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Erradicación de cultivos de coca en el Nudo de Paramillo, en marzo de 2010. | Foto: León Darío Peláez

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La compleja película de la coca en Colombia

¿Qué tan grave es el problema de la coca en Colombia? La semana pasada esta pregunta tuvo dos respuestas tan contradictorias como sorprendentes.

Álvaro Sierra, editor jefe de SEMANA
6 de agosto de 2012

Aunque por primera vez en cinco años la superficie cultivada de coca aumentó levemente, la producción de cocaína siguió disminuyendo por sexto año consecutivo. La situación es, pues, "estable". Tales fueron los datos y la conclusión del reciente Monitoreo de Cultivos de Coca en Colombia, el informe anual que produce el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI), apoyado por la Organización de Drogas y Crimen de Naciones Unidas (ODC) y el gobierno colombiano, que se presentó el 25 de julio.
 
Por primera vez en 17 años, la producción de cocaína colombiana, que cayó 25 por ciento frente al 2010, es menor a la de Perú y Bolivia y las hectáreas de cultivo habrían disminuido a un mínimo de 83.000 hectáreas, que no se registraba desde 1997-1998. Estas son las cifras del gobierno de Estados Unidos, según anunció el 30 de julio el director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas (ONDCP), Gil Kerlikowske, poco después de la presentación del reporte del SIMCI.

Para la ONU, Colombia produjo 345 toneladas métricas de cocaína en el 2011. Para Washington, 195 toneladas, muy por debajo de Perú (325 toneladas) y de Bolivia (265). El cultivo de coca aumentó levemente, de 62.000 a 64.000 hectáreas, entre el 2010 y el 2011, según la ONU, en tanto que para Estados Unidos bajó de 100.000 a 83.000 hectáreas.

Si bien los datos de Naciones Unidas y los estadounidenses siempre han mostrado diferencias, esta es la primera vez que un resultado clave –la cocaína disponible para exportación– arroja semejante disparidad, de casi 80 por ciento entre ambas cifras (ver gráfico). ¿Qué la explica? El reporte del SIMCI tiene un amplio capítulo en el que expone su metodología, basada en un censo satelital que cubre casi todo Colombia, en tanto que la ONDCP se limitó a una intervención de su director en una conferencia y un comunicado de prensa aunciando un "estudio" que no se conoce, y su metodología no es clara.

Washington Office in Latinamerica (WOLA), una ONG que sigue de cerca el tema, dice que la diferencia obedece, en parte, a que Estados Unidos atribuye a Colombia una cifra de productividad por hectárea (2,7 kilos de cocaína por hectárea de coca), que es menos de la mitad de la de Perú y Bolivia, en tanto que la ONU asevera que esa productividad es similar.
 
Sin embargo, sostiene WOLA, "como el gobierno de Estados Unidos no es transparente para nada sobre cómo llega a sus números de producción de cocaína, esta discrepancia de kilogramos por hectárea deja una fuerte impresión de que involucra una agenda política. Washington tiene un fuerte incentivo para recompensar a Colombia, un aliado cercano, y mostrar que los miles de millones de dólares invertidos en erradicación forzosa de coca desde el 2000 están 'funcionando'".

Kerlikowske, en efecto, fue claro en su intervención: "Estas lecciones –dijo, después de citar la disminución en la producción de cocaína colombiana– proveen un modelo para manejar los desafíos en todo el mundo, particularmente en Centroamérica (donde están concentrados hoy los esfuerzos de Washington para replicar sus proclamados éxitos en Colombia)".

Más allá de lo políticamente cargado del tema, cifras tan disímiles ponen una vez más sobre el tapete lo difícil que es llegar a evaluaciones serias y consistentes sobre la verdadera magnitud del problema de las drogas y sobre las cifras de un negocio que es tan próspero como hermético. En esto, el informe del SIMCI tiene una ventaja, pues pinta un panorama que da cuenta de la complejidad del problema en Colombia (sus censos sobre Perú y Bolivia para el 2011 aún no han sido publicados).

Pese a la notable reducción en la superficie cultivada de coca, la 'hojita', como la llaman los campesinos, sigue siendo un problema de inmensas dimensiones para Colombia. El país tiene coca en 23 de sus 32 departamentos; hay 6.000 hectáreas en territorios indígenas, casi 16.000 en territorios de comunidades afrodescendientes y 3.000 hectáreas en 18 de los 56 parques nacionales. Aunque el cultivo disminuyó en 14 departamentos, entre ellos Antioquia y Córdoba, el aumento en apenas cuatro, sobre todo en Putumayo y Norte de Santander (Catatumbo), bastó para que, en el 2011, el total nacional aumentara en 2.000 hectáreas frente al 2010.

Más del 60 por ciento del cultivo se concentra en cuatro departamentos –Nariño, Putumayo, Guaviare y Cauca– y casi el 40 por ciento del total de la coca que hay sembrada en el país está en apenas 10 municipios, de los cuales Tumaco, con casi 6.000 hectáreas, encabeza la lista (ver gráfico). El cultivo viene en crecimiento en territorios indígenas y afro; en departamentos de frontera como Putumayo, donde dobló su superficie, y Norte de Santander, donde creció 85 por ciento. La resiembra, después de fumigaciones y erradicaciones manuales, también ha aumentado.

El negocio brinda empleo a 62.000 familias campesinas, unas 300.000 personas sin contar la población flotante en las zonas cocaleras, que sacan hasta seis cosechas al año en regiones como la Orinoquia o Meta-Guaviare, y devengan algo menos de un salario mínimo por hectárea en promedio (541.000 pesos al mes). El valor total de la producción de la hoja de coca y sus derivados, en las zonas de cultivo, calcula el SIMCI, equivale al 3 por ciento del PIB agrícola de Colombia. La coca ha sido responsable de la pérdida de casi 250.000 hectáreas de bosque entre el 2001 y el 2011.

Y, por último -pero no menos importante-, las zonas de coca son las zonas de guerra de Colombia. El mapa de los cultivos coincide casi completamente con las áreas que las Fuerzas Militares han decidido privilegiar en el marco de su nueva estrategia con la instalación en ellas de Fuerzas de Tarea contra los frentes claves de las FARC.

Esta es la compleja película de la coca en Colombia. La cual, además, no se puede entender sin el marco global y el paisaje de la región andina. Por algo, las dispares evaluaciones de la ONU y del gobierno de Estados Unidos coinciden en dos puntos, también sorprendentes y que deberían preocupar a quienes diseñaron e instrumentan la política de 'guerra contra las drogas'.

El primero es local: pese a las grandes disminuciones en la superficie de coca cultivada y la producción de cocaína, Colombia, ya sea "estable" su producción de cocaína respecto al año anterior, como dice la ONU, o haya caído dramáticamente, como sostiene Washington, sigue siendo el principal proveedor de cocaína de Estados Unidos.

El segundo es regional: aunque sus cifras difieren, tanto el informe de la ONU, como los datos de la oficina del zar antidrogas de Estados Unidos, coinciden en que la región andina hoy, pese a tener menos coca sembrada, produce una cantidad de cocaína para consumo mundial igual o superior (depende del estudio) a la que producía en 1999.

Después de una década en la que se han invertido miles de millones de dólares en esfuerzos represivos en las naciones productoras (sólo en Colombia fueron fumigadas y erradicadas más de 1,7 millones de hectáreas de coca entre el 2001 y el 2011 e invertidos 8.000 millones de dólares desde el 2000), estas no son exactamente buenas noticias: la cocaína sigue fluyendo y Colombia se mantiene como el actor protagónico de la compleja película de la coca.