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Este es el emisario submarino que naufragó en 2010. Gracias al empuje de algunos dirigentes cartageneros, finalmente se instaló y ayudará a limpiar el mar, las playas y los caños de esta capital turística.

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La buena racha de Cartagena

Tras medio siglo de espera, se creó el sistema para evitar que las aguas negras contaminen a la bahía.

23 de marzo de 2013

Hay una anécdota que los cartageneros repiten con mofa y al mismo tiempo con malestar, porque se convirtió en una maldición. En 1947 el presidente Ospina Pérez enfrentaba una disyuntiva: tenía recursos para construir el alcantarillado, pero la ciudad se había comprometido a ser sede del Mundial de Béisbol Aficionado. Y no había dinero para las dos cosas. El presidente preguntó qué querían y los cartageneros al unísono pidieron el estadio. Colombia fue campeona mundial en 1948, tras derrotar a Cuba en la final (1-0), pero nunca pudo remontar el atraso que significó no haber construido el sistema de alcantarillado.


Por eso, que 65 años después se haya puesto en funcionamiento el Plan Maestro de Saneamiento Básico es un hito de la historia de Cartagena. El miércoles de la semana pasada, el presidente Juan Manuel Santos inauguró lo que en términos simples es un sofisticado sistema de alcantarillado digno de una capital turística como esta, pues pondrá fin a los altos grados de contaminación a los que estuvieron expuestos por más de medio siglo la ciudad, el mar y sus playas.

Hasta ahora las aguas negras eran arrojadas a la bahía de Cartagena frente a la Casa de Huéspedes Ilustres, y en varios puntos de Bocagrande, Getsemaní, Castillogrande, Manga y en la ciénaga de la Virgen. El resultado salta a la vista: el mar, sus playas y los caños cercanos se encuentran contaminados con materias fecales y todo tipo de residuos domésticos. Del mal olor que esto producía dan fe los cartageneros y los turistas. Por no hablar de los preocupantes índices de mortalidad infantil asociada con esa contaminación.

Para resolver ese problema, hace 18 años se planteó un Plan Maestro de Saneamiento para ver cómo recoger todas las aguas servidas de la ciudad y depositarlas en un solo sitio. Se decidió que la disposición final de esas aguas negras corriera por cuenta de un emisario submarino (un tubo enorme) con planta de pretratamiento.  

Pero los contratistas escogidos fueron un fiasco, el Banco Mundial despreció la experiencia que tenía Aguas de Barcelona (socia de Aguas de Cartagena), en la construcción de emisarios submarinos en Europa, y otorgó la obra del tramo final a la empresa chipriota EDT Marine y la interventoría a la reconocida firma Hallcrow Group, cercana a la familia real inglesa. Los tubos, de dos metros de diámetro y 600 metros de longitud, fueron construidos en Noruega y remolcados por mar hasta Cartagena en un viaje que tomó tres meses en 2009. 

Pero la experticia de EDT Marine no era tal y los 563 lastres (que unen un tubo con otro) no quedaron bien hechos. Aun así unieron los 4.300 metros de tubería, partieron hacia el corregimiento de Punta Canoa (donde se debía poner el emisario) un día de diciembre con el mar arrebatado, no escucharon el consejo de bordear la costa y se fueron mar adentro. Al dar un giro, los lastres de 13 toneladas cada uno se cargaron hacia un lado y rompieron el tubo. Lo demás es historia: desde La Guajira hasta Panamá encontraron tramos del emisario siniestrado. Hace dos meses aparecieron 130 metros de tubería en Nicaragua. Los chipriotas desaparecieron y los ingleses están en audiencias judiciales. Aguas de Cartagena se echó sobre sus hombros la tarea. Rescató 2.100 metros de tubería y encargó a Noruega 2.200 metros más, que llegaron en 2011. En los 17 meses siguientes y con la presión de toda la ciudad, el emisario quedó terminado.

Además montaron toda la red sanitaria de la ciudad para conducir las aguas servidas hasta la estación de bombeo, al lado del barrio El Pozón, al sur de la ciudad, donde una rejilla de 2,5 centímetros atrapa los sólidos grandes y desde ahí se impulsan las aguas residuales por una tubería de 19,6 kilómetros hasta la planta de pretratamiento en Punta Canoa, un corregimiento entre Cartagena y Barranquilla, donde son removidos los sólidos mayores a 1,5 milímetros y se separa la arena en una enorme licuadora. Después, el agua entra al emisario, que comienza en la línea de la costa, pero cuatro metros bajo tierra, y se extiende 4,3 kilómetros mar adentro. En los últimos 500 metros del tubo están los difusores, orificios de 20 centímetros de diámetro por donde sale el agua ya tratada. Cuando el agua residual entra en contacto con el mar, la mayor cantidad de partes de agua marina y de sal mata las bacterias.

El sistema de los emisarios se ha probado con éxito en ciudades costeras como Taipéi, Lima, Ipanema, Boston, Vancouver, Sídney y Mar del Plata. En el caso de Cartagena, los monitoreos desde octubre (cuando se puso a prueba el sistema) muestran que se ha removido el 98 por ciento de la materia orgánica.

Esa buena noticia ojalá se convierta en el modelo a seguir en una ciudad que había caído en la desesperanza por la crisis política y de administración en la que se ha sumido en los últimos 14 meses.