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El veterano político y gobernador de Sucre, Julio Guerra Tulena, dijo que la licitación del chance se hizo a sus espaldas a pesar de todas las alarmas que había en torno a este proceso. Hay dudas sobre el estado de salud del octagenario gobernador. | Foto: CEET

POLÍTICA

La crisis de gobierno de Sucre

La entrega del negocio del chance a la 'Gata' pone al descubierto el terrible momento por el que pasa el departamento.

7 de septiembre de 2013

Aunque parezca absurdo, en las elecciones de octubre de 2011, Julio Guerra Tulena, un octogenario con más de 40 años dedicados a la política, era el candidato que simbolizaba el cambio en Sucre.

Era ilógico pensar que uno de los patriarcas de la familia Guerra Tulena, que acumulaba en su palmarés tres exsenadores (José y Julio Guerra Tulena, y Joselito Guerra), una exministra (María del Rosario) y un senador en funciones (Antonio) personificara la imagen de un político renovador. Pero fue visto así porque durante dos décadas el poder había estado en manos de Álvaro ‘El Gordo’ García Romero, quien impuso desde 1993 todos los gobernadores, y había sido tan dañina su alianza con grupos ilegales y contratistas, que los sucreños añoraban el regreso del viejo liberalismo así fuera con sus vicios. 

Esa reflexión viene a cuento por lo que ocurrió la semana pasada con la adjudicación del chance a la empresa Aposucre. El martes, en un boletín de prensa, el gobernador Guerra Tulena dijo que el gerente de la Empresa Comercial de Juegos de Suerte y Azar (Emcoazar) lo “engañó” al adjudicar el negocio a la empresa Aposucre, en la cual Enilse López, conocida como La Gata, y sus hijos tienen el 19 por ciento. “Lo hizo a espaldas mías”, remató.

En Sucre pocos creen que el gerente, militante de Cambio Radical, cuyo presidente es el senador Antonio Guerra, haya actuado a espaldas del gobernador en un tema tan sensible como el negocio del chance, sobre el cual se habían disparado todo tipo de alarmas desde Bogotá y la adjudicación se había aplazado por petición del jefe de la oficina de Transparencia de la Presidencia, Rafael Merchán.

La hipótesis que se maneja en los más cerrados círculos de dirigentes políticos y contratistas de Sincelejo es que la adjudicación del chance ya venía cocinada desde cuando Julio Guerra Tulena quedó prácticamente como candidato único a la Gobernación. 

En ese entonces el primer candidato en retirarse fue Héctor Hernández, apoyado por el ‘Gordo’ García y su hermana, la senadora Teresita. Días después se retiró Ramón Emiro Muskus, apoyado por el congresista Yahir Acuña y Salvador Arana, aliados de La Gata. Había otro candidato más pero no significaba una amenaza para la alianza de conservadores, liberales, el Polo, La U y Cambio Radical. 

El retiro de los dos candidatos fue interpretado como resultado de un acuerdo burocrático con Guerra Tulena y de un supuesto compromiso de otorgar el contrato del chance. 

De hecho, el propio Julio Guerra, en una de sus intervenciones de campaña había dado a entender que Muskus era el candidato de los chanceros. En ese entonces dijo que era “un agravio para el departamento que alguien que tenga intereses en la concesión del chance tenga candidato propio”. Y remató: “Esa gente viene a arrasar con todo, se van a llevar las arcas del departamento”. ¿Si salió Muskus de la competencia y solo quedó Guerra Tulena, con quiénes se quedaron los chanceros?

La situación del gobernador Julio Guerra Tulena se ha vuelto cada día más incómoda. A la adjudicación del negocio del chance se suman los crecientes comentarios sobre el deterioro de su salud, pues confunde a la gente, se le olvidan los nombres y en las reuniones citadas para hablar sobre un tema termina hablando de otros. Uno de sus críticos, Luis Felipe Villegas, dijo públicamente que el gobernador parecería sufrir de una enfermedad degenerativa. Guerra ha dicho que él está sano.  

‘En este pueblo no hay alcalde’
Pero si en el departamento llueve, en su capital no escampa. En Sincelejo sienten que todo está patas arriba. Es una ciudad con 350.000 habitantes, de los cuales 100.000  llegaron desplazados con motivo de la violencia en los Montes de María y de las inundaciones de La Mojana. De los 75.000 predios que están registrados, solo 15.000 pagan predial, y recaudan 35.000 millones de pesos. 

La ciudad está en quiebra. Ese dinero no es ni siquiera la mitad de los pasivos por más de 80.000 millones que ha acumulado por obras contratadas –que no se terminan aún– y por endeudamiento.
Las vías están en mal estado y la congestión vehicular se agrava con las 30.000 motos que circulan. No se sabe cuál es la cobertura del alcantarillado y las basuras se acumulan. Las ventas informales proliferan en las calles e invaden los alrededores del Parque Santander, el principal lugar de encuentro de la ciudad. 

Los dos proyectos más importantes de la ciudad, el Plan Centro y el Sistema Estratégico de Transporte, están en veremos por los atrasos. El Plan Centro, contratado en la anterior administración, se rajó en un informe oficial en el que se critica la poca experiencia de los ingenieros contratistas, las fallas del concreto, los burdos acabados, la mala calidad en el sello de las juntas y la planeación integral de la obra. Los sincelejanos dicen con suspicacia que el problema no es que contrataran a personas no idóneas, sino que parte de ese dinero fue utilizado para construir edificios en el exclusivo barrio Venecia.

Una de las obras más polémicas es la laguna de oxidación, pues fue construida en el sitio menos indicado sin el lleno de los requisitos y habría generado un presunto detrimento patrimonial. El exconcejal Norbey Moreno dice que lo más grave fueron las cantidades que se pagaron por las tierras, pues el Agustín Codazzi fijó el precio de 6 millones de pesos por hectárea, la lonja dijo que costaba 12 millones, pero la pagaron a 34 millones de pesos.

Como si eso fuera poco, el anterior alcalde inició la construcción del Palacio Municipal sobre un humedal, algo prohibido por el POT por tratarse de una zona protegida. Modificaron el POT, pero la obra sigue sin terminar. El alcalde le dijo a SEMANA que el Concejo ya le aprobó un cupo de endeudamiento por 6.000 millones de pesos para terminar el edificio.

Fernández dice haber recibido una ciudad muy mal administrada. “Cuando me posesioné, el sistema de trasporte estaba en menos cero” y los contratistas ya tenían los anticipos, dice a manera de ejemplo.

En Sincelejo están convencidos de que el alcalde Jairo Fernández Quessep no es quien gobierna sino su sobrino Mario Fernández, un hombre que ha sido concejal en los últimos cinco periodos, pero sobre todo tiene como principal aliado al controvertido congresista Yahir Acuña Cardales, el nuevo cacique de Sucre.

La preocupación por el presunto desgobierno va más allá de si quien toma las decisiones es Jairo Fernández o su sobrino Mario. El apoyo que le dieron el representante Yahir Acuña y el exalcalde Jesús Paternina para ser elegido se traduce en cuotas de gobierno y en contratos. El alcalde Fernández lo niega, dice que “no he hipotecado la administración a nadie”. 

Bajo el inclemente sol de las 2 de la tarde y con una temperatura que ronda los 33 grados, dos hombres sentados en una banca del Parque Santander escuchan el programa Martillando la Voz del Pobre Pueblo de Radio Sincelejo, dirigido por Ubirpido Cárdenas, un curtido y sexagenario periodista quien afirma, golpeando la consola del estudio, que Fernández Quessep no es el alcalde de Sincelejo. 

“Aquí quien manda es su sobrino Mario. Mire: la esposa de Mario es la primera dama, si usted quiere una cita con el alcalde debe hablar con Mario y los nombramientos se hacen con la venia de Mario”.