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P O L I T I C A

Izquierda sin adjetivos

Con el Frente Social y Político los sindicatos y los movimientos sociales de base le apuestan a tener un protagonismo real y a convertirse en una auténtica alternativa.

15 de mayo de 2000

El miercoles de la semana pasada, con el lanzamiento nacional del Frente Social y Político, la izquierda saltó de nuevo al ruedo y demostró que tiene la capacidad de ponerse a tono con la del resto de Latinoamérica. Un intento más por superar, según Luis Eduardo Garzón, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y vocero oficial del Frente, “el síndrome del bonsai. La izquierda tiene que dejar de sentirse siempre chiquitica”. Fue la presentación en sociedad de lo que Garzón denomina “la izquierda sin adjetivos” y que corresponde al modelo de partidos de esta corriente modernos y acordes con las realidades del siglo XXI.

El sociólogo estadounidense James Petras dice que la izquierda contemporánea latinoamericana ha surgido en tres oleadas distintas. La primera apareció en la década de los 60 y se prolongó hasta mediados de los años 70; la segunda coincide con el período posterior al fin de las dictaduras en la región; y la tercera incursiona con éxito desde hace unos años en el panorama político del continente con la uruguaya a la vanguardia. Esta izquierda de última generación está representada por movimientos sociopolíticos, cuyos integrantes vienen del sector campesino o sindical, son personas honestas y escrupulosas, y, según Petras, muy pocos actúan como dirigentes personalistas, debaten las decisiones en asambleas y forman parte de un colectivo dirigente.

Hace tres años, cuando Petras expuso estas ideas, la izquierda colombiana no parecía seguir el mismo camino continental. Opacada por la guerrilla, masacrada por la extrema derecha reaccionaria y ahogada en sus propias contradicciones internas, la izquierda legal parecía condenada a desaparecer del espacio político. Con el Frente parece tomar un nuevo aire.



Desde el sindicalismo

En los últimos años la evolución económica de Colombia ha tenido como consecuencias procesos cada vez más acelerados de desalarización, desobrerización y desindicalización. Esto, en cifras, quiere decir que en la actualidad el movimiento sindical sólo cuenta con un millón de miembros. Pese a lo reducido de su número en relación con el total de la población laboral y a los golpes que ha recibido por cuenta de los cambios mencionados, el sindicalismo se ha mostrado vigoroso por medio de grandes movilizaciones. Sin embargo llegó un momento en que los dirigentes sindicales se dieron cuenta de que, como dice Garzón, “las luchas sociales no tienen ninguna incidencia política”.

Al tomar conciencia de esta situación los sindicatos comenzaron a explorar la manera más adecuada de participar políticamente. El camino ya había sido insinuado. Después del asesinato de Eduardo Umaña Mendoza, en abril de 1998, y durante la marcha del 18 de mayo del mismo año en homenaje a los asesinados investigadores sociales Mario Calderón y Elsa Alvarado, surgió en la Universidad Nacional la idea de constituir un frente amplio en el que se encontraran diversos sectores interesados en convertirse en una opción política que respondiera en forma conjunta a lo que estaba sucediendo. El propósito se quedó ahí. En febrero de 1999 la junta nacional de la CUT, que reúne al 60 por ciento del sindicalismo nacional, retomó la idea. En abril y julio del mismo año realizaron dos seminarios para discutir, de acuerdo con documentos internos, “la construcción de un frente social y político que participe de manera autónoma y con agenda propia en el proceso de reconciliación nacional y de construcción de un nuevo pacto social”. En un congreso con 1.500 participantes, realizado en Cartagena, la CUT se lanzó de lleno a formar el Frente.

En torno a este nuevo intento de la izquierda se han agrupado hasta el momento el Movimiento Comunal y Comunitario, que representa a 45.000 juntas de acción comunal; la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc), que cuenta con 1.500.000 afiliados; el Foro Alternativo, que aglutina a 13 partidos políticos de izquierda minoritarios, organizaciones no gubernamentales como Viva la Ciudadanía y personalidades del sector académico como Alejo Vargas, entre otros. Otras asociaciones, como la Confederación de Padres de Familia y la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), por citar algunas, han participado en varias reuniones del Frente y estudian la posibilidad de vincularse de lleno a él. No es casual que en este movimiento se encuentren tantas organizaciones.

Hoy Colombia cuenta con 180.000 formas asociativas de base que son la expresión más clara de la denominada sociedad civil. La cual, según un académico militante de izquierda que ha seguido de cerca el proyecto, “es un hervidero, está en ebullición. Es la ebullición del magma popular, del país nacional del que hablaba Gaitán que despierta, que trata de quitarse de encima el aparataje del país político”.



Leven anclas

Después del prometedor lanzamiento de la semana pasada, en el cual el Frente tomó distancia de los partidos tradicionales y la izquierda ortodoxa y armada, el movimiento tiene todo por hacer. Para el próximo 20 de julio está convocado el Congreso Nacional del Frente. En ese espacio se decidirá la dirección del mismo, su funcionamiento interno, cuál será la agenda programática, y cómo se manejarán las relaciones internacionales y la conyuntura nacional. Este proceso puede ser más complicado de lo que parece a simple vista. Va a ser una operación de alta cirugía. Poner de acuerdo a sectores con intereses tan disímiles, armar una dirección colectiva y superar la desconfianza histórica de los actores involucrados no va a ser fácil pero es el camino. El IX Foro de Sao Paulo, reunido en Nicaragua el pasado mes de febrero, el encuentro más importante de la izquierda latinoamericana, así lo manifestó: “Sólo lograremos vencer en la medida en que hagamos de la unidad de acción y de propósitos el instrumento más preciado de nuestras luchas, comprendiendo que la pluralidad y la diversidad de la izquierda es un capital democrático que debemos preservar”. Por otra parte, sobre el proyecto pende, como una espada de Damocles, la reacción de la extrema derecha. Esta amenaza externa no se puede desconocer .

Más allá de los riesgos internos y externos que el Frente tendrá que enfrentar, lo cierto es que el país le tiene que apostar con fuerza a esta carta. La posibilidad de una izquierda legal, moderna y alejada de los dogmatismos del pasado es una garantía de fortalecimiento para la democracia.