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La batalla por Antioquia

El segundo fortín electoral del país se lo disputan el uribismo, que busca capitalizar el voto de opinión del expresidente, y los demás partidos que tienen la mermelada.

22 de febrero de 2014

El departamento de Antioquia tradicionalmente ha sido el segundo fortín electoral después de Bogotá. Allí está la segunda ciudad más importante del país y por eso para cualquier partido político es un tesoro preciado. El gobernador de Antioquia, una vez termina su mandato, clasifica a la lista de los presidenciables. Y quien cuente con la anuencia del sector empresarial de ese departamento se siente un bendecido. Ese departamento, con más de 4 millones de habitantes aptos para votar, pone 17 representantes a la Cámara y actualmente cuenta con siete senadores.

Desde hace más de una década el uribismo se enclavó en ese departamento que desde los tiempos de Belisario Betancur no contaba con un presidente. Con la llegada de Álvaro Uribe al poder, la pelea entre los partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, quedó en el pasado. Hoy, las fuerzas que disputan el poder son el Centro Democrático, el movimiento que lidera el expresidente, y el resto de colectividades.

Por todas las calles, tanto de Medellín como de los pueblos del Oriente o el Urabá antioqueño se advierte un fenómeno político sin precedentes. Mientras los aspirantes a la Cámara liberales, conservadores, del Polo, verdes, entre otros, exhiben las caras de sus candidatos en la propaganda electoral, el Centro Democrático tiene a un solo caudillo: Uribe. Él es la imagen y razón de ser de quienes lo siguen con fe religiosa. La estrategia del uribismo es la opuesta: el expresidente es el motor que arrastra a un montón de candidatos que, sin su líder, ni siquiera soñarían con llegar al Congreso.

Pero la fortaleza del uribismo es también su debilidad. Este movimiento, que solo cuenta con el voto de opinión, se enfrenta a viejas elites regionales que buscan consolidar su poder y que actualmente están con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos. La pelea es dura. El valle de Aburrá, que es la región comprendida por los municipios que rodean a Medellín, pone casi el 60 por ciento de los votos. Pero municipios como Itagüí, Envigado, Sabaneta y Bello son enclaves de los partidos tradicionales. De hecho, desde hace varias décadas, los primeros tres exhiben una hegemonía política que raya en el gamonalismo.

Varios analistas de la política consultados por SEMANA consideran que si bien el uribismo conquistará varias curules en Antioquia, sobre todo en el Senado, el voto de opinión no le alcanzará para llegar a los 30 senadores que aspira. Los más pesimistas dicen que tendrá 12 y los más optimistas 20. La razón es sencilla: “La maquinaria está totalmente aceitada con mermelada. Ya se habla en algunos pueblos de que el voto en combo (Senado y Cámara) puede costar más de 200.000 pesos”, dice un observador de la política.

El senador de La U, Juan Carlos Vélez, quien no podrá aspirar al Senado porque acompaña al Centro Democrático, refiere una historia que da cuenta de lo que está pasando: en un municipio en el que él apoyó a unos concejales, estos le han dicho que lamentablemente a ellos les toca ayudar a quienes llevaron recursos a la región y esta vez no podrán acompañar al uribismo, así quisieran. La relación entre los congresistas que buscan su reelección con las estructuras políticas locales —fijada con recursos— es una amalgama difícil de romper.

Un poco de historia y números podrían arrojar luces sobre lo que pasa en Antioquia. En las elecciones de 2010, de los siete candidatos que llegaron al Senado, tres eran conservadores, dos de La U y dos liberales. Los azules vivían su mejor momento. Amparados en el uribismo sacaron el 33 por ciento de los votos. Esta revista alcanzó a hablar del fenómeno nacional al que bautizó “La resurrección conservadora”. La senadora Olga Lucía Suárez fue su mayor electora con más de 120.000 votos. El segundo lugar en Antioquia fue para Liliana Rendón, quien obtuvo casi 110.000.

Pero hoy el ajedrez es distinto. Suárez reconoce que su electorado podría reducirse a la mitad. No es solo pesimismo, se trata de matemáticas. Tanto la captura de su hermano, que afectó su imagen, como la pelea con el uribismo podrían restarle casi la mitad de los votos. Rendón renunció a su curul para apoyar la lista uribista. Pero no fue la única, lo mismo hicieron pesos pesados del Partido Conservador como Fabio Valencia Cossio y el exgobernador Luis Alfredo Ramos (detenido por su presunta relación con paramilitares). Además, la exdirectora de El Colombiano, baluarte de los azules, Ana Mercedes Gómez, también pasó a integrar las huestes uribistas.

El otro afectado por la irrupción del uribismo en el tablero político es La U. Ese partido que nació para impulsar la primera reelección de Uribe se enfrenta, en la tierra del expresidente, a su imagen favorable. Tiene a su favor que el elector incauto podría confundirse y pensar que La U sigue siendo de Uribe y marcar su logo en el tarjetón. Eso explica la estrategia de pedagogía intensiva y mercadeo político que el uribismo ha tenido que desplegar en los municipios de Antioquia: no se encuentra un solo pasacalle que tenga la imagen de los candidatos a la Cámara o al Senado del uribismo, todos tienen al expresidente. Y en la televisión, en los horarios en los que está prohibido que salgan candidatos, un actor imita al exmandatario para garantizar que lo recuerden.

Pero la pelea contra Uribe no quiere decir que los candidatos que pertenecen a los partidos que respaldan la reelección se identifiquen en la campaña con el presidente Santos. “Aquí no podemos decir que somos santistas porque nadie vota”, explica un candidato de un partido de la Unidad Nacional. Ellos tienen claro que de lo que se trata es de salvar la curul y “después del 9 de marzo volvemos a vernos y a barajar”, agrega. Lo que exhiben para hacer campaña son las obras y recursos que han logrado conseguir en su región. Y en algunos casos el argumento que usan es una suerte de chantaje: “Si no votan por nosotros, no seguiremos recibiendo la ayuda”.

El Partido Liberal es el que podría salir más fortalecido en Antioquia. Cuenta nada más y nada menos que con “la monedita de oro”, como llamó el diario El Colombiano a Medellín. La ciudad aporta el 32 por ciento de la votación del departamento. Tiene una burocracia y recursos enormes. Por eso en las últimas semanas, en los medios locales ha cobrado un especial interés la relación del alcalde Aníbal Gaviria con su hermana, Sofía, quien aspira al Senado. De varios flancos han salido denuncias por el presunto favorecimiento a esa campaña. Gaviria se ha defendido aduciendo que hay un pacto de hermanos para no ayudarse. Falta ver si los escándalos podrían afectar su campaña.

Quien se ha quedado callado es el gobernador Sergio Fajardo. Por ley, los mandatarios locales tiene prohibido intervenir en política, pero en la práctica todos lo hacen. Sin embargo, esta vez Fajardo no impulsa una lista al Congreso, como lo hizo hace cuatro años, y tampoco se ha escuchado que esté favoreciendo a ningún partido. Él fue elegido gobernador con casi un millón de votos provenientes de una alianza que sumó sufragios liberales, conservadores y del Partido Verde. Todos han quedado en libertad para votar. Hay quienes creen que su mutismo se debe, precisamente, a un cálculo electoral, pues comprometerse con una lista significaría granjearse la enemistad con algunos sectores.

La batalla por Antioquia está en furor. Lo que pase allí será determinante para el uribismo y en consecuencia para el reacomodo de las fuerzas políticas del país.


Los riesgos

Antioquia concentra la mayor cantidad de municipios en riesgo para las próximas elecciones, según se desprende del más reciente informe de la Misión de Observación Electoral (MOE). Para el Senado, por ejemplo, 64 de 125 municipios están en riesgo. Ocho en riesgo alto, 28 en riesgo extremo y la misma cantidad en riesgo medio. 

En Sabaneta, la MOE ha advertido el traslado de cédulas, que podrían terminar votando en ese municipio en las elecciones de 2015. En Urabá y algunos municipios podría presentarse la injerencia de grupos ilegales. En  dos de estos municipios, Ituango y Murindó, se combina el riesgo con la compra de votos. Medellín, El Bagre y Zaragoza presentan desde 2007 antecedentes graves de violencia política.