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La difícil candidatura de Juan Fernando Cristo

El ex ministro del Interior se lanza a la Presidencia por el Partido Liberal. Ese reto tiene un calvario y de pronto una corona de espinas.

23 de septiembre de 2017

Juan Fernando Cristo es un liberal de tiempo completo y un político profesional.  Ese, que era el mejor posicionamiento para ganar elecciones en el siglo XX, en el XXI tiene riesgos. Los partidos tradicionales están en su peor momento y los políticos profesionales cargan con ese bacalao. El fenómeno no es colombiano sino universal y de ahí que estar contra el establecimiento es lo que está de moda. Los Trumps y los Macrons lo confirman.

Sin embargo, los partidos son indispensables para la democracia y la experiencia no se improvisa.  En esa materia Cristo  es un veterano, con todo lo bueno y lo malo que eso entraña. Su apuesta electoral probablemente le daría el triunfo en un sistema parlamentario: contar con el apoyo de la mayoría de su bancada en el Congreso. Su estrategia es aplicarle ese criterio al sistema colombiano. Para fortalecer ese mensaje lanzó su candidatura el miércoles pasado en la sede del Partido Liberal. Un escenario que cualquier asesor de imagen habría desaconsejado, pero que resulta consecuente con su propuesta de salvar la institucionalidad tradicional de la democracia.  

En las encuestas no le va bien, pero en estas elecciones de los 30 candidatos, 25 están en una situación parecida. A pesar de esto, él cuenta con un activo que no tiene la mayoría. Un ejército de generales y coroneles políticos con votos contantes y sonantes. Eso incluye senadores, representantes, diputados, concejales, gobernadores y alcaldes. En ese frente tal vez solo lo supera Germán Vargas Lleras.

Su aspiración presidencial, que por ahora se ve lejana, dependerá de lo que suceda en una primera etapa decisoria: la consulta liberal. Aunque esta solo se definirá la próxima semana, lo más probable es que sea abierta y que tenga lugar el 19 de noviembre. Eso en la práctica significa que Cristo tendrá que enfrentarse en voto popular con Humberto de la Calle y Juan Manuel Galán.

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Por una maniobra camuflada de ideológica, Viviane Morales quedó por fuera.  Como sus temas son el rechazo al aborto, al matrimonio gay y tiene reservas sobre el proceso de paz, sus rivales elaboraron un ‘manifiesto’ para sacarla del ring.  Invocando la defensa de las minorías y el respeto incondicional a los acuerdos de La Habana, la dejaron a ella y a sus 2 millones de evangélicos en busca de otras toldas. No es imposible que termine con alguno de sus antiguos contradictores como Álvaro Uribe o Germán Vargas.

Una medición de fuerzas entre Juan Fernando Cristo, Humberto de la Calle y Juan Manuel Galán constituye un enfrentamiento interesante. Cada uno tiene fortalezas que los otros no tienen. La de Cristo es la maquinaria. Esta puede estar satanizada en la actualidad, pero es la única cuyos resultados están probados. Es un elemento que  por lo general no miden con precisión las encuestas. Cuando Juan Manuel Santos se enfrentó a Antanas Mockus, estas daban un empate, pero Santos, el único con maquinaria, ganó por 5 millones de votos.  

Dos factores, sin embargo, estarían en juego. 1) Que la consulta interna no coincidirá con las elecciones del congreso. 2) El nivel de cumplimiento de los apoyos ofrecidos. Cuando los congresistas buscan reelegirse y esa elección es simultánea con la del presidente, se juegan sus restos. Pero cuando las consultas para definir candidaturas tienen lugar en una fecha diferente a las elecciones parlamentarias, como sería el caso este año, los parlamentarios se mueven menos.  Sin embargo, esa moneda tiene dos caras, pues como el voto de opinión no es masivo sino en algunas grandes ciudades,  los veteranos de la política son los únicos que saben cómo sacar a votar a la gente en un día común y corriente.

El otro factor que decidirá el futuro de Cristo será la lealtad de sus tropas. Es indudable que todos lo aprecian y le agradecen el apoyo que les dio cuando era ministro del Interior. Es el líder con mayor arraigo en la bancada del partido. Sin embargo, en política la gratitud no siempre es la norma. Con frecuencia se le paran más bolas al que puede hacer favores en el futuro que al que los hizo en el pasado.  

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Independientemente de las anteriores consideraciones, Juan Fernando Cristo aporta más que su experiencia en mecánica política. Tiene un especial conocimiento del Estado. Cuando alguien ha tramitado leyes durante un cuarto de siglo, adquiere la capacidad de diferenciar lo realista de lo utópico. También se aprende a negociar, y el ejercicio del poder en el fondo es el arte de negociar. Las posiciones radicales simplistas atraen más votos que las fórmulas transaccionales. Pero estas últimas son la realidad y las otras una ilusión. 

Cristo, además de conciliador, es audaz y trabajador. También es una muestra de lo que puede ser el perdón si se tiene en cuenta que él es víctima del conflicto armado. El ELN asesinó a su padre, y sin embargo jugó un papel clave en las negociaciones de La Habana que desembocaron en el acuerdo de paz.  Hoy está comprometido con lo pactado, con el presidente y con el Partido Liberal. Ninguna de esas causas está de moda, pero como la lealtad es una virtud escasa por estos días, Cristo confía en que después del calvario y la corona de espinas viene la gloria. 

¿Cuál es su mapa de ruta? La campaña que se avecina tendrá varias etapas. En la primera se definirán las candidaturas de los partidos. Con el apoyo de la mayoría de la bancada roja -11 de los 17 senadores, 32 de los 44 representantes y decenas de concejales y diputados- le apuesta a alcanzar la candidatura oficial. Esta no tiene la connotación de hace años, cuando bastaba para competir por el premio gordo. Ahora, en la eventualidad de derrotar a De la Calle y Galán sería apenas una plataforma inicial para buscar alianzas.

El aspirante liberal –Cristo, De la Calle o Galán- tendría que buscar convergencias con otras fuerzas. Las posibilidades son nulas con la derecha, por las diferencias ideológicas de los rojos con los uribistas sobre el proceso de paz. Son casi imposibles con Germán Vargas, porque también allí hay discrepancias programáticas a las que se agregan rivalidades políticas, y hasta personales, muy profundas. Con el bloque de Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo ha habido aproximaciones, pero la naturaleza de esa coalición es el discurso antipartidos. Esa alianza sería más factible con De la Calle que con Cristo o Galán. Y habría afinidades con Clara López Obregón, por el interés de ambos de intentar reconstruir las fuerzas que votaron por el Sí en el plebiscito, que al fin y al cabo alcanzó una votación que probablemente bastaría para pasar a segunda vuelta.

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El mensaje de Cristo, de tono liberal, se concentrará en la defensa de las instituciones, el cumplimiento de los acuerdos de paz y la descentralización para tramitar el posconflicto, bajo el concepto de “derechos y no derecha”. Un discurso que desafía la corriente del momento, pero que al fin y al cabo entra a la competencia en un escenario en el que no hay nada definido y todo es posible. La fórmula de ese programa combinado con el respaldo de la maquinaria puede ser débil para buscar el triunfo total, pero le garantiza a Cristo mantener un protagonismo en el proceso político que se avecina.