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BOGOTÁ

La caída de un gigante

Enrique Peñalosa entra a la galería de los grandes gobernantes a quienes el electorado les dio la espalda.

30 de octubre de 2011

Después del fracaso de la alcaldía de Samuel Moreno, era muy difícil que Enrique Peñalosa perdiera su segundo intento de reelección. Sin embargo, increíblemente sucedió. Lo sorprendente es que, después de su última derrota, creyó que había aprendido su lección y adoptó para esta campaña una estrategia diametralmente opuesta a la que lo llevó a perder contra Samuel.

Pasó de ser un político independiente a ser el candidato de tres partidos políticos: el Verde, La U y los conservadores. Pasó de contar con el apoyo del símbolo del "no todo vale", Antanas Mockus, a  contar con el apoyo del expresidente Álvaro Uribe. Aunque de mala gana, aceptó los consejos de J.J. Rendón, trató de acercarse a la gente y de parecer menos arrogante, y acudió a las iglesias evangélicas para cautivar a los creyentes. Y, aunque nunca ha creído en el metro, le tocó subirse a ese bus.

Sin embargo, ese nuevo Peñalosa no funcionó. Algunos dirán que fue por aceptar el apoyo de Uribe. Otros, por la traición de Mockus. También se le echará la culpa al hecho de haber aceptado a políticos cuestionados en sus listas. Y no faltará quienes piensen que en los debates de televisión era menos efectivo que Petro y Gina.

En todo lo anterior hay algo de verdad. Pero la principal razón puede ser que Enrique Peñalosa fue alcalde hace 12 años, lo que en política es una eternidad. Las nuevas generaciones no registran la dimensión histórica de su obra de gobierno. Los jóvenes que hoy salieron a votar por primera vez no recuerdan cómo era Bogotá antes del TransMilenio, los colegios en concesión, las megabibliotecas y las ciclorrutas. Y casi nadie se acuerda de que, a pesar de su perfil elitista, los grandes beneficiados de su administración fueron los estratos populares.

La elección del domingo pasado fue definida por la renovación y la lucha contra la corrupción. Y la mancorna Peñalosa-Uribe representaba experiencia y seguridad. Y si experiencia, en vez de asociarse con gerencia, se asocia con el pasado, qué se podría decir de Jaime Castro, quien a pesar de haber sido uno de los grandes arquitectos de la transformación de la capital, no llegó a obtener el 1 por ciento de la votación.

El único caso comparable al de Enrique Peñalosa en la historia reciente de Colombia es el del expresidente Carlos Lleras Restrepo. A pesar de haber sido considerado uno de los mejores presidentes del siglo XX, perdió dos veces la reelección. Una contra López Michelsen y la otra contra Turbay Ayala. Pero ninguna de esas derrotas disminuyó la dimensión de su obra de gobierno.

Y a nivel mundial, el más grande estadista del siglo XX, Winston Churchill, quien se enfrentó solo a Hitler cuando este había conquistado toda Europa, fue vencido en las elecciones que tuvieron lugar inmediatamente después de la derrota del nazismo.

Por esas injusticias de la política, Bogotá ha perdido dos veces la oportunidad de ser gobernada por uno de los mejores expertos en ciudades en el mundo. El hombre a quien las grandes capitales consultan para temas como urbanismo, movilidad, medio ambiente, etcétera, fue derrotado en su ciudad. Nadie es profeta en su tierra.