos toques para la realización de la reunión Preparatoria del II Congreso Anfictiónico en Santa Marta, el 17 y el 18 de diciembre de ese año.

Llegada la fecha se encontraron en la ciudad costera que vio morir al Libertador (y donde éste proclamó que "los militares deben empuñar la espada para defender las garantías sociales") 26 delegados venezolanos encabezados por Chávez, siete colombianos, tres panameños torrijistas y dos invitados especiales: el controvertido sociólogo argentino Norberto Ceresole y el delegado del Partido Comunista Cubano, y encargado de la oficina de Asuntos para América Latina, José Luis Joa. Desde un comienzo tuvieron problemas. El encuentro debía realizarse en un hotel de la ciudad, pero los dueños fueron presionados y no permitieron la reunión. El evento bolivariano terminó sesionando en un motel de Santa Marta que iba a ser inaugurado por esos días. Al final sacaron una declaración de seis puntos, contenidos en cinco páginas manuscritas. Los dos primeros puntos ya revelaban lo que Chávez no ha dejado de promulgar a los cuatro vientos desde que asumió el poder. En el primer punto declararon: "El nuestro es un movimiento independiente, liberado de modelos vinculados al pasado y que se propone la construcción de un nuevo proyecto revolucionario que reivindique a nuestros pueblos y naciones, ante las permanentes y continuas manifestaciones de colonialismo de potencias ajenas a nuestra idiosincrasia". En el segundo profundizaron en "la necesidad de crear una estrategia para constituir un espacio propio de poder en nuestro contexto geográfico y político".

Después del congreso, dice el mayor retirado José Luis Cadena, "la prensa venezolana y la colombiana, y las inteligencias de los dos países comenzaron una cacería de brujas. A mí la inteligencia militar venezolana me tenía reseñado como golpista de ese país, exiliado en Colombia". Los rumores de la vinculación de Chávez con guerrilleros del ELN y las Farc aumentaron a tal punto que el coronel viajó en marzo de 1995, en una visita relámpago junto con otros militares amigos, a dar la cara. El día 20 se alojó en el hotel Portal de la 86, ubicado cerca de la exclusiva zona rosa de la capital, y al día siguiente le dejó una carta al presidente Ernesto Samper, otra al fiscal Alfonso Valdivieso y una más al ministro de Defensa Fernando Botero. En ellas preguntaba por las investigaciones en su contra y presentaba al abogado Ernesto Amézquita como su representante y defensor en Colombia. Esa tarde, cuando se disponía a tomar el vuelo de regreso a Caracas, fue requerido por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) del aeropuerto para que diera una declaración libre y espontánea. En dos hojas mecanografiadas, de dudosa redacción, el coronel aclaró que no conocía a las personas sobre las que le preguntaban e insistió en su herencia bolivariana. A la pregunta de si buscaba la unificación de los países del área sólo contestó: "Estamos tras el sueño de Simón Bolívar". Amézquita, que en el pasado había defendido a tres militares venezolanos golpistas, se convirtió también en el abogado de los ciudadanos de ese país que fueron detenidos y sindicados de ser guerrilleros de las Farc en el departamento del Vichada. Su simpatía por Chávez es evidente: "Es una garantía para los pueblos del Tercer Mundo". La cacería de brujas no paró en el incidente del aeropuerto que le hizo perder el vuelo al coronel. Los delegados colombianos a la segunda reunión preparatoria del II Congreso Anfictiónico, que se realizó entre el 22 y el 25 de julio de ese año en Caracas, no pudieron asistir porque el gobierno venezolano no les concedió la visa por ser cercanos a lo que denominaban la "Internacional Bolivariana".



Desde el poder

En febrero del año pasado, durante la época de la posesión presidencial de Chávez, se encontraron en una finca cercana a Caracas representantes de por lo menos 14 organizaciones internacionales interesadas en participar en el Congreso Anfictiónico. Entre los asistentes estaba Andrés París, vocero internacional de las Farc, quien desde hace bastante tiempo tenía una base en Caracas. Fue un punto de encuentro entre el bolivarianismo de Chávez y el de las Farc que, para José Cuesta, es el resultado de la caída del muro de Berlín, "ese vacío es llenado por lo bolivariano. Es un asunto instrumental de las Farc y la prueba es que la coordinadora guerrillera Simón Bolívar ya no existe". El representante Gustavo Petro está de acuerdo con esta apreciación: "Es un golpe oportunista de las Farc. Después de criticar durante 10 años al M-19 por su bolivarianismo, una vez vieron que esto cogía fuerza en Colombia y en América Latina, observaron la ascendencia de esas ideas, se apropiaron de la palabra de Bolívar sin su pensamiento y le vaciaron el alma, igual que hizo la política con su estatua".

Por eso, para evitar que grupos armados manosearan y monopolizaran el discurso bolivariano, quienes habían participado en los encuentros previos organizaron una nueva reunión en Bogotá enfocada hacia el tema de la paz. El denominado Congreso de Países Bolivarianos y Americanos para la Paz se llevó a cabo el 3 y 4 de diciembre del año pasado, en uno de los salones del Congreso de la República. A este evento asistieron varios embajadores acreditados ante el gobierno colombiano y personajes como Fernando Ayanegui (director ejecutivo de la Fundación Oscar Arias para la Paz), Alexis Ponce (vocero nacional de la Asociación Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos del Ecuador y quien jugó un papel protagónico en las protestas populares que tuvieron lugar en ese país durante este semestre) y Heinz Dieterich (un filósofo que asesora al presidente Chávez en temas políticos), entre otros.

Un hecho importante se concretó en este encuentro. En palabras de José Cuesta, "que convencimos a los ecuatorianos que tenían muchas dudas sobre Chávez. Les explicamos que era un fenómeno y ellos nos dijeron que hay oficiales jóvenes en su país dispuestos a seguir sus pasos". No hay que olvidar que el coronel ecuatoriano Lucio Gutiérrez participó de manera activa en el levantamiento del 21 de enero en su país y recientemente ha manifestado en público su simpatía por el modelo de Chávez. Además, está invitado al Congreso Anfictiónico de América que debía realizarse este mes, el día del natalicio del Libertador, en Caracas. Este evento es una obsesión para el presidente venezolano, pero es probable que sea pospuesto hasta diciembre para que no coincida con las próximas elecciones presidenciales, en las que el coronel disputará su cargo con su ex compañero de armas Francisco Arias. Cuesta está convencido, como la mayoría de los bolivarianistas colombianos, que Chávez va a ganar y podrá realizar el congreso que tanto anhela. Lo paradójico del asunto es que mientras para el coronel este es el cumplimiento de un sueño, para muchos de sus opositores en Venezuela y en otras partes del mundo es la concreción de una pesadilla que, en aras de un ideal y una utopía pensada por un hombre visionario en el siglo XIX, no saben a dónde puede conducir a los pueblos de la región.