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LA CONEXION LIBIA

Horas después de que el M-19 anunciara reactivación de la lucha guerrillera, la retención en el Brasil de 3 aviones libios cargados con armas, uno de los cuales tenía a Colombia como destino, destapó la conexión Bateman-Kadhafi

23 de mayo de 1983

Como si una espina de pescado se les hubiera anidado en la garganta, muchos colombianos pasaron el fin de semana último sopesando en serio las consecuencias que tendrán para el país las más recientes acciones del M-19.
No era para menos. Tras varios meses de silencio de sus líderes, y de una apreciable merma en la ejecución de sus acciones militares, el M-19 --una de las más poderosas agrupaciones guerrilleras del país-- proclamaba el jueves por los canales de la televisión, a través de una entrevista que concediera desde la clandestinidad su fogoso comandante Jaime Bateman Cayón, que dicho agrupamiento reanudará de inmediato sus actividades en el país.
Con inusitada vehemencia, el líder del M-19, portando una pistola de asalto y enfundado en una ligera camisa de corte militar, agitaba brazos y manos tratando de explicar a una menuda periodista las razones para tal decisión. En consonancia con un texto más amplio distribuido por la organización guerrillera unas horas antes, Bateman declaró que el "no cumplimiento del Presidente Belisario Betancur de sus promesas de paz y democratización" y el mantenimiento de "la economía en manos de los monopolios" eran las razones centrales para la reorientación de dicha organización hacia la guerra.
La entrevista fue realizada en algún lugar cercano a Cartagena, donde dirigentes de esa organización celebraban una reunión, a la que asistían entre otros, Carlos Toledó Plata, Alvaro Fayad y el mismo Bateman.
También se explicó allí, con la mayor frialdad, que la reactivación de las iniciativas armadas del M-19 incluían, ya mismo, el atentado cometido días antes contra la embajada hondureña en Bogotá, del cual salieron heridos gravemente el cónsul Felipe Paredes y su secretaria, así como una racha futura de secuestros de ejecutivos de las empresas multinacionales que operan en Colombia.
Pero esa información no sería, como se vió después, el plato fuerte de la noche. Este lo constituyó la revelación de que Jaime Bateman había efectuado hacía poco una visita de 23 días a Libia, donde entró en contacto directo con el presidente de ese país, el polémico coronel Muammar Kadhafi.
Pocos imaginaron en ese momento que unas escasas horas más tarde, los colombianos se enterarían con asombro de los notables efectos concretos de esa entrevista en Trípoli del número uno del M-19.
REGALO CARGADO DE ARMAS
La entrevista en cuestión, era obviamente parte de los actos con los que esa organización guerrillera celebraba los 13 años de su fundación. Pero eso no era todo. La opinión, acostumbrada por la fuerza de las cosas a recibir cada 19 de abril con "sorpresas" de ese grupo, esperaba con temor otras acciones.
Por fin, las cosas se aclararon por donde nadie esperaba. Las noticias, como una avalancha de rinocerontes, indicaron cual era el "regalo" que el M-19 le tenía al país este año: la conexión libia y sus aviones cargados de armas. Las crónicas de prensa aseguraban que cuatro aviones de transporte libios, que originalmente iban rumbo a Nicaragua con medicinas a bordo, según las autoridades de Libia, en realidad habían resultado estar cargados con armas con destino a las guerrillas salvadoreñas y al M-19 colombiano.
Uno de ellos, un Hércules de fabricación norteamericana, estacionado en Recife por fallas técnicas, según "fuentes militares" colombianas, iría a aterrizar el 19 de abril en cercanías de Mocoa o de Puerto Asis, en la intendencia del Putumayo, donde comandos del M-19 iban a descargar un enorme botín en armas largas y pesadas. Y a recibir, incluso, a asesores libios que venían a bordo de ese avión.
El hecho de que se tratase de aviones especiales, que pueden aterrizar en lugares inhóspitos y en pistas cortas, se decía, le quitaba el halo de "operación irrealizable" en esas selvas del sur del país.
Tales revelaciones, pocas horas después de que Jaime Bateman explicara que tenía el apoyo de Kadhafi valió para que, en general, la opinión acogiera dicha teoría emanada de fuentes castrenses.
Kadhafi, por su parte, no negó el contenido real de sus aviones, pero descargó sobre los tripulantes la culpa de no haber "dicho la verdad" a las autoridades brasileñas sobre lo que ellos llevaban y aseguró que eran armas con destino al gobierno sandinista de Nicaragua.
En Estados Unidos, la Casa Blanca al saber del incidente en Brasil, protestó enérgicamente, intentando encontrar en ello un argumento más en su campaña para obtener aprobación de su política centroamericana en el Congreso.
Una nota interesante la constituyó el vocero de la Casa Blanca, Larry Speakes, quien el mismo 20 de abril, aseguró que las armas descubiertas en Brasil "bien podrían ser destinadas a aquellos que pretenden derribar a los gobiernos demócraticos" de la región.
Horas más tarde, la conexión Bateman-Kadhafi estaba en boca de todo el mundo, tras la publicación en los diarios del país de la tesis de una "alta fuente militar" de que el choque entre tropas del ejército y guerrilleros del M-19 el 19 de abril en inmediaciones de Puerto Asis, comprobaba el intento guerrillero de tomarse la localidad para recibir el transporte libio y descargar su contenido. Fue de esa manera que a pesar de que la estratégica operación resultara frustrada oportunamente, gracias a las medidas del gobierno brasileño, el asunto de un eje Bateman-Kadhafi surgió súbitamente en Colombia como uno de los más notables casos en el historial de lucha de esa organización guerrillera en Colombia, y como uno de los factores que podrán ser claves en los próximos meses, si no años, en los desarrollos de la política nacional.
¿PORQUE KADHAFI?
Al margen de estos hechos, la opinión se pregunta hoy ¿por qué el gobierno libio, y en particular su primer ministro Moammar Kadhafi, decidió intervenir en la política interna colombiana, un país que no tiene ningún problema con el país africano y, por el contrario, busca un acercamiento con los gobiernos del Tercer Mundo, por la vía del ingreso a los No Alineados?
Según fuentes consultadas por SEMANA, una de las razones que explicaría por qué Kadhafi adoptó esa conducta es la siguiente: por el ánimo de hostilizar a Estados Unidos "en uno de sus predios", en represalia por lo que el gobierno norteamericano está haciendo en el Golfo de Sidra. Para Washington las aguas de dicho golfo, son aguas internacionales, mientras que para Kadhafi el golfo forma parte de la jurisdicción libia. Esa disputa ya el año pasado condujo a choques aéreos, en los cuales Libia perdió dos aviones a manos de la Armada estadounidense.
Otra pregunta que se hacen los observadores hoy es porqué el M-19 ha tenido que apelar a un remoto país como Libia en busca de apoyo material para su lucha. Esto lo explicaría el hecho de que, como es sabido en diversos círculos políticos, Fidel Castro le comunicó hace algunos meses a la dirección del M-19 que, dada la conducta cordial del gobierno de Betancur hacia Cuba, la isla no le serviría más de base ni de sede política o de entrenamiento a los guerrilleros colombianos.
Ello obligó, al parecer a que la comandancia general del M-19, según fuentes de esta revista, se haya visto obligada a trasladar a Nicaragua su sede y a buscar en otros países con regímenes antinorteamericanos apoyo para su causa.
Las declaraciones recientes del general Landazábal, en el sentido de que d M-19 estaría entrenando hombres en Libia, corresponderían a esa situación.
Otra pregunta que se hace hoy es ¿cómo conoció Bateman a Kadhafi? Según fuentes de SEMANA, el comandante sandinista David Ortega, de Nicaragua, al finalizar la reciente reunión de los No Alineados, regresó por Libia, con Kadhafi. Allí se encontró con Bateman, quien se había trasladado desde Argelia para conocer a Kadhafi a traves de Ortega. En Argelia los guerrilleros colombianos que siguen a Bateman también habrían gestionado apoyo material consistente en entrenamiento de algunos de sus cuadros, los cuales vendrían al país dentro de algunas semanas, junto con los de Libia para reforzar la lucha armada del M-19.
El gobierno, después de una desafortunada declaración inicial del Canciller, en que se limitaba a calificar como "acto inamistoso" lo que se acercaba más a un acto de guerra, procedió a ordenar a su embajada en Brasilia suspender la autorización de sobrevuelo que se había otorgado a los aviones libios.
Las reacciones políticas al anuncio de guerra de Bateman y el affaire de la conexión libia, han desatado comentarios en diversos sectores. La prensa nacional, ha sido la primera en hablar.
"El Espectador", por ejemplo, ha dicho, en editorial del 23 de abril, que "Libia está detrás de todo" y que su intromisión en un país como Colombia "habrá que combatirla con toda la rudeza que el caso exija". "El Tiempo" por su parte ha exigido una vigilancia más estricta del gobierno y ha criticado la autorización del gobierno para el sobrevuelo de los aviones libios, además de atacar oblicuamente el ingreso de Colombia a los NOAL, por ser Kadhafi uno de sus integrantes.
¿EL PRINCIPIO DEL FIN?
Otros observadores, preferentemente de izquierda, han mencionado que el giro hacia las armas del M-19 no contribuirá sino al "reforzamiento de los sectores más militaristas del país" en momentos en que los sectores obreros y populares se debaten ante problemas concretos, como el desempleo y la insalubridad, problemas que no encuentran solución en la lucha guerrillera de un grupo aislado contra un ejército ducho en ese tipo de guerra, como el colombiano.
Por otra parte, Bateman, al buscar la injerencia del gobierno libio en el país, dicen tales voceros, no contribuirá sino al fortalecimiento de la tesis de Reagan sobre las "causas externas" del conflicto centroamericano, debilitando así la posición de quienes consideran dicho conflicto como producto de las contradicciones sociales de la región y creen, como el Grupo de Contadora, en la posibilidad de una solución negociada.
Lo que es seguro es que este episodio tendrá serias consecuencias para la imagen del movimiento. El M-19, de quien hace unos meses el premio Nobel colombiano decía que era una organización que tenía el apoyo de 3 de 4 colombianos, hoy conoce un notable aislamiento en la opinión, dados los innumerables y confusos bandazos políticos y militares de los últimos meses.
El hecho de haberle puesto "conejo" al gobierno para obtener la liberación de sus dirigentes, aunque inicialmente pareció una victoria, constituyó el primer debilitamiento de su popularidad. Lo mismo que su decisión de insistir en la vía de armas y rechazar así su propuesta de hace meses de transformarse en una organización legal "que pudiera canalizar todo el descontento del país". Finalmente, su revelada conexión con una figura impopular en Colombia como el señor Kadhafi, podrá llevarlos a traspiés decisivos por lo menos en el campo político.
Parte de ese aislamiento se refleja en el hecho de que algunos de sus cuadros centrales que fueron amnistiados o excarcelados, hoy se niegan a seguir el curso trazado por Bateman-Fayad-Toledo. Tal es el caso de Andrés Almarales y de Ramiro Lucio, este último por fuera del país, quienes insisten en "buscar otros caminos de lucha".
¿Rectificarán Bateman y sus camaradas el proclamado curso de acción? Es muy difícil hacer pronósticos al respecto. Quizás el desarrollo político mismo del país, más los fracasos como el ya protagonizado con la conexión libia, y la creciente impopularidad en el país del secuestro y el terrorismo individual como forma de lucha, los obliguen a convencerse que el esquema centraomericano es muy difícil de ser trasplantado a Colombia.