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La ausencia de Angelino Garzón

La recuperación del vicepresidente puede tardar varios meses. ¿Hasta cuándo deberá esperar el país para suplir el vacío institucional que deja su convalecencia?

21 de julio de 2012

En estos días en los que el gobierno enfrenta la crisis del Cauca, la habilidad para negociar del vicepresidente, Angelino Garzón, se echa de menos. Pero además del vacío en el debate público, su ausencia también ha producido una incertidumbre institucional en el Estado, pues en caso de que el presidente Juan Manuel Santos falte, no tendría quién lo reemplace.

El estado de salud del vicepresidente sigue siendo un enigma. No se sabe a ciencia cierta si recuperará todas sus facultades motrices y cognitivas. Tampoco se conoce con exactitud cuánto tiempo estará sometido a terapias, pues según los galenos que lo asisten la etapa de rehabilitación podría tardar entre tres y seis meses. La pregunta es si se debe esperar hasta que se recupere o si ya es hora de buscar un suplente.

A mediados de junio el vicepresidente fue a la Clínica Reina Sofía para unos exámenes de rutina, pero su estado de salud se complicó. Sufrió lo que se conoce como un accidente cerebrovascular isquémico. En otras palabras, un coágulo atrofió la irrigación sanguínea de una parte de su cerebro.

El pasado 6 de julio, Garzón fue dado de alta. A partir de entonces fue trasladado a su casa donde recibe un tratamiento con diez especialistas del Departamento de Rehabilitación de la Universidad de La Sabana.

El miércoles de la semana pasada, el equipo médico publicó un comunicado sobre la salud del vice. Dijo que, tras una semana de rehabilitación, estaban muy optimistas. Llamó la atención que en un pie de página hubiera indicado que la historia clínica de Garzón era confidencial y citó la Ley 23 de 1981 que consagra ese derecho del paciente. El anuncio se dio horas después de que varios medios de comunicación publicaron un parte médico apócrifo que decía que las secuelas del daño podrían ser "complejas".

Los pronunciamientos oficiales han sido tan parcos que no despejan las dudas sobre los efectos reales del trauma que sufrió Garzón. Según Germán Pérez, expresidente de la Asociación Colombiana de Neurología, "en este momento se debería saber con precisión el tipo de lesión que tuvo el vicepresidente, qué aspectos del sistema quedaron comprometidos y cuáles de sus facultades se pueden recuperar y cuáles no". Un factor difícil de determinar es el tiempo que llevaría esa recuperación y si esta sería suficiente para que el vicepresidente desempeñara sus funciones.

El hermetismo, además de las especulaciones, ha generado una preocupación institucional -legítima- de algunos sectores, pero difícil de discutir sin correr el riesgo de ser tachado de insensible. El problema es que en lugar de tratar la situación como un asunto de Estado, el gobierno y la familia han preferido guardar silencio sobre el real estado de salud del vice como si se tratara de un asunto privado de un ciudadano cualquiera.

El vicepresidente tiene, según la Carta Política, una función: reemplazar al presidente en caso de faltas temporales o absolutas, además de las que le asigne el mandatario. Lo cierto es que Garzón hoy no podría cumplir esa tarea. Con razón, ya hay quienes han comenzado a preguntarse hasta cuándo debe continuar el vacío institucional. Un allegado a su familia consultado por SEMANA dijo que "Angelino es un hombre sensato y dado el caso de que sienta que no puede retomar sus funciones dará un paso al costado".

Para reemplazar a Garzón el Congreso podría convocar a una elección motu proprio o por orden de la Presidencia. Aunque el procedimiento no está claro, la Constitución contempla esa salida. Pero primero el Legislativo debe tener certeza de que el vicepresidente no puede seguir en el cargo. Llegar a esa conclusión podría tardar varios meses, como han explicado los galenos. El problema es que ante la ausencia hipotética del presidente, el país no estaría sometido a un simple vacío institucional, ni siquiera jurídico, sino a un vacío de poder insostenible.