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BOGOTÁ

La administración de Petro, una carrera de obstáculos

En su tarea de gobernar la capital del país, el alcalde Gustavo Petro viene enfrentando más de una dificultad. SEMANA identifica cinco de los escollos más duros de superar.

4 de agosto de 2012

En la medida que pasa el tiempo, al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, se le hace más difícil gobernar. Según la encuesta Colombia Opina, hecha por Ipsos-Napoleón Franco, su imagen desfavorable pasó del 36 por ciento, en noviembre pasado, al 51 por ciento en julio de este año. Mientras que, en otro sondeo del Centro Nacional de Consultoría, el 58 por ciento de los encuestados desaprueba su gestión, en la más reciente medición de Gallup solo tres de cada diez capitalinos respalda a su burgomaestre.

A pesar de que hace un mes la ciudad tiene un nuevo horario de Pico y Placa -que hasta ahora ha dado resultado- y de que ha bajado la tasa de homicidios a índices históricos, Petro no logra aún traducir estos logros en mejorar su favorabilidad. La incapacidad para armar un equipo eficaz, su estilo pendenciero, la falta de claridad en su modelo de ciudad, la lupa de órganos de control poco amistosos y la herencia que le dejó el alcalde Samuel Moreno son los escollos que el alcalde deberá sortear en los tres años y medio que le quedan al frente de la ciudad.

1. Un gabinete inestable

La renuncia de Eduardo Noriega, secretario general del Distrito, la semana pasada, para atender un proceso penal que le abrió la Fiscalía, se sumó a una larga lista de bajas que ha sufrido el equipo de gobierno de Petro en tan solo seis meses. Cinco de ellas fueron de funcionarios de la entraña de los Progresistas. La primera fue la del gerente del Fondo de Seguridad y Vigilancia, Polo Ávila, quien no tenía título profesional y enfrenta un proceso en la Procuraduría por haberse posesionado en el cargo. Después, el secretario de Gobierno, Antonio Navarro, renunció con el argumento de que tenía un problema personal. Sin embargo, sus declaraciones posteriores dejaron ver que hubo diferencias con el alcalde. El gerente de TransMilenio, Carlos García, también abandonó el barco inesperadamente con el mismo argumento de Navarro.

Como si fuera poco, hace dos meses Petro provocó una crisis innecesaria en su gobierno y pidió la renuncia protocolaria de sus 12 secretarios. Al final cambió solo a cinco. Entre las personas a las que les pidió el cargo estaba la secretaria del Hábitat, María Valencia, por lo que su esposo, Daniel García-Peña, quien era el director de asuntos internacionales, también renunció, y se despachó contra el alcalde. A estas bajas se podría sumar la del actual secretario de Gobierno, Guillermo Asprilla, que enfrenta un proceso disciplinario por haber sido apoderado en un proceso contra el Distrito y haberse posesionado sin renunciar al poder.

Esa inestabilidad en el equipo ha demostrado falta de cuidado al elegir sus cuadros y poco tacto en el manejo de las crisis. Además de que el gobierno proyecta inexperiencia, cada baja significa un retraso de la tarea de las secretarías, lo que termina por ahondar el estancamiento de la agenda distrital. Como lo señaló el concejal oficialista Carlos Vicente de Roux, "el futuro de Petro se juega en la eficaz ejecución del Plan de Desarrollo".

2. Talante pendenciero

Petro se ha caracterizado por casar enconadas peleas políticas con sus contradictores. Esa estrategia le dio resultado cuando era congresista pues lo convirtió en una figura política de talla nacional. También le sirvió para desmarcarse del Polo cuando fustigó a los carteles de la contratación en Bogotá durante la administración de Samuel Moreno. Pero una vez llegó a la Alcaldía su talante desafiante no le ha dado resultados. Lejos de tender puentes con los dos tercios del electorado bogotano que no lo acompañaron en las urnas, Petro ha optado por contentar a su base política con decisiones polémicas.

Muestra reciente de su talante fue que hace dos semanas el alcalde amenazó con demandar a Noticias Uno por haber publicado un informe en el que se advertía la presencia de coliformes en el agua de algunos barrios. En la emisión de la semana pasada, el noticiero no se retractó sino que ratificó la validez del informe, que fue filtrado por una fuente del Acueducto de Bogotá. El alcalde respondió con la consabida fórmula que ha usado en otras ocasiones: dijo en una entrevista con El Heraldo de Barranquilla que varios sectores planeaban tumbar su gobierno y acusó a la periodista Cecilia Orozco de ser "samperista", a lo que Orozco respondió comparándolo con el expresidente Álvaro Uribe: "No soportan la prensa independiente", escribió en su cuenta de Twitter.

Tras un leve repunte en el optimismo capitalino a principios de año por el arranque del nuevo gobierno distrital, las mayorías en la ciudad han regresado a los niveles de pesimismo similares a aquellos vividos en medio de los escándalos de la alcaldía de Samuel Moreno. La supuesta persecución de la que se queja la de Petro contribuye a enrarecer el ambiente político de Bogotá y ahondar las diferencias.

3. ¿Y el modelo de ciudad?

Petro llegó a la Alcaldía con el eslogan 'Bogotá Humana Ya', una propuesta que mezcla soluciones a los problemas sociales y ambientales. No obstante es tan indefinida que es difícil identificar al mandatario con un proyecto de ciudad concreto. Lo más novedoso del Plan de Desarrollo es el eje ambiental, en el que la gestión del territorio y el cuidado de las fuentes hídricas, entre otras aspiraciones ambientalistas, tienen un papel importante. Sin embargo, sus logros en esas materias tardarán un buen tiempo. De un lado porque lo consignado en el Plan Petro es más una hoja de ruta con visión de futuro, que una propuesta cuantificable en el corto plazo de un mandato. Y por el otro, porque las preocupaciones ciudadanas están en el terreno de la movilidad y de la seguridad. "Medir los resultados va a ser difícil, porque las metas que se trazaron son de alto impacto, pero en el largo plazo", dijo Alexandra Rodríguez, coordinadora del programa Bogotá cómo Vamos, que hace seguimiento a la gestión del gobierno.

A la dificultad de conseguir logros inmediatos en sus banderas se suma el hecho de que el alcalde no ha podido comunicar asertivamente cuál es la ciudad que quiere. Para una muestra, en su gabinete no hay quien se haya puesto la camiseta a favor del agua, o de las víctimas, que son dos marcas de su discurso.

4. En la mira de las 'ías'

"Si Petro da 'papaya', le van a caer. Nosotros -los Progresistas- nos metimos a esto y hay que exigir rigor". Con esas palabras la concejal Angélica Lozano describe cómo será la relación del gobierno con los entes de control. ¿La razón? Petro fracasó a la hora de armar una coalición a su favor en el Concejo y dejó el campo abierto para que sus contradictores eligieran al personero, Ricardo Cañón, y al contralor, Diego Ardila. Es positivo para la democracia capitalina que los órganos de control no hayan quedado a merced del alcalde, como ocurrió en períodos anteriores. Esto significará para la administración de Petro que sus actuaciones y decisiones serán revisadas con mayor rigor.

La semana pasada, por ejemplo, el contralor Ardila presentó un informe sobre la contratación del Distrito que ya comenzó a levantar ampolla. El organismo de control concluyó que de los 1,9 billones de pesos que contrató el gobierno distrital en estos seis meses, 1,4 se hicieron sin licitación. Aunque esa modalidad de contratación ha sido la norma en los recientes gobiernos, Petro había prometido acabar con los contratos de prestación de servicios. Para un político conocido por su bandera anticorrupción, como el alcalde, estos son reportes que golpean.

5. Una herencia envenenada

Cuando llegó a la Alcaldía, Petro recibió un legado envenenado. Los desmanes en la contratación del período de Moreno no solo dejaron desconfianza y desánimo en la ciudadanía, sino una lista negra de obras sin entregar como la Fase III de TransMilenio, el Sistema Integrado de Transporte, entre otras. Además del desorden administrativo, el sistema de salud en todo el país entró en crisis. Cualquiera que hubiera recibido la ciudad en ese estado de desmantelamiento institucional y corrupción habría tenido que formular medidas de choque para el corto plazo e ir avanzando en sus propias metas para el mediano plazo. El problema es que los plazos ya se vencieron y la ciudadanía está pidiendo, en temas como la movilidad, más respuestas, menos discursos y menos beligerancia.