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LA CRISIS DE SEPTIEMBRE

¿Qué paso en Seúl? ¿Qué pasó en Bogotá? SEMANA reconstruye paso a paso la gira del Presidente que terminó en el quirófano

12 de octubre de 1987

En la noche del domingo 6 de septiembre, el presidente Barco se encerró temprano en su cuarto de hotel en Anchorage, Alaska. Las quince horas de viaje entre Bogotá y ese lugar remoto, habían hecho los estragos normales en la comitiva que al día siguiente debía cruzar el océano Pacífico para cumplir en Seúl la primera cita oficial de la gira por el Lejano Oriente.
El cansancio unánime hizo que pasara desapercibido entre la comitiva el room service que había ordenado Barco (un Alaskan King Crabe, especialidad del lugar), y nadie sospechó que desde esa noche el Presidente había comenzado a sentir dolores de estómago. Nada había sido anormal durante la larga primera etapa del viaje, que tuvo una escala técnica en Wichita. Al contrario, para los 31 miembros de la comitiva presidencial había quedado claro que Barco no sólo estaba bien de salud, sino que se le veía feliz. Cuando el avión despegó de Bogotá, el mandatario le dio vueltas a un mapamundi al tiempo que hacía bromas con algunos de sus más allegados sobre la enorme distancia que debían recorrer. Discutió jocosamente sobre el mejor lado para atravesar el Pacífico (saliendo de Alaska o de California), midió las millas náuticas con su corbata sobre el globo terráqueo y concluyó que, en efecto, por donde iban, iban bien. Después, Barco tertulió largo con los parlamentarios invitados sobre el proyecto de reforma agraria, comió paté y terrine de langostinos, tomó vino blanco y así se fueron pasando las horas hasta llegar a ese trampolín de Alaska de donde se da el salto para pasar al otro lado del Pacífico.
Pero toda esa normalidad se alteró a las cuatro de la mañana del lunes. A esa hora el médico personal de Barco, su paisano nortesantandereano Alfonso Lamus Guerrero, fue despertado por la esposa del Presidente, quien pedía instrucciones para combatir un dolor de estómago que no había dejado dormir tranquilo al mandatario.
Tras esa primera revisión y los primeros sedantes, la conclusión fue simple: se trataba de una indisposición pasajera, producto quizá de la comida del avión o del salmón con el que había almorzado Barco en compañía, precisamente, del médico Lamus y de su secretario privado Fernando Rey. Entonces no hubo alarma. Pero como el dolor era tan intenso que ya había tomado el nombre de "cólico" y el viaje a Seúl se había anticipado para las 6:40 de la mañana debido a los vientos en el Pacífico, el médico decidió a las cinco llevar a Barco al hospital de la base aérea norteamericana en Alaska. Mientras le hacían exámenes de sangre, el cuadro hemático y unas radiografías, en el aeropuerto el avión esperaba. Fue allí donde la comitiva supo que algo estaba sucediendo. Nadie supo exactamente qué, pero los rumores corrieron en ese amanecer dentro del avión colombiano que sólo pudo despegar a las nueve de la mañana rumbo a Corea: SEMANA se enteró de que a pesar de la autorización para viajar que impartió el profesor Boyer, uno de los médicos norteamericanos de ese centro, en algunos miembros del gobierno presentes en la comitiva surgió la inquietud de suspender la gira.
Es decir, permanecer en Alaska, hasta que el jefe de Estado se recuperara por completo. Sin embargo, fue el propio Barco el que, tras el visto bueno del galeno gringo y de su médico personal, decidió seguir. A esa decisión ayudó no sólo la autorización de los médicos, sino una anécdota que el propio Virgilio Barco le narró a sus acompañantes: hacía poco un presidente de un país africano tuvo un problema de salud que fue atendido en la base norteamericana por el mismo médico, quien le impidió continuar el viaje, después de realizarle una cuidadosa revisión. Barco se tranquilizó, pensando que Boyer tenía los pantalones para tomar decisiones en estas circunstancias. A las nueve de la mañana, demacrado y adolorido pero esperanzado en que todo sería pasajero, Barco abordó el avión, con un retardo de dos horas y media, para realizar la travesía de nueve horas sobre el océano Pacífico.
ENCIERRO OBLIGADO
Para el viaje desde Alaska hasta Corea, Barco no usó la especie de oficina que se acondicionó para él en el avión presidencial. Ni el escritorio ni el mapamundi fueron utilizados en la segunda etapa del viaje, porque su estado de salud no daba para nada distinto a descansar en la cama. Y Barco, junto con su esposa Carolina, se encerró en el cuarto con dos camas que había sido preparado al fondo de la nave.
El ambiente del avión había cambiado. De aquel jocoso comienzo en Bogotá, se había pasado a un silencio general y a unos rumores en voz baja entre la comitiva que preguntaba qué estaba ocurriendo en realidad con Barco. El médico Lamus rindió un parte informal y rápido a algunos de quienes le preguntaron. Y fue tranquilizador cuando dijo que confiaba en la recuperación "porque el organismo es sabio". Sin embargo, para los pasajeros, las palabras decían una cosa y los hechos mostraban otras: Lamus entró en varias ocasiones al cuarto donde descansaba el Presidente. En la primera de ellas lo hizo con una jeringa y en otra con un equipo para suministrar oxígeno.
En medio de la intranquilidad, el avión paso el "charco". Cuando faltaban veinte minutos para aterrizar en el aeropuerto de Seúl, el mandatario reapareció tan bien puesto como siempre, con su vestido impecable y su gran figura, pero en su rostro una expresión de dolor que indicaba que no estaba nada bien. Para entonces los miembros de la comitiva ya sabían más sobre la salud del Presidente. En voz baja, sin alarmas pero con realismo, el médico Lamus había contado durante la travesía que los dolores de estómago no habían cedido ni con el tiempo ni con los calmantes que le había aplicado. Lamus fue incluso más allá: contó que el abdomen de Barco estaba tan inflamado, que no había soportado ponerse el cinturón y que estos síntomas le hacían pensar en una cirugía inminente.
Los rumores, entre tanto, habían llegado al aeropuerto de Seúl. El retardo de dos horas del avión colombiano, había sido objeto de especulaciones en la pasarela donde aguardaban la comitiva de recepción coreana y los funcionarios diplomáticos colombianos. Pero cuando se abrió la puerta de la nave presidencial y apareció Barco junto a su esposa Carolina, la imagen de la pareja a la distancia no dejaba entrever ninguna anomalía. Al contrario, el primer impacto visual era reconfortante: una pareja elegante, de gran presencia, fue recibida por el presidente Chun Doo-Hwan, por su esposa Lee Soon-Ja, por centenares de niños que agitaban las banderas de los dos países, en una bienvenida cálida y sobria. Los primeros pasos de Barco sobre el tapete rojo fueron firmes y llegaron a tranquilizar a quienes estaban al tanto de la salud presidencial. Pero enseguida, cuando se trató de abordar una limosina para que los presidentes recibieran el saludo militar, fue visible su dolor. Barco subió con alguna dificultad en el coche y después, mientras su anfitrión agradecía con la mano y la sonrisa los aplausos, el colombiano se aferraba a la baranda del automóvil descubierto. Ni los aires de los himnos ni las "Brisas del Pamplonita" que ejecutó una banda coreana, lograron aliviar el rostro del jefe de Estado que se veía demacrado y sudoroso, a pesar de mantenerse digno y erguido. Pero el último esfuerzo en público sería el más tenaz: saludar de mano a unas cincuenta personas, una por una, tal como lo exigía el protocolo vigente para jefes de Estado aliviados.
RUMBO AL BISTURI
Era la una y media de la tarde del martes en Seúl. Los actos protocolarios habían concluído y cuando el Presidente fue a abordar el carro que lo llevaría hasta el hotel, se vio claro que estaba mal. Abordó el automóvil con mucha lentitud y en compañía de su esposa se dirigieron al Hotel Shi-Lla. No pasaría más de media hora antes de que tuviera que volver a salir, vestido de sweater de cashimir habano y camisa de cuadros. Esta vez, sin embargo, escasamente podía arrastrar los pies, y tuvo que ser introducido prácticamente alzado al automóvil que lo conduciría al Hospital Universitario 28 de Seúl.
La decisión de salir al hospital se tomó ante los dolores ya insoportables que Barco estaba padeciendo. Cuando con su comitiva más íntima, el mandatario descendía de su habitación hasta el lobby se llevó la mano derecha al costado izquierdo del estómago y exclamó un "me duele un jurgo". Esta expresión reflejaba la gravedad de la situación, que pocos minutos después fue corroborada por el jefe del hospital, en la sala de urgencias cuando le dijo a los acompañantes de Barco: "O lo operamos ya o se muere". Lo que siguió fue el quirófano durante una hora y media para operar una perforación de intestino, que hacía diez horas había comenzado a gestarse (ver recuadro). Cuando volvía de la anestesia, a las tres de la mañana, Barco sufrió "una crisis nerviosa". Los médicos le habían aplicado Valium para tranquilizarlo, pero los efectos fueron al contrario y el Presidente sólo vino a serenarse hacia las nueve de la mañana.

PREGUNTAS SOBRE LA SALUD DEL PRESIDENTE
- ¿Es factible que el Presidente hubiera comenzado a sentir los síntomas de la enfermedad antes de empezar el viaje?
Sí y no, pero se ha sabido que en el caso de Barco, el Presidente no los experimentó. Antes de su viaje fue sometido a un chequeo de rigor por parte de su médico personal Alfonso Lamus. Este incluyó exámenes de laboratorio y electrocardiograma. Los resultados fueron normales y se consideró que el Presidente estaba en excelente estado de salud. El Presidente debía estar haciendo divertículos desde hace un par de años, pero hasta el momento no había presentado ningún síntoma.
- ¿Fue una imprudencia de los médicos dejar que el Presidente continuara el viaje, después de los dolores estomacales que lo afectaron en Alaska?
Los primeros cólicos estomacales del Presidente comenzaron en la madrugada del lunes. En el hospital de la base militar de Anchorage se le tomó una radiografía simple de abdomen en busca de un síntoma de oclusión intestinal. Probablemente no encontraron ilio, que es el signo radiologico que indica que el intestino está dilatado por obstrucción o ruptura de víscera. Por otro lado, le hicieron un cuadro hemático que debió resultar normal. En resumidas cuentas, al Presidente no se le debió encontrar lo que los médicos llaman "abdomen defendido" y por esó se le dio autorización para viajar.
- ¿Cuándo se le practicará al Presidente la segunda operación?
En ningún caso antes de un mes.
- ¿Qué complicaciones puede sufrir durante este lapso?
La más peligrosa es que el organismo se puede infectar. Por eso la primera semana es la más crítica. Se considera que si se controla la infección en esta primera semana, es muy improbable que en los días siguientes se pueda volver a presentar.
- ¿Es posible que la enfermedad le repita?
Teniendo en cuenta que al Presidente le fue extirpada la sección sigmoide del intestino, que es donde más frecuentemente se presenta la diverticulosis, las posibilidades de que repita la enfermedad son escasas. Claro está que es muy posible que el paciénte presente otros divertículos, pero éstos están localizados en secciones del intestino donde no es frecuente ni su irritación, ni su perforación.
- ¿Después de la segunda intérvención qúedarán secuelas físicas? Ninguna, a menos que cuando se le practique la segunda operación, se encuentre que en el resto del intestino hay una cantidad mayor de 300 divertículos. En este caso es probable que se opte por extirparle todo el colon.
- ¿Cuáles son las causas posibles de esta enfermedad?
Un divertículo es casi lo mismo que el apéndice, con la diferencia de que éste es normal y el divertículo no. Ambos pueden irritarse y reventar; y hacer peritonitis si no se operan a tiempo. La diverticulitis es una debilidad de la capa muscular del intestino grueso. Es intrínseca, genética y se hace manifiesta en personas que llevan una dieta pobre en fibra y que sufren de estreñimiento. Es una enfermedad propia del Siglo XX, derivada de los cambios en la dieta alimenticia, rica en alimentos procesados, enlatados y sin fibra. Un estudio colombiano revela que una persona que come mucha arepa y poco pan blanco es menos propensa a sufrir la enfermedad.
- ¿Qué tan agudo pudo ser el dolor que experimentó el Presidente en Corea?
Los dolores comenzaron en el avión, lo cual implica que el proceso de la perforación del intestino se produjo en el trayecto Anchorage-Seúl. Si el viaje hubiera durado dos o tres horas más, el Presidente hubiera estado en peligro de muerte. Todo indica que el dolor que el Presidente sintió durante la ceremonia de recepción en el aeropuerto fue tan fuerte que podría compararse con el de la perforación de una úlcera péptica o una apendicitis aguda.
- ¿ Qué porcentaje de personas padece este mal?
Entre los menores de 60 años, la incidencia de la diverticulitis es de un 8%; entre los mayores de 60 años de un 35%. Es una enfermedad que se da más frecuentemente en hombres que en mujeres y muy propia de la raza aria, pero sobre todo de la árabe.