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La conformación que haga el presidente, Juan Manuel Santos, del nuevo gabinete, será una prueba de fuego para su gobernabilidad. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

Santos, el equilibrista

El primer mandatario tendrá que gobernar bajo las demandas de los amigos, los reclamos de la oposición y las expectativas de la opinión.

21 de junio de 2014

“Haces campaña en poesía. Gobiernas en prosa”. La famosa máxima de Mario Cuomo, exgobernador del estado de Nueva York, adquiere mucho sentido en estos primeros días tras la victoria de Juan Manuel Santos en la segunda vuelta. Reelegido gracias al impulso de una variopinta coalición de fuerzas políticas alrededor de la paz, el presidente reelecto enfrenta un reto quizá más difícil: gobernar en medio de las presiones de la coalición que lo eligió, capotear las ofensivas políticas de los opositores y saber tomar decisiones en medio de las expectativas y los miedos de los ciudadanos.

La coalición a favor del proceso de paz que protagonizó el triunfo electoral del pasado 15 de junio es tan diversa en su conformación como en sus intereses. Santos ganó su ‘segundo tiempo’ en la Casa de Nariño con votos de los partidos tradicionales, los seguidores de Clara López, la UP, la Marcha Patriótica, los petristas y los LGBT. Recibió asimismo el apoyo de una buena parte de líderes de opinión, columnistas de los medios, intelectuales, académicos y los grandes cacaos empresariales. Además, maquinarias de los partidos Liberal, de La U y conservadores activaron sus engranajes a favor del hoy mandatario reelecto.

Ese respaldo multicolor, que movilizó buena parte de los 900.000 votos de diferencia que Santos le sacó a Óscar Iván Zuluaga, seguramente irá desvaneciendo los días después de la elección. Aunque el presidente ha extendido la mano a algunos sectores de la izquierda y los verdes para integrar una Unidad Nacional modelo 2014, ambos bloques lo han rechazado. La excandidata presidencial del Polo Democrático, Clara López, escribió en su cuenta de Twitter: “ No me verán en el gabinete del presidente Santos”. Los senadores verdes anunciaron una “independencia constructiva” con el segundo mandato santista.

Al mismo tiempo, los líderes de opinión que apoyaron con decisión a Santos en el frente por la paz y que veían con temor el retorno del uribismo al poder, empezarán a tomar distancia del nuevo gobierno. A lo anterior hay que sumarle que los apoyos políticos regionales se traducirán en fuertes presiones burocráticas.

La conformación del primer gabinete de la segunda administración de Santos será una prueba de fuego para la gobernabilidad (ver siguiente artículo). Si bien en política el que gana gobierna con sus amigos, la diversidad y los intereses de las fuerzas que se cobijaron en la bandera de la paz tendrán que manejarse con una gran filigrana para evitar tensiones futuras. Por ejemplo, en el caso del Distrito Capital, la Casa de Nariño tendrá que manejar los choques frecuentes entre sus políticas y las implementadas por el alcalde Gustavo Petro, aliado importante en la victoria del 15 de junio.

Otro asunto en el que el presidente Santos necesitará dotes de equilibrista será el que le dio la reelección: la paz. En materia política si los verdes y los sectores del Polo no integran el gabinete, tendrán mayor margen de maniobra no solo para criticar las políticas del gobierno sino también para exigir resultados y más dinamismo a las conversaciones de paz en La Habana. Si bien aún no son claros los mecanismos, los tiempos y los espacios en que la izquierda se involucrará en el proceso de paz, la Casa de Nariño necesitará un diálogo fluido y sincero con esas fuerzas en esta agenda.

En ese frente de la paz también vendrán las presiones de los opositores. La jornada electoral del 15 de junio dejó en evidencia que 7 millones de colombianos, el 45 por ciento de los votos, son escépticos o críticos del proceso de negociación con las Farc. Aunque es muy probable que la bancada uribista opte por una férrea oposición al presidente Santos en el Congreso, el gobierno debe saber tenderle puentes a ciertos sectores de la derecha. Sobre todo teniendo en cuenta que la base social del uribismo y de los conservadores serán vitales para los esfuerzos del gobierno en la refrendación de los eventuales acuerdos del proceso de paz. Persuadir a una parte de esos colombianos dependerá también de la estrategia del Ejecutivo para manejar la nueva oposición de derecha que surgió de las elecciones.

La oposición del Centro Democrático está ya tomando decisiones que afectarán la gobernabilidad del segundo mandato de Santos. La escogencia de Óscar Iván Zuluaga como presidente del partido está orientada a preparar desde ya las campañas por las elecciones regionales del año entrante. Con el nuevo mapa político que dejó la contienda de este año, en 2015 el uribismo se dedicará a trabajar para conquistar el poder municipal y departamental en áreas geográficas claves para cualquier apuesta al posconflicto del gobierno actual.

Estos movimientos, así como el tono que asuma la bancada del Centro Democrático, liderada por el expresidente Uribe, le permitirían a Santos determinar hasta donde llevar el llamado a “tender puentes”. El escenario de dos oposiciones en el Congreso, una de izquierda y otra de derecha, es inédito en la política reciente del país. La Casa de Nariño tendrá que decidir, más temprano que tarde, que es mejor una coalición de mayorías ajustada y leal que una amalgama amplia y desordenada.

Otro factor de poder que el presidente Santos necesita cohesionar es el de las Fuerzas Armadas. Uno de los hechos sin antecedentes de las elecciones de 2014 fue el protagonismo y el involucramiento de los militares en la campaña. Un desafío importante para la gobernabilidad del segundo mandato es curar las heridas, desactivar los temores, y minimizar los prejuicios al interior del estamento castrense. Más aún si el proceso de paz con las guerrillas avanza, pues los militares juegan un papel crucial en cualquier acuerdo de paz y en las políticas de posconflicto. Para ello el nombramiento del próximo ministro de Defensa es estratégico y enviará un mensaje claro y fuerte a las tropas.

Por último están las expectativas que los ciudadanos tienen frente al próximo gobierno. Tanto para aquellos que votaron por la paz como para quienes votaron por Zuluaga, la Casa de Nariño deberá cabalgar entre dos aguas. Quienes respaldaron la oportunidad de negociar con las guerrillas esperan avances y ritmo mientras que los que votaron por Zuluaga temen un acuerdo de paz demasiado generoso con las Farc. Santos deberá caminar cual equilibrista por esa línea delgada de un mandato que le dio la reelección.