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JAQUE AL REY

La semana pasada el país vivió la peor crisis de los últimos tiempos entre las Fuerzas <BR>Armadas y el Presidente. ¿Qué se negoció en la Casa de Huéspedes?

28 de junio de 1999

Cuando se conoce la larga lista de temas que trataron los militares con el presidente
Andrés Pastrana, tanto en Cartagena como en Tolemaida, surge la pregunta de si era necesario
crear semejante crisis para tan poca agenda. No porque en la agenda de las Fuerzas Armadas no
haya temas importantes. Los hay, y muchos. Pero al revisar el memorial de agravios de la alta
oficialidad no hay un solo punto que no se hubiese podido resolver en una reunión corta entre el
Presidente y la alta oficialidad y con unas decisiones de menor rango del Conpes que fueran generosas
con el Ministerio de Defensa. Al fin y al cabo tal pareciera que una buena parte del descontento tuviera
raíz en la sensación de no ser tenidos en cuenta más que en elementos específicos de la compleja
relación entre el gobierno y el estamento militar."Y después de todo, ¿cuál era el problema?", se
habrían podido preguntar los funcionarios que acompañaron al Presidente a una y otra reunión. Todos
los temas tratados tenían una respuesta aceptable por parte del Ejecutivo y salvo el hecho de que el
Presidente se ha reunido en dos oportunidades con 'Tirofijo' y esta es la primera vez que lo hace con
los 50 oficiales que conforman el alto mando militar, nada resultaba particularmente dramático. Por
eso, quizás, el gobierno se mostraba optimista en la madrugada del sábado y daba por conjurada una
crisis, cuya existencia misma empezaba a ser cuestionada por algunos funcionarios.Pero crisis hubo.
Y se trató de la crisis más seria que haya vivido el país en muchísimo tiempo. Por unas horas el
Presidente fue puesto en jaque, de manera literal, por parte de los generales más importantes del
Ejército tras conocerse la renuncia del ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda Caicedo, por diferencias en
torno del manejo del proceso de paz.Pero al parecer esa crisis no tiene tanto que ver con el poco
significativo memorial de agravios que le llevaron los generales al Presidente como con la concepción
misma del proceso de paz y con la desconfianza que se ha generado entre los militares sobre las
acciones del Presidente y su Alto Comisionado. Lo que resulta sorprendente es que los generales
tocaran temas que no necesariamente los han llevado al límite de su paciencia y dejaron de lado
algunos de los aspectos sustantivos de su molestia con el presidente Pastrana.Despeje, en Nueva
YorkEl hecho de que la crisis haya sido generada por la renuncia de Rodrigo Lloreda Caicedo no fue un
accidente. A diferencia de los sectores de extrema derecha, los cuales nunca han estado de acuerdo
con la manera como el gobierno se aproxima a los temas de la negociación con los actores del
conflicto armado, Lloreda representa a un establecimiento que ha acompañado al Presidente en el
proceso pero que empieza a mostrar las primeras señales de distanciamiento frente el tema.Hasta el
momento de su renuncia Rodrigo Lloreda fue una voz sensata en el tema de la paz. Hizo bien lo que
resulta tan difícil en un ministro de Defensa: ser un buen intérprete de las Fuerzas Armadas en el
gobierno y del gobierno frente a las Fuerzas Armadas. En no pocas oportunidades, y a diferencia de
muchos de sus compañeros de gabinete, llevó la contraria al jefe del Estado en materias de paz, a lo
cual Andrés Pastrana no pareciera estar acostumbrado, y tuvo serios enfrentamientos con el alto
comisionado para la paz, Víctor G. Ricardo. En síntesis, Rodrigo Lloreda se había convertido en una
especie de aguafiestas, la voz de Casandra anunciando desastres sobre los cuales el alto gobierno
preferiría no tener que oír hablar. No obstante, y aun a pesar de las diferencias que había entre su
propia concepción del Estado y la de Andrés Pastrana, Rodrigo Lloreda habría podido quedarse al
frente de la cartera de Defensa por mucho tiempo. Contaba con la confianza del Presidente, era el
miembro más respetado de todo el gabinete y tenía el aprecio de las Fuerzas Armadas. Pero en el
avión que lo traía de regreso de Nueva York, hace una semana, adonde había asistido al grado de una
de sus hijas, Lloreda leyó un titular de periódico que lo desconcertó por completo: "El despeje será por
tiempo indefinido". El Ministro habló ese lunes con Víctor G. Ricardo, quien le dijo que no se trataba
de una posición oficial sino de una opinión suya, expresada en un foro organizado por el diario El
Espectador el jueves anterior, en el que el Comisionado había rechazado la idea de estipular lo que
él llamó entonces los "plazos fatales", lo cual no necesariamente quería decir que se hubiese llegado a
la idea de aplicar un despeje por término indefinido. De hecho, el gobierno había comisionado a un
almirante para que estudiara las diferentes opciones de despeje, entre las cuales se encontraba una
por tiempo no definido pero sometido a reglas precisas cuyo cumplimiento fuese verificable por
terceros.El mismo lunes el Presidente llamó a Lloreda y le preguntó si era cierto que tenía en su
poder una carta en la que expresaba inquietudes sobre la manera como las Farc actuaban dentro de la
zona de despeje. El Ministro dijo que no existía tal carta y que se trataba de un informe interno del
Ejército para el Presidente. En esa conversación el Presidente le dijo al Ministro que prefería que las
diferencias sobre materias del proceso de paz no se ventilaran en público. Pero en una rueda de
prensa que otorgó el Ministro esa misma tarde la última pregunta hizo referencia al tema del despeje
indefinido y Lloreda dijo que él no estaría de acuerdo con un despeje de esa naturaleza, sobre todo
porque eliminaría todo estímulo para el avance de las negociaciones por parte de la guerrilla.Esa
opinión le costó el puesto a Lloreda, lo cual hoy no deja de resultar irónico luego de que el gobierno
afirmara en las reuniones posteriores con los militares que no habrá un despeje por tiempo indefinido
sino uno amarrado al desarrollo de las negociaciones y con reglas de cumplimiento verificables. Hasta
la guerrilla ha dicho estar en desacuerdo con un despeje indefinido.Pero la ironía no termina allí, en una
opinión franca sobre una propuesta que, al parecer, nunca existió. En un intento por aclarar sus
afirmaciones Lloreda llamó al Palacio e intentó hablar con el primer mandatario. Pero logró apenas una
lacónica respuesta del secretario privado, Camilo Gómez: "El Presidente, dijo el secretario, no puede
hablar con usted".En la noche del martes Rodrigo Lloreda redactó su carta de renuncia y se la
entregó a una de sus hijas para que la enviara por fax desde su oficina de abogada particular con el
objeto de que no se filtrara antes de que la viera Pastrana.Lloreda nunca pensó, sin embargo, que el
efecto de esa carta fuera la peor crisis de la historia de las relaciones entre el Presidente y las
Fuerzas Armadas. Cuando recibió, de manos de la cúpula, el bastón de mando, en una sesión
caracterizada por la emotividad y las palabras de solidaridad, Lloreda sintió por primera vez que su
salida podría ser la gota que rebosara una copa ya casi llena.Los acuerdos del Fuerte de ManzanilloEn
pocas horas 18 generales de la República y la cúpula militar ofrecían su renuncia como señal de
protesta y en solidaridad con el saliente ministro de Defensa. Hoy no son pocos los integrantes del
gobierno que ponen en duda el número de las renuncias y algunos han sugerido, incluso, que el
papel de los medios de comunicación en la crisis del miércoles pasado había sido crítico. Pero ese día
lo que se vivió fue una verdadera amenaza de insurrección militar que no se había conocido ni siquiera
en tiempos de la presidencia de Ernesto Samper.Fue ese el primer reclamo que hizo el presidente
Pastrana a los generales que arribaron a la Casa de Huéspedes en Cartagena. ¿Por qué,
preguntó, no se levantaron los militares como lo hacían ese día contra el gobierno ilegítimo de
Samper? "Porque, señor Presidente, contestaron los altos mandos, lo que hay que respetar y preservar
es la institucionalidad del país".La reunión fue áspera y estuvo precedida por una reunión entre el
Presidente y el comandante de las Fuerzas Militares, general Fernando Tapias. Los generales, con
excepción del director nacional de la Policía, ofrecieron su renuncia y expresaron su inconformidad
con la manera como habían sido tratadas las Fuerzas Armadas en los últimos meses.Sobre la
oficialidad no sólo gravitaba el tema de Lloreda. Además de las dudas profundas que tiene cada uno de
ellos sobre la viabilidad de un proceso de paz, cuya columna vertebral no se conoce, había un
listado largo de temas que molestaban a los generales y afectaban la moral de la tropa (ver
recuadro).El Presidente intentó dar respuesta a las inquietudes punto por punto. Dijo, inclusive, que
no existe decreto alguno, sobre el tema, que no hubiese sido firmado por Rodrigo Lloreda. Pero,
presionado por la Cumbre de Presidentes del Grupo Andino y por la urgencia de mostrar que la crisis
llegaba a su fin, propuso reunirse con los generales y los almirantes el viernes en Tolemaida para tocar
esos temas de manera más extensa.Quizá por eso las declaraciones que conoció el país el
miércoles en la noche dejaron la sensación de que, tanto el Presidente como el general Tapias,
escondían algo detrás de los mensajes de respeto por la institucionalidad de este último y cariño hacia
las Fuerzas Armadas del primero.

El problema real El problema de fondo tiene que ver con la concepción misma del proceso de paz, y
esto no pareciera tener solución ni en el corto ni en el mediano plazo. La política de paz del
presidente Pastrana ha demostrado una audacia sin precedentes y, en la medida en que no cuenta
con un elaborado discurso estratégico que la explique a terceros, se presta para malentendidos y
genera desconfianza. Los militares sienten que en desarrollo de ese proceso, y con el objeto de
llevar y mantener en la mesa a las Farc, el gobierno ha otorgado demasiadas concesiones. Y
aunque no lo dicen, muchos de ellos ven con malos ojos el despeje, con plazo o sin plazo, del territorio
nacional. Lo mismo sucede con otros temas, como el canje, el retiro de generales implicados en temas
de paramilitarismo y la reforma de las Fuerzas Armadas, entre otros muchos.Lo cierto es que en los
temas de paz el primer mandatario estaría más impulsado por su intuición que por un plan de largo
plazo. La anécdota según la cual surgió una enorme confianza entre el Presidente y el jefe guerrillero,
cuando "se miraron a los ojos", evidencia el carácter de diplomacia personal que sustenta el proceso
de paz. En cambio de estrategia hay mucho corazón y algo de instinto y la química entre los líderes de
las partes en conflicto anima más al proceso que su dinámica interna. Pero en desarrollo de esa
política intuitiva Pastrana toma a veces riesgos inusitados y con el objeto de lograr que nadie se
levante de la mesa permite que en ocasiones los extremos del conflicto entiendan cosas
diametralmente opuestas sobre lo que se ha acordado. Esto se hace evidente en la entrevista que
SEMANA hiciera en esta edición a 'Tirofijo', en la que el jefe guerrillero deja en claro que toda discusión
sobre reglas de juego en la zona de distensión está por fuera de lo acordado en Caquetania.Al jugar
con la ambigüedad en temas como el canje, el despeje y la presencia de los paramilitares en las
mesas de diálogo Pastrana estaría actuando como el primer ministro británico, Tony Blair, quien, al
decir de The Economist, busca la manera de sacar adelante un acuerdo en el que (a) no pone como
precondición el desarme del ejército republicano irlandés al tiempo que (b) le asegura a los
Unionistas que el desarme será una precondición absolutamente necesaria. Nadie sabe cómo saldrá
Pastrana de semejante lío. Lo cierto es que la crisis de la semana pasada, que terminó de manera tan
fugaz como empezó, dejó a todo el mundo mal parado. Al respetado ministro Lloreda porque, a pesar
de tener razón en una buena parte de sus quejas, escogió un mal momento y un mecanismo impropio
de su trayectoria para separarse del gobierno. Las Fuerzas Armadas, porque la opinión no entendió
qué buscaban con una renuncia masiva de generales ni las razones por las cuales semejante acto de
protesta terminó en una rueda de prensa que no ofreció la más mínima explicación al respecto. Por
último el gobierno tuvo que reconocer que, para seguir adelante con el proceso de paz, se hace
necesario echar para atrás y explicar desde el comienzo la lógica interna del proceso a una de las
partes involucradas, como lo son las Fuerzas Armadas, con lo cual se hace de nuevo evidente una
distancia, aún muy grande, entre el gobierno y la guerrilla en un sinnúmero de temas de procedimiento
que podrían poner en peligro un proceso de paz al que le falta, sin lugar a dudas, más debate abierto y
menos agenda secreta en las manos del Alto Comisionado.Para no hablar de lo que opinan las
Fuerzas Armadas del Alto Comisionado, claro. nSe trató de la crisis más seria que haya vivido el país
en muchísimo tiempo
Dias dificiles
26 diciembre 1998 Los militares se opusieron al despeje del Batallón Cazadores.
2 febrero 1999 Protestó el alto mando por lista de oficiales investigados por la Procuraduría enviada a
las Farc.
15 abril 1999 La inclusión del tema de la reforma a las Fuerzas Armadas generó la protesta del ministro
Lloreda.
9 abril 1999 El retiro de los generales Rito Alejo del Río y Fernando Millán fue interpretado como
exigencia de las Farc.
15 abril 1999
El ministro Lloreda le envió una carta a Víctor G. en la que protestó por desmanes de las Farc en
las zonas de despeje
21 mayo 1999
Los militares protestaron por el anuncio de Víctor G. Ricardo de autorizar el despeje indefinido. El
memorial de la crisis Lo que pidieron
LOS MILITARES
1. En la reunión de la Casa de Huéspedes en Cartagena la cúpula militar cuestionó duramente el
papel desempeñado por el alto comisionado para la Paz, Víctor G. Ricardo. Le manifestaron al
Presidente que no confiaban en el funcionario porque él no le había sabido llegar a las Fuerzas
Militares y que a lo largo del proceso de paz les había mentido sistemáticamente en temas tan
importantes como la salida de los soldados del Batallón Cazadores. Informaron que ese
comportamiento les producía desconfianza a los altos mandos militares.
2. Los altos mandos fueron enfáticos con el Presidente cuando abordaron el tema del despeje. En
primer lugar le manifestaron al primer mandatario que no podía seguir creyendo en las Farc porque
"ellas nunca dicen la verdad". Le presentaron al Presidente un informe sobre los delitos cometidos por
la guerrilla en seis meses de despeje, entre ellos el secuestro de 13 ciudadanos. Le pidieron que
fijara las reglas de juego en la zona de distensión con normas claras para que las Farc no siguieran
delinquiendo. Solicitaron que se les pidiera a las Farc que no siguieran transitando por los pueblos con
uniformes camuflados porque había que respetar la institucionalidad en el país.
3. Para evitar más desmanes por parte de las Farc en las zona de distensión la alta oficialidad le
solicitó al Presidente la creación de una comisión verificadora integrada por personalidades
extranjeras.
4. Otro tema delicado que abordaron los militares fue el del canje de prisioneros. La cúpula
militar considera inadmisible canjear un ciudadano decente por un delincuente. Le solicitaron al
Presidente buscar otras alternativas para lograr la liberación de los soldados y policías que están en
manos de las Farc.
5. Sobre el nombramiento del nuevo ministro de Defensa el alto mando le pidió a Pastrana estudiar con
detenimiento la escogencia del candidato. Le expresaron al primer mandatario que veían muy difícil
buscar un reemplazo de Rodrigo Lloreda, con quien se identificaron plenamente a lo largo de su
gestión. El general Fernando Tapias rechazó el ofrecimiento del cargo en propiedad. Todos estuvieron
de acuerdo en que el ministro debía seguir siendo un civil.
6. La cúpula militar le expresó al Presidente que estaba dispuesta a participar en las mesas de
negociaciones y que lo harían con un militar activo pero sólo cuando éstas estuvieran en su fase final.

7. Los militares le dijeron al Presidente que sentían que la Procuraduría y la Fiscalía los estaban
persiguiendo injustamente sin permitirles a los oficiales demostrar su inocencia. Le citaron varios
ejemplos, entre ellos el de ser acusados por omisión en las fugas de las cárceles cuando los
militares nada tienen que ver con ese tema. Lo mismo sucede, según ellos, en problemas de orden
público a nivel urbano, cuando ese tema no es de su competencia. También se refirieron a la
masacre de Mapiripán y pidieron una mayor discreción en la divulgación de la información a los
medios de comunicación.
8. Los militares le expresaron a Pastrana sus inquietudes acerca del proyecto de reforma del Código
Penal Militar que está a consideración del Congreso de la República. Según ellos, existen en él
algunas normas que atentan contra el debido proceso y afectan las garantías institucionales que hoy
tienen.
9. Otro de los puntos que se tocó en la reunión con el Presidente tuvo que ver con el de la
retroactividad de las cesantías para los miembros de las Fuerzas Militares. Consideran que el
proyecto radicado por el ministro Juan Camilo Restrepo recientemente reduciría de manera
significativa sus ingresos salariales puesto que no devengan horas extras, ni domíngos, ni festivos.
10. También se trató el tema relacionado con las nuevas facultades que tendría la Defensoría del
Pueblo. Los militares le expresaron a Pastrana que no se oponían a ser vigilados por los organismos
de control pero que esas facultades a la Defensoría podría llevarla a una extralimitación de funciones.

Los compromisos DE PASTRANA
1. El presidente Pastrana reconoció que, en efecto, había faltado manejo por parte del Alto
Comisionado de Paz en su relación con los militares. Se comprometió a solucionar este impasse
para que en el futuro esas relaciones fueran, si no más cordiales, por lo menos más fluidas.
2. El Presidente le respondió al alto mando que el despeje no era indefinido, como habían dicho los
medios de comunicación. En cuanto a fijar unas reglas de juego el primer mandatario les señaló que
el gobierno estaba estudiando el tema para definir unos mecanismos de control.
3. El Presidente se comprometió a agilizar la creación cuanto antes de esa comisión verificadora.
Informó que están estudiando las hojas de vida de varios candidatos.
4. El Presidente les informó que ya está listo un artículo para introducir en la reforma política que
faculta al Presidente a conceder beneficios de libertad siempre que sean liberados con anterioridad
todos los secuestrados.
5. Quedó claro en las reuniones que el nuevo ministro no será designado a espaldas de la cúpula
pero que, obviamente, su nombramiento dependerá única y exclusivamente del Presidente.
6. El Presidente recibió con beneplácito la propuesta de la cúpula militar y le pareció de gran
importancia que un militar activo estuviera en las mesas de negociaciones.
7. Pastrana fue claro en señalarle a la cúpula que la Fiscalía es un ente autónomo y que el
Ejecutivo no puede interferir en sus decisiones. Sin embargo el primer mandatario le dijo a la alta
oficialidad que realizará una serie de gestiones para que el Fiscal y el Procurador escuchen las
inquietudes de los mandos militares.
8. El gobierno se comprometió, con el Ministro del Interior a la cabeza, a explorar y analizar el tema
con la bancada de la Gran Alianza en el Congreso.
9. El Presidente se comprometió a que su ministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo, revisara el
tema para buscarle una solución para que no afectara los ingresos salariales de los miembros de las
Fuerzas Militares.
10. El gobierno buscará en el Congreso una revisión sobre este tema que haga claridad sobre los
alcances de la norma que inquieta a los militares.