Home

Nación

Artículo

política

LA era del hielo

Existe preocupación por el congelamiento de las relaciones entre el presidente Álvaro Uribe y el vicepresidente Francisco Santos., 89433

10 de noviembre de 2007

Cuando el pasado domingo 28 de octubre, Samuel Moreno ganó holgadamente la Alcaldía de Bogotá, empezó un pulso de voluntades entre el Polo Democrático Alternativo y el gobierno nacional. El presidente Álvaro Uribe, en un acto inusual, decidió no invitar al alcalde electo a su despacho para una reunión protocolaria, como sí lo había hecho con Lucho Garzón en 2003. Mientras pasaban los días de tire y afloje, en Palacio se sorprendieron con una noticia que provino del mismo Moreno: el vicepresidente Francisco Santos había llamado a felicitarlo. Aunque esa llamada fue apenas una de las muchas que hizo Pacho a los alcaldes y gobernadores electos y es una práctica protocolaria, fue interpretada por algunas personas en la Casa de Nariño como una deslealtad con Uribe.

Que ese pensamiento tenga acogida entre los más cercanos colaboradores del primer mandatario dice mucho de cómo se han enfriado las relaciones entre el Vicepresidente y el hombre que lo lanzó a la política en marzo de 2002, al incluirlo como su compañero de fórmula en las elecciones presidenciales de ese año. Esa alianza aparentemente indisoluble, por la cual los colombianos votaron masivamente dos veces, se está agrietando. En los corrillos políticos es el plato fuerte de las conversaciones.

Que el Presidente está molesto, susurran unos. Que el que está dolido de verdad verdad es Santos, murmuran otros, y por eso desde hace un mes no se le ha visto por el Palacio de Nariño, cuando antes se la pasaba allá. Tanto Uribe como Santos niegan de entrada cualquier ruptura. "El Vicepresidente es químicamente bueno", dijo el otro día el Presidente en uno de sus largos monólogos radiales. Por su parte, Pacho ha reafirmado entre justos y extraños su inquebrantable lealtad y su admiración por el primer mandatario. Parafraseando el dicho popular -cuando el río suena, piedras lleva-, entre el Vicepresidente y Uribe algo no está bien, aunque digan lo contrario.

Como ocurre en muchas crisis matrimoniales, las razones del disgusto provienen de hechos idénticos, que son interpretados de manera diametralmente opuesta por los afectados, y que al no ser aclarados a tiempo, se convierten en bolas de nieve. Cada nuevo incidente confirma la percepción negativa. Así ocurrió con la llamada inocua de Santos a Samuel Moreno.

Lo que más sorprende de esta crisis es que la administración Uribe-Santos había roto en dos la percepción sobre la utilidad del cargo de la Vicepresidencia, muy criticada no sólo en Colombia, sino en otros países. Para algunos, los vicepresidentes terminan haciendo sólo dos cosas: o conspiran contra su jefe o se dedican a las labores menos glamorosas.

Desde el mismísimo 7 de agosto de 2002, Uribe metió a Santos en todos los temas y en particular los más álgidos, como la seguridad y la política exterior. Era participante activo en las decisiones trascendentales del gobierno, más que cualquiera de sus antecesores, y defensor a ultranza del Presidente y sus políticas. Pacho tuvo un juego y un espacio político que nunca tuvieron sus antecesores como Humberto de la Calle, a quien el presidente Ernesto Samper envió al 'exilio' en España, ni Gustavo Bell, quien sólo al final del mandato de Andrés Pastrana, como ministro de Defensa tuvo un protagonismo importante.

En estos cinco años, Pacho logró imponer su visión en varios asuntos, especialmente en el campo internacional. Se volvió la cara para mostrar en las diferentes capitales de Europa y en Washington. Se encargó de las complejas relaciones con las ONG y se convirtió en el escudero del Presidente en el espinoso tema de los derechos humanos. Nada de esto habría sido posible sin la aquiescencia de Álvaro Uribe.

Los que han trabajado con el Presidente saben que no le es fácil delegar. Por eso, sorprende la independencia con la cual ha operado en este tiempo el Vicepresidente. Más aun, por la relativa poca interacción que tuvieron los dos antes de marzo de 2002. Se conocieron en Boston en 1991 cuando ambos cursaban estudios en Harvard. Se volvieron a ver a mediados de los 90 durante la gobernación de Uribe, por iniciativa de Pacho, que había escuchado maravillas sobre la gestión del dirigente antioqueño.

Emocionado con el programa del candidato Uribe, Santos, quien vivía en España, le ofreció ayuda para diseñar políticas contra el secuestro, dada su experiencia en ese campo al frente de la Fundación País Libre. Y en una columna en El Tiempo de febrero 2002, públicamente anunció su apoyo: "la posibilidad de que Álvaro Uribe sea el próximo presidente es una excelente noticia para Colombia -escribió-. Es un político con ideas claras que no transige en lo fundamental".

Un mes después, Pacho era la fórmula vicepresidencial de Uribe. Curiosamente, hoy, ese hecho, o más bien la explicación de cómo se fraguó esa alianza, tiene a los una vez compañeros de alma, distanciados como nunca. El Presidente encendió la chispa. En una entrevista radial el pasado 9 de octubre, Uribe dijo que contrario a lo que se había informado públicamente, él no le había ofrecido el cargo a Santos, sino que Pacho le había pedido que lo nombraran. La frase del Presidente les cayó como un balde de agua fría al Vicepresidente y a sus allegados. Primero, porque lo dejaba mal parado ante la opinión pública. Parecía un lagarto. Y segundo y más importante, porque sus recuerdos de esos hechos son bien diferentes.

Días después, la columnista Salud Hernández, una muy cercana amiga de Santos, lo puso en blanco y negro: dijo que Uribe mentía. Hasta hace poco, la versión oficial era que en una reunión de los dos en el Hotel Dann de Bogotá, Uribe sorprendió a Pacho con el ofrecimiento, el cual aceptó de inmediato. Este se hizo público unos días después, minutos antes de un debate entre los candidatos presidenciales. En Palacio no le dieron mayor importancia al comentario de Uribe y dicen que el Vicepresidente no tiene por qué estar sentido. Que no había ningún mensaje subliminal sino que fue una frase de esas que a veces suelta Uribe.

Aunque Pacho ha mantenido un prudente silencio, es evidente su malestar. En los buenos tiempos, hablaba frecuentemente con el Presidente. Y tres o cuatro veces al mes, de manera espontánea, se reunían los dos a solas. Desde ese fatídico martes, sólo se han visto una vez en un Consejo de Ministros. En la Presidencia tienen la sensación de que Santos está en sus cuarteles de invierno, que el Vicepresidente ya no sale tan a menudo a poner el pecho como antes, cuando se ganó la medalla de ser el "primer uribista" del país. Incluso Pacho se alcanzó a enfrascar en duras peleas con El Tiempo, diario de su familia, y con los medios en general. Los acusó en una ocasión de ser "cajas de resonancia del terrorismo".

Si bien hoy es más evidente el enfriamiento, la relación se empezó a afectar a finales del año pasado, cuando el Vicepresidente tomó una decisión que sigue defendiendo: envió a la Corte Suprema una carta de un cónsul que acusaba al hermano y al papá de la entonces canciller, María Consuelo Araújo, de secuestro (ver entrevista). En Palacio le reclaman hoy que le faltó delicadeza con la 'Conchi', una colega clave del gobierno, pero en ese momento no pasó de ser un incidente menor. Los Araújo no pensaban que la Corte Suprema le iba a dar credibilidad a la grave acusación.

Después de una visita a Estados Unidos en febrero, Santos regresó muy preocupado por lo que había escuchado: estaba en pie una campaña de desprestigio contra el gobierno y la canciller, porque su hermano había sido vinculado a la para-política, y así lo hizo saber en Palacio. Su advertencia no fue bien recibida. A los pocos días se conoció la llamada de indagatoria al senador Álvaro Araújo Castro y su padre Álvaro Araújo Noguera, y María Consuelo se vio obligada a renunciar. Para el Presidente y su círculo íntimo fue un golpe muy duro, ya que la 'Conchi' era una de las estrellas del gabinete. En su momento, se alcanzó a decir que Pacho había conspirado para que lo nombraran canciller.

También generaron ruido los rumores sobre una supuesta alianza del Vicepresidente con Lucho Garzón para 2010 que circularon en agosto y septiembre de este año. Todos esos elementos han ayudado a crear un ambiente menos amigable para el Vicepresidente dentro de los hombres y las mujeres del Presidente. Y aunque la relación entre Santos y Uribe no depende de sus subalternos, tampoco ayuda que haya tirantez entre sus equipos.

Dada la tensión existente, los rumores se han multiplicado. Se habló de una posible renuncia o del nombramiento de Pacho en una embajada (Londres o Madrid). Ambas posibilidades parecen remotas. Profundizaría una crisis que ni a Santos ni a Uribe les conviene ni parecen querer. El Vicepresidente no ha descartado su candidatura para 2010 y sabe que sus posibilidades están atadas irremediablemente al éxito del gobierno del cual ha formado parte en estos cinco años. Y el Presidente tampoco quiere enfrentarse abiertamente a una persona que más de una vez ha descrito como un "hijo". n