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| Foto: Archivo particular

COMERCIO

La 'picada mundialista' que puso en líos a Kokoriko

La Superintendencia de Industria y Comercio sancionó a los propietarios de esa marca de restaurantes por publicidad engañosa.

10 de marzo de 2016

¿Cuál es la diferencia entre una y dos alas de pollo? Es lo que, quizá, le acaba de quedar claro a los dueños de Kokoriko, sancionados por la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) por publicidad engañosa.

Se trata de una multa que supera los 277 millones de pesos en cabeza de las sociedades Avesco y Kokomonroper, propietarias de la cadena de restaurantes por la promoción que dieron a conocer en su momento como la ‘Picada mundialista‘.

Hace casi dos años, mientras la selección Colombia de fútbol brindó muchas alegrías y algunas tristezas a los aficionados en el Mundial de Brasil, la decepción fue para algunos clientes de Kokoriko que sintieron que no se les entregó lo que se les prometió.

La SIC, según una comunicación oficial, logró evidenciar que la información acerca de la cantidad del producto de la picada en cuestión "era engañosa".

El asunto es que mientras se anunciaba que la orden contenía ocho alas de pollo y cuatro mazorcas, lo cierto es que al consumidor se le entregaban en realidad cuatro alas divididas en dos piezas cada una, así como media mazorca partida en cuatro partes.



"Esta decisión se adopta para proteger a los consumidores colombianos, especialmente a los de menores ingresos, quienes pueden ver afectadas sus decisiones de consumo cuando los anunciantes emplean información engañosa en su publicidad", expresó el organismo de control en un comunicado.

La SIC confirmó que la multa impuesta a las empresas dueñas de la marca Kokorico asciende a los 277.070.500 pesos. La sanción fue en segunda instancia por lo que la compañía no tiene otro recurso legal disponible.

La cruzada

Con la firmeza que ha demostrado la SIC para defender los derechos de los consumidores, es de esperarse que las empresas sean más cuidadosas a la hora de ofrecer sus productos y no les pinten pajaritos de oro en la publicidad. En la medida en que haya consumidores satisfechos, todos, incluidos los productores, saldrán ganando.

La cruzada que emprendió juiciosamente la SIC busca que las empresas realmente comercialice lo que publicitan. Para el Superintendente de Industria y Comercio (SIC), Pablo Felipe Robledo, la publicidad engañosa es una conducta lamentable en la que incurren muchas empresas. Por un lado, se aprovecha de la ignorancia de la gente, juega con sus ilusiones y necesidades y, por el otro, atenta contra el bolsillo de los ciudadanos.

Por estos días, es usual que al final de cada pieza publicitaria aparezca una voz que dice “publicidad controlada por la Superintendencia de Industria y Comercio”. No es un dato menor. Desde que empresas como Genoma Lab sus productos (Ciatricure, Asepxia, Tío Nacho, entre otros) fueron sancionadas, el organismo sigue al pie de la letra los anuncios.

El reto para las marcas y para las propias agencias de publicidad es encontrar un punto medio entre “consignas pegajosas” y la realidad que llega a los usuarios después de la compra. Con el caso Kokoriko quedó demostrado que la SIC está verificando que cada palabra se cumpla. El dicho de las abuelas aplica perfectamente para esta nueva realidad de la publicidad: “el diablo está en los detalles”.